Revista Filosofía
Uno de los programas educativos actuales para favorecer el estudio de una segunda lengua es la Sección Bilingüe, implantado ya en la totalidad de la comunidades autónomas y con visos de extenderse por los centros de enseñanza secundaria. La idea es sugerente: que el alumno ejercite lo más posible la lengua extranjera que se pretende aprender en otras asignaturas como Historia, Dibujo, Educación para la ciudadanía, Educación Física, Matemáticas... Sin entrar en los problemas pedagógicos, laborales o jurídicos que la implantación actual de este programa puede generar, me gustaría reparar en la contradicción en la que se sustenta dicho programa. Y, bueno, en matemáticas todavía me pudieron enseñar (afortunadamente en castellano) que un sistema lógico apoyado en una contradicción es inconsistente. La contradicción es la siguiente: Si al profesor participante de la Sección Bilingüe se le exige un determinado nivel de inglés (B2) es porque se entiende que va a necesitar de dicho nivel para participar adecuadamente del programa. Entonces, si en efecto, como es su obligación, hace uso de ese nivel en sus clases, el alumno, principal destinatario del programa, no va a poder entenderle, pues precisamente la finalidad del programa es que el alumno alcance no ya ese nivel de inglés, sino otro inferior. Es decir, estamos presuponiendo que para realizar adecuadamente el programa se requiere haber conseguido ya lo que se pretende con dicho programa, y esto, señores, es una contradicción.