El 19 de marzo de 2007 fue promulgada la ley por el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, y el 15 de noviembre de 2011, el comandante Chávez levantó la siguiente premisa “la Revolución Socialista debe ser feminista” convirtiéndose así en la primera vez que un líder de una Revolución Socialista se declara feminista; pero es hasta el 25 de octubre del año 2017 cuando se decreta el Día Nacional del Socialismo Feminista. Desde esta primera fecha, hasta hoy, han pasado 17 años, son grandes los avances que hemos obtenido, pero cerca del aniversario de este primer gran paso colectivo, viene bien recordar cómo se vive un mundo sin violencia, especialmente en el ámbito de la política.
Bien es cierto que es posible visualizar grandes alcances en la efigie de los escenarios de equidad, la participación política de las mujeres en Venezuela es notoria, solo con pasar un rato por los territorios en los que nuestra militancia activa sigue operacionalizando vemos cómo la palabra de las mujeres desde lo individual y en lo colectivo se propaga como la voz viva de las calles; sin embargo, nuestra presencia en los cargos en el más alto nivel político continúa estando menguado.
Por más duro que suene, es una realidad que se presenta y que es nuestro deber como constructoras y constructores del socialismo feminista abrir los caminos para que más mujeres puedan participar en los cargos de toma de decisión y sobre todo aquellos que no estén supeditados a responsabilidades propias de lo que normativamente implica ser mujer, o hacer como mujer, para evitar así caer en los campos de la violencia política.
En su Diccionario de política, Norberto Bobbio define a la violencia como: “La intervención física de un individuo o grupo contra otro individuo o grupo”. La violencia política contra las mujeres es una afrenta al panorama democrático y una rémora que la izquierda debe combatir con firmeza. Esta violencia, que busca silenciar y excluir a las mujeres del ámbito político, ataca no solo su participación, sino también su autoestima revolucionaria, elemento fundamental para construir una sociedad de equidad y de justicia.
La consolidación de una Revolución fuerte e inclusiva pasa por reconocer el papel fundamental de las mujeres en la política. Solo así podremos alcanzar la meta de hacer posible el socialismo bolivariano y feminista.
¡Nosotras y nosotros venceremos, palabra de mujer!