Manuel E. Yepe.─ “Bombardear, invadir, ocupar un país para verlo florecer”. Tal es la lógica de la absurda filosofía de intervencionismo imperialista que ha venido aplicando Estados Unidos en todo el mundo a nombre de la defensa de la libertad y la cultura occidental.
Pero la guerra es la peor calamidad humana y a pesar de las esperanzas febriles y las promesas utópicas de sus promotores, las intervenciones humanitarias casi siempre resultan en matanzas inimaginables, devastación, horror y sufrimientos agregados a las situaciones que las “justificaron”.
Las más recientes guerras de Estados Unidos (Afganistán, Irak, Libia, Yemen y Siria) deberían servir como prueba suficiente de este hecho. Los futuros guerreros humanitarios hacen serias profesiones de humanismo y terminan matando a muchos de aquellos a quienes prometieron ayudar.
Considero muy interesante valorar esta disyuntiva desde la óptica los defensores de la guerra humanitaria como mecanismo idóneo para asegurar sus ventajas geopolíticas y/o clasistas en circunstancias tales como las actuales que aquí analizamos.
Examinemos lo que, desde el campo imperialista, propone acerca de una eventual intervención militar estadounidense en Venezuela Doug Bandow, investigador principal del Instituto Cato, think tank libertario radicado en Washington D.C., fundado en 1974 como Fundación Charles Koch, dedicado a hacer lobby y promover políticas públicas capitalistas que impugnan al socialismo a partir de los principios libertarios de la libertad individual, el gobierno limitado y los mercados pro laissez faire.
Bandow fue asistente del presidente Ronald Reagan y autor del libro “El nuevo Imperio Global de América”.
Anteriormente, los belicistas interventores “humanitarios” iban directamente al saqueo pero, con el tiempo, refinaron sus modales y comenzaron a hablar de oportunidades comerciales y de inversión, aumentos en el PIB y otras maneras más sutiles de atraco.
Según Bandow, el año pasado, el presidente Donald Trump consultó a sus ayudantes si Estados Unidos debía intervenir militarmente en Venezuela. Todos argumentaron en contra de la idea. Luego pidió la opinión de varios líderes latinoamericanos que también se opusieron firmemente.
No obstante, había que valorar la intervención estadounidense desde el punto de vista de los beneficios económicos que ello podría traer, tanto para los sectores oligárquicos de Venezuela como para los intereses hegemónicos de Estados Unidos.
Cínicamente, se argumentó que el número de fallecidos por un asalto estadounidense a Venezuela sería reducido. Extrapolando datos del asalto de Estados Unidos en Panamá se cita una estimación de 3.500 bajas civiles.
No se tomó en consideración que la guerra no es sólo una herramienta política más. Se fundamenta en la muerte y la destrucción. Por muy bien intencionada que sea, la acción militar, suele ser indiscriminada. El curso del conflicto es impredecible y a menudo inesperado.
Bandow admite que las rosadas predicciones sobre resultados de un desembarco de una fuerza expedicionaria estadounidense en Venezuela son altamente cuestionables. Tal intervención podría resultar en una mezcla de guerra civil e insurgencia en la que sin duda los "buenos" ganarían, pero los costos serían severos.
El investigador del Instituto Cato reconoce que es grotesco tratar de justificar la acción militar sobre la base de que menos personas podrían morir por si ésta no ocurriera. ¿Se deben tratar las vidas como números abstractos en un saldo de cuenta? Cualquiera que sea la cifra de víctimas, una guerra significaría que miles de personas que de otro modo estarían vivas morirían.
¿Quién autoriza a los políticos estadounidenses a tomar esa decisión? ¿Quién ungió a Estados Unidos para jugar a ser Dios con el futuro de otros pueblos?
Si los argumentos de seguridad y humanitarios son insuficientes, la justificación económica es risible. ¿Cuánto beneficio económico por vida, americana o venezolana, justifica la guerra? Imagínese a un presidente escribiendo a las familias de los militares muertos explicando que su sacrificio estaba justificado porque ayudó a aumentar la tasa anual del PIB de Venezuela.
Y a continuación el colmo de cinismo: “Lo más importante sería el impacto en Estados Unidos. La principal responsabilidad del gobierno de Estados Unidos es proteger a su propio pueblo, y a sus uniformados que no deben ser tratados como peones de la táctica en algún juego de ajedrez global. Sus vidas sólo deberían estar en peligro cuando su propia nación tiene algo sustancial en riesgo”.
Finalmente, llama la atención que estas valoraciones emanen de las filas opuestas al chavismo. ¡Y es que, ciertamente, intentar una intervención militar de Estados Unidos en Venezuela sería la peor, y quizás última, locura del imperialismo yanqui!
Publicado originalmente en el diario POR ESTO! de Mérida, México.