Con dos cojones. Sí, sí. Con dos cojones van e inventan una aplicación para el móvil (o app, para los más modernizadamente tecnológicos) cuya función es, nada más y nada menos, que escribir mensajes de amor a la pareja, ligue, royito, esposa o amante.
Pero no en plan Movilisto y sus 7777, que de lo ñoños que eran incluso te hacían gracia. Nada de a la antigua usanza. Estos van en serio, en plan plagio, falta de imaginación y falta de todo.
(No diré el nombre, eso es publicidad y no promocionaré algo perverso)
Esta última cornada, junto con el emoticono sidoso con corazones en los ojos, ha sido la estocada final para terminar de matar el amor. Así es. No me siento orgullosa de dar la noticia pero, señores, el amor ha muerto. Ha sido asesinado a manos de frívolos insensibles que se rindieron en la búsqueda de su media naranja, exprimieron a su medio limón y ahora pretenden acabar con todos nosotros.
Movilizo a la población a favor del amor, del romanticismo shakespeariano y de todo lo que acabe con un "y fueron felices y comieron perdices".
Y empiezo abriendo camino.
Esto es lo que yo quiero escuchar. (Y a ver si alguno se aplica el cuento).
Hola tú, querida tú.
Llevo un rato en el coche, conduciendo a la deriva y me faltas tú desafinando a mi lado. Los viajes se hacen cortos cuando te da por cogerme la mano y agarrarla con fuerza. Supongo que así te sientes más segura y yo, cafre, siempre la quito.
Creéme, disfruto de su tacto casi más que de cualquier cosa, pero no más que de tu cara de enfado. Me gusta ver cómo frunces los labios y cómo la vena de tu cuello cobra vida propia.
Te cuesta estar enfadada conmigo y eso lo aprecio tanto como a tu persona. Soy cafre, cabezota y es bastante improbable que alguien haga las cosas peor que yo, pero ahí estás tu, con tu paciencia infinita y tus ganas de abrazarme.
¡Y benditos abrazos! Me devuelven a la vida y al mismo tiempo me sumen en un delicioso trance.
Dices que soy hielo y piedra con un toque de moho, pero me citas a Marea y haces que si soy piedra da igual, tu serás pedregoso camino.
Porque todo lo haces fácil y siempre tienes algo que decir. No cierras la boca y sé que es tu estrategia para que sea yo el que eche el cerrojo.
Si supieras cuántos mensajes te he escrito y cuántas veces los he vuelto a borrar... Ya no sé qué decirte para llamar tu atención. De una forma inmadura e infantil, quizá un tanto egoísta, quiero asegurarme que piensas en mí. Solo en mí.
Tardo en dormir. Es llegar a la cama y qué guarrada sin ti.
Y aquí me ves otra vez, escribiéndote sin utilizar emoticonos, pensando cada palabra y que cada una nazca de mí, con algún toque de inspiración extrema.
Mi imaginación llega a su fin. Tengo mucho más que decirte pero no encuentro las palabras. Creo que no las hay, y me va a tocar inventarlas. O eso, o las canjeo por besos y abrazos.
Solo te puedo decir que no hagas planes durante los próximos 200 años; pienso tenerte entretenida el resto de tu vida.