Foto: Perdidoenlared
Los veo en mis esporádicos paseos matutinos. Deambulan mirando al mar coruñés con mirada perdida, como todo su futuro. Se les nota inquietos porque están parados. Parados anímicamente y mentalmente. Rondan los 50 años y su sonrisa se la ha llevado esta profunda crisis, que reparte a mansalva oportunidades perdidas a un par de generaciones. Sus lunes al sol, junto al mar, se hacen interminables. Por el silencio reinante. También están al sol los martes, los miércoles, los jueves... Hasta los domingos te los cruzas en el paseo marítimo coruñés haciendo tiempo, paseando su problema y su principio de depresión galopante. Lo suyo era trabajar a destajo a esas horas, pero la crisis de la avaricia les ha escupido como números que son. Y lo saben. Por eso esas miradas, esos silencios, esos paseos inquietos, fumando el tiempo a destiempo. Cada vez veo más parados inquietos, en una espiral inversamente proporcional a la cantidad de veces que el Gobierno obrero español asegura que la crisis se va a terminar.
Los datos oficiales hablan hoy de la mayor cifra de paro en catorce años, hablan de 4.048.493 desempleados. Cuatro millones de desenchufados. Cuatro millones de desencajados. Y lo peor: entre tanto bandazo gubernamental, entre tanta improvisación monclovita, a ver quién les vuelve a encajar.