PARADOR DE PLASENCIA (****)
Plaza San Vicente Ferrer, s/n
10600 Plasencia (Cáceres)
Telf: 927.425.870
Fax: 927.425.872
[email protected]
www.parador.es
Habitación: 204
Fecha de Entrada: 28/09/2009
Tarifa: 85€ (Alojamiento y Desayuno)
En el mismo centro de la ciudad cacereña, envuelto entres sus murallas y dominando la principal zona turística y comercial de Plasencia, este antiguo Monasterio del siglo XVI alberga, como no podía ser menos, uno de los Paradores más espectaculares de la red. Desde la puerta todo sorprende: altísimos techos, interminables claustros, enormes paredes. Un ascensor de vehículos permite el acceso directo desde la calle al parking y desde este a recepción.
Tras un largo y amplísimo pasillo nos topamos con la recepción, situada en una estancia de techos altos, suelos y paredes de piedra y decorado con un enorme mostrador de madera. Tras él el trato se vuelve algo frío, distante y rígido. Demasiados papeles y demasiado grandes para firmar si tan apenas vamos a pasar unas horas. Nos entregan la llave de la habitación en un pesado llavero metálico con el logo de la cadena, pero en el que apenas se ve el número de la habitación y nos acompañan a un enorme claustro para indicarnos el camino de las celdas (allí se llaman así a las habitaciones, siguiendo la tradición monástica).
El suelo es de piedras redondeadas por las que resulta difícil y ruidoso mover las maletas. Alrededor del claustro se han provisto distintos espacios para sentarse, tomar un café, charlar con un amigo o simplemente dejar pasar el tiempo. Sobre estos sofás, varias decenas de cuadros de temática religiosa (Inmaculadas, Ultimas Cenas, Cristos Crucificados...). Tras una pequeña puerta accedemos a un recibidor también pequeño en el encontramos el igualmente pequeño ascensor. Apenas dos personas con su pequeño equipaje caben en cada viaje. Oscuro pero limpio nos lleva hasta la segunda planta. Allí, de nuevo en el claustro, pero con el suelo cubierto por una tupida alfombra encontramos las poderosas puertas de las habitaciones. De corte castellano y madera oscura ven roto su rigor al haber colgado de los pomos promociones varias del Parador y la cadena.
Tras la puerta arcilla marrón clara en el suelo y paredes de gotelé blanco. Mobiliario castellano riguroso en madera potente. Desde el interruptor de la entrada la sensación es que las habitaciones empiezan a pedir una pequeña actualización. Nada hay roto ni viejo, pero si algo trasnochado. Cerrando la puerta encontramos a la izquierda la puerta del baño, y frente a esta un maletero exento con un espejo. A continuación accedemos a otra estancia a modo de sala de estar. Un poderoso armario castellano, un mullido sofá doble, un par de sillas, mesas de centro y lámparas de pié invitan a la tertulia sobre una gruesa alfombra.
Dos arcadas separan esta sala del dormitorio. En una de ellas se ha instalado un planchador eléctrico, muy útil para el hombre de negocios que viaja con su traje. Las luces del salón se apagan una a una de las distintas lámparas. No hay interruptores.
El dormitorio es de por si amplio. Dos camas gemelas con cabeceros de madera verdosa y lámparas de noche, pero de escasa potencia sobre las mesillas. Un estrecho y decorativo escritorio antiguo, bonito pero poco práctico ya que el portátil apenas cabe y el enchufe está escondido detrás del minibar que sostiene la televisión. Se ofrece un servicio de wifi gratuito protegido mediante una contraseña. Falla a menudo. Un pequeño ventanuco protegido por madera y una tupida cortina y una amplia ventana balconada permiten el paso de la luz exterior.
A los pies de la cama dos gruesas alfombras que tras el servicio de noche se cubren con un pie de cama blanco. Además sobre la mesilla nos colocan una cajita con dos bombones. Pero no abren la cama. El colchón resulta reparador, así como la almohada. La lencería de cama está limpia y es fresca y suave, aunque a juzgar por la posición del logotipo se ha colocado al revés.
El silencio hacia el exterior es impresionante. El interior en cambio debería mejorar. Se escuchan los pasos y voces del pasillo y hasta los movimientos de las habitaciones contiguas. La oscuridad se consigue absolutamente aunque es necesario dar un paseo por toda la habitación para apagar las luces porque no todas se pueden apagar desde los interruptores de la mesilla, que disponen de enchufes para el móvil y un interruptor que apaga el aire acondicionado que no funciona.
Todo el baño parece caduco. Las instalaciones funcionan todas bien a excepción del sumidero del lavabo que traga con dificultad, pero el color chocolate de la porcelana que decora paredes y suelos parece traído de otras décadas. La presión y el caudal son increíblemente generosos en ducha y grifo.
El set de amenities propio de la cadena resulta algo escasito para hablar de un cuatro estrellas. Nos falta el set de afeitado y la esponja. A cambio ofrecen generosas botellitas de champú, gel y colonia, así como set dental, peine y gorro de ducha, todo ello presentado sobre un basto metacrilato en la encimera del lavabo, sobre el que cuelga un potente espejo.
La ducha es reparadora por la mañana aunque a priori la edad del grifo pudiera indicar lo contrario. Las toallas, típicas de la cadena, son nuevas, gigantescas, mullidas y de rápido secado.
Por la mañana tenemos que salir muy temprano, y el desayuno no empieza hasta las 8. Está claro que es un hotel de relax, no de trabajo. A pesar de ello, el amable y eficaz recepcionista nos lleva a un pequeño salón medieval de techos decorados con arcadas de medio punto y nos ofrece un café recién hecho y una cesta cargada de rica y variada bollería. No pregunta por el minibar, y nos indica la mejor manera de salir de la ciudad. Ojalá la entrada hubiera sido igual.
Calidad/precio: 8.5
Servicio: 7
Habitación: 8.5
Baño: 8
Estado conservación: 6.5
Valoración General: 8