Para qué sirve un Rey

Mañana hará un mes que el Rey pronunció un discurso televisado que quizás cambió la historia de España restaurando la constitucionalidad robada por el independentismo catalán.

Porque el país estaba amenazado con una secesión decretada por la Generalidad catalana aprovechando la debilidad del gobierno de Mariano Rajoy demostrada tras el desastre mediático internacional de la represión del falso referéndum del 1 de octubre, además de por los procesos por corrupción del PP.

Felipe VI, con una energía, seriedad y autoridad desconocidas hasta entonces –aunque con traje de civil es el Jefe de las Fuerzas Armadas-- recordó el artículo 2 de la Constitución que señala la indivisibilidad territorial española y, sin ordenarlo, le sugirió al Gobierno que cumpliera ese mandato.

Fue lo que le dio fuerza a Rajoy para acudir al artículo 155, negociándolo con el PSOE y Ciudadanos, para corregir por tiempo limitado, pero por primera vez en democracia, los desmanes del gobierno de una Comunidad Autónoma.

Hubo otro discurso del Rey igualmente eficaz el 20 de octubre en Oviedo, en su laudatio a los premiados con los Princesa de Asturias 2017, en el que con precisión y dominio de la escena, ratificó más enérgicamente aún el mensaje.

Reforzado, además, por los premiados presidentes de la Comisión, el Consejo y el Parlamento Euopeos, que confirmaron la negativa de la UE a aceptar como miembro a un territorio desgajado de cualquier socio.

Si en la II República sus tres presidentes, Alcalá-Zamora, Martínez Barrio y Azaña hubieran gozado de la autoridad determinante del Rey o de su padre el 23F, quizás se hubiera evitado la guerra civil y la dictadura posterior, aunque el Borbón derrocado en 1931 carecía de la aceptación general como poder equilibrador que alcanzaron sus descendientes.

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SALAS