A los bomberos parados. A los astronautas parados. A los melancólicos parados. A los detectives privados parados. A los plusmarquistas de la distancia corta parados. A los fabuladores parados. A los premeditados parados. A los trastornados parados. A los mediohombres parados. A los pacifistas parados. A los perroflautas parados. A los patanes parados. A los hombres de espíritu parados. A los desordenados parados. A los políticos parados. A los fanáticos parados. A los parados parados.
A los madrugadores parados. A los luchadores parados. A los ganadores parados. A los patriotas parados. A los veinteañeros parados. A los cincuentones parados. A los unamunianos parados. A los juanjosés millás parados. A los liberales parados. A los rostritorcidos parados. A los tunantes parados. A los divorciados parados. A los autoestopistas parados. A los mutilados parados. A los corazones cicatrizados parados. A los casi cinco millones de españoles parados.
Paciencia. Pero no dejen de impacientarse todos los días, porque el hombre en busca de trabajo adopta una pose más digna que tomando güisquis o bailando jotas. Porque la estética del trabajo es más merecedora que la del juego o el ocio. Porque uno es más listo cuando trabaja que cuando hace que trabaja.
Y porque es posible que suceda algo cuando uno lo espera con mucha impaciencia.