Revista Libros
Javier Sánchez Menéndez.Para una teoría del aforismo.Trea. Gijón, 2020.
“El aforismo es una unidad básica de pensamiento. Desde la antigüedad hasta la irrupción de Twitter y otras redes sociales, este microformato ha persistido a lo largo de las culturas: Confucio Lao-Tse, Heráclito, Buda, Jesús... hasta la época actual, y en la que no debemos confundir formato breve con aforismo como expresión aquilatada de reflexión, de conocimiento, de búsqueda de la sabiduría. Aparte en el aforismo nada puede resultar superfluo cada palabra que lo compone debe poseer el peso necesario, su reducido tamaño nunca se opone a su intensidad, complementa su fuerza punto su forma literaria elemental posee una carga filosófica y poética”, escribe Javier Sánchez Menéndez en Para una teoría del aforismo, que publica Trea.
Con esa perspectiva se afronta un acercamiento a la dimensión filosófica y poética del aforismo que Sánchez Menéndez vincula con las primeras muestras de filosofía griega en los presocráticos y en la filosofía oriental, una línea que en la modernidad aporta los nombres de Montaigne, Gracián, Lichtenberg, Pascal, Schopenhauer o Cioran y que en la tradición contemporánea española está representada por nombres eminentes como Juan Ramón Jiménez, Eugenio d'Ors, Bergamín o Carlos Edmundo de Ory.
Tras esa aproximación teórica al aforismo como concepto, como aprendizaje y como pensamiento, como vislumbre y como expresión de una triple tensión -ética, literaria y existencial-, en la segunda sección quince aforistas definen el género en merodeos muy diversos en enfoque y extensión, para dar paso a una selección de veinticinco aforismos de veintiocho autores actuales en lengua española que conforman una antología representativa en la que no siempre se cumple el criterio que fija Sánchez Menéndez en las páginas iniciales del libro:
El aforismo posee una carga poética y otra filosófica, la creación breve es una verdadera sabiduría, un género, se trata del arte de la brevedad, es decir de la esencia. Pero, como decimos, el aforismo no es tan solo una frase, una ocurrencia, una banalidad. Exige creación auténtica, exige lecturas y conocimiento, precisa de la fusión de la poesía y de la filosofía con la experiencia para conseguir el clima de autenticidad, de misterio, de oficio, de silencio, y también de erudición compartida con el lector.
Nada más cierto, porque en el aforismo se funden filosofía y poesía, ética y estética, razón e intuición para indagar en el conocimiento de la realidad y de uno mismo con una suma de lucidez y chispazos iluminadores, de concisión y profundidad, de vibración y sugerencias.
Pero no todos esos rasgos aparecen en algunos de los aforismos de esta muestra que propone Sánchez Menéndez, que alerta de uno de los errores del aforismo moderno -el peligro de confundirlo con la mera ocurrencia- y no desconoce la existencia de “pseudoaforistas que escriben minucias, ocurrencias, banalidades, tan alejadas de la auténtica profundidad del aforismo como forma literaria.”
Alguna de esas ocurrencias banales -¡qué le vamos a hacer!- aparece también en estas páginas (“Purista: admirador de la Puri”, aunque afortunadamente el nivel general lo marcan aforismos tan excelentes como estos tres:
Que dos de los cuatro elementos sean transparentes no sé si le añade o quita misterio al mundo. (Lorenzo Oliván)
El ritmo en la poesía es una forma de hacer presente el tiempo (Tomás Rodríguez Reyes)
La muerte es el mundo, pero sin uno (Jaime Fernández)
Santos Domínguez