El otro día escribí que el Panteón de Roma es (para mí) uno de los motivos por los que merece la pena vivir. No hace falta decir que otras personas tendrán otros motivos, y también que a la mayoría les gustará pero no será para tanto como para justificar su vida. Y finalmente, sí, amigos, he de reconocer que a algunos no les gusta nada.
Claro, que uno se pregunta, como siempre, cuánto vale el mero "me gusta" y el mero "no me gusta", y si no habrá algún criterio más objetivo. Pues parece que no. Parece que de lo que se trata es, precisamente, de dar opiniones subjetivas, que son las que valen porque la opinión de cada uno es soberana y, lo que es más importante, es libre e insobornable. Tanto es así que la Nueva Escuela Epistemológica (Trip Advisor), que empezó ofreciéndonos críticas sinceras y valientes de hoteles y restaurantes, ha ampliado su campo (era necesario) y se ha extendido a museos, monumentos y obras de arte en general siguiendo su aclamado y afamado estilo amítúnomeengañas, puesmenudosoyyo, y veteareírtedetupasteleramadre.
¿El Panteón de Roma? Deprimente. No vale la pena visitarlo. Está muy a mal traer (¿?) oscuro y poco referente. Esperaba algo más bonito.
(Clicad esta y las siguientes capturas para verlas más grandes y poder leerlas)
No me extraña que de 1 a 5 le pongan un 1. (Cero no se pude poner. Lo mínimo es uno. Uno. O sea, lo peor de lo peor. Peor que ir de turismo a un desguace o a un basurero).
¿Poco referente? Ahí la llevas. Y sí. Es oscuro. Y eso que se han dejado un bujero en to lo alto.
Un agujero porque la gente antigua llevaba mohair bajo la ropa y los pies llenos de hongos fermentados, y eso hacía que no sintieran el frío y qué sé yo qué más. Pero ahora la gente se moja cuando llueve y eso no está ni medio bien. ¿Qué mierda de edificio es ese que deja pasar el agua de lluvia? Podéis ahorraros el sofocón de ir a verlo si hacéis un agujero en un cartón negro y miráis el cielo a través de él. Y además así no os mojáis.
¿Quién puede hacer una crítica? Obviamente todo el mundo. Todos la hacemos constantemente. Todos somos seres pensantes y debemos ser críticos siempre.
Ya los medios y las instituciones no se atreven a hacer crítica. En el "todo vale" ya nadie se fía del criterio de nadie por encima de nadie. Es decir: todo el mundo se fía por igual de todos los criterios, y así nos va. Ya no hay críticos. Ya no hay "sabios" porque todos lo somos.
Aquí solemos dar el triple salto mortal y nos vamos de golpe al extremo contrario: Como no está bien que cualquier indocumentado opine le exigimos que para opinar tenga tres doctorados y publique asiduamente en revistas indexadas. Pues hay cada bobo que publica y publica y publica en revistas indexadas...
El otro día leí una divertidísima (y extensísima) lista de premios Nobel de física que no podrían ser catedráticos en España porque no cumplían los requisitos de cansinismo burocrático que aquí rigen.
Yo, que carezco también de todo tipo de méritos, me paso la vida haciendo crítica. Y crítica estúpida: Sin ir más lejos, el otro día he hablado de una obra maestra de la escultura barroca para decir tan solo que tiene un grano. Estamos apañados. No pido, por lo tanto, que se limite la libertad de expresión ni la de hacer el idiota. Estaría bueno: Es nuestra libertad más sagrada. Solo que me gustaría que la gente se esforzara en opinar de verdad, incluso si para ello tuvieran que leer previamente algo o escuchar a alguien.
Me encanta la crítica atípica, fuera del recipiente, incluso más que la erudita. Solo le pido una cosa: que me excite. Me gusta que alguien diga que un artista consagrado no vale nada, o que un edificio admirable es una castaña, pero quiero que desarrolle esa idea y que intente convencerme con una exposición brillante. No solo que eructe.
Ojalá alguien que diga que lo que consideramos más sublime es muy malo y que desarrolle su idea. Aunque no nos convenza, si la desarrolla bien puede hacernos pensar y descubrir cosas nuevas. Decir que tal cosa, que todos consideramos buenísima, es muy mala y no pasar de ahí es quedar como un bocazas y un impresentable. Y críticos no tendremos, pero impresentables...
Van algunos ejemplos:
Gila contaba que leyó un anuncio en el periódico: "Nativa enseña el búlgaro", y decía que fue... ¡y era un idioma! Pues aquí lo mismo: Esta fue a la catedral de Burgos... ¡y era una iglesia! ¡Y ni te dan una cervecita, ni unas patatas, ni nada!
Seguimos con iglesias. Vamos con la estafa de Notre Dame de París.
Para una lúcida estafada es un edificio tétrico. Te cobran dos euros por encender una vela. Y encima hacen misas dentro (ya ves), a las que va gente muy rara. (Cristianos los llaman). Eso sí: Lo único bueno es que es bella. Por lo tanto un uno. (¿Qué queríais, una disertación sobre arquitectura gótica?)
"Es posiblemente la peor catedral que he visitado".
Me gusta que los valientes que vienen a continuación desarticulen el bluff de Florencia, esa maldición a la que, desde los mareos estúpidos de Stendhal, nos obligan a ir como turistas. La Academia es un robo. Lo mejor es el David, pero aparte de eso no hay nada lindo. Los esclavos (otros de mis motivos por los que merece la pena vivir) son relleno para clavarte el pelotazo de la entrada.
Y luego vamos a los Uffizi: Más de lo mismo. Aburrido y pesado. Y todos los cuadros son iguales.
Otro, más generoso, concede que hay tres cuadros destacables. (Pero también le pone un uno).
Y ya uno se cabrea con toda la razón porque fue a los Uffici a ver obras que no están en los Uffici. Y yo lo entiendo, porque precisamente he ido esta mañana a Cobeja (Toledo) aposta a ver las cataratas del Niágara y no estaban. Y la rabia que da eso... Y para consolarme me he tomado en la panadería del pueblo un pastelito pequeño y carísimo.
En definitiva, Florencia es una tortura constante, porque sales de la Academia y de los Uffici y te está esperando la cúpula. La mierda de la cúpula. Escaleras empinadas y estrechas y todo lo bueno está fuera. La cúpula está muerta. Aquínohayna. Nada de ambiente.
Ah, y los madrileños no os frotéis las manos leyendo maldades sobre Roma, Burgos, París y Florencia, que hay cera para todos. Os pongo la crítica más larga, de uno que se lo ha tomado en serio y se ha molestado en escribir un ensayo quejándose de la malísima organización del Prado, con llamada de su abuela incluida. Todo es un desastre, pero no solo en la organización tercermundista, sino en las propias obras expuestas, todas muy oscuras y de cuatro o cinco autores nada más.
Mientras gente mucho más culta (pero mucho más cobarde) no se atreve a juzgar por aquello de que "bueno" y "malo" son términos demasiado rotundos y absolutos, y hasta maniqueos y castradores, y que no hacen más que marear la perdiz haciéndola procesionar entre curators, comisarios y profesores que dudan de que la crítica tenga que existir y dicen que en puridad no hay crítica, sino solo historia, y se deshacen en melifluosidades postmodernas y postestructuralistas con lo de la obra abierta, la negación del sujeto, la crítica a la propia crítica y todo eso que en definitiva nos ata de pies y manos y nos amordaza, estos audaces turistas nos cruzan la boca de un bofetón nítido y nos escupen sus verdades mientras se recolocan las gónadas a mano abierta, que tanto andar entre museos y catedrales descoloca las cosas y las cansa.