Revista Viajes

Parapente en Organya

Por Belilo @BeatrizLizana
Parapente en Organya

Aprendiendo a izar la vela en Organya

David Guardiola nos acogió una soleada mañana en su oficina de Parapente Organya para presentarnos al resto del equipo. “Hoy no se dan las condiciones para hacer parapente, lo sentimos mucho pero en este deporte dependemos al 100% de la climatología”. No podía ser, ese era el momento que más estaba esperando de la semana que pasaría en los Pirineos trabajando con el equipo de prensa de la VII Muestra de cine de montaña Picurt. A pesar de que este deporte es bastante seguro pues pueden practicarlo cualquier persona –ha llegado a volar gente de más de ochenta años–, la mayoría de los accidentes ocurren precisamente por arriesgarse en un día con malas condiciones atmosféricas, nos comentaba Ferrán Carricondo, presidente del Club de Parapente Pirenaico.

Para mí, que no entiendo de vientos, el tiempo era perfecto así que con resignación pero con mucha curiosidad por conocer un poco más sobre este deporte me dirigí a la zona de entrenamiento básico para intentar elevar la vela corriendo por la montaña. Algunas de mis compañeras lo consiguieron pero lo mío se quedó precisamente en eso, en un intento fallido.

En un momento de la mañana una de las integrantes del equipo de prensa de Picurt se puso a invocar a los vientos del sur, justo los que necesitábamos para poder volar. Bromas aparte, las corrientas térmicas empezaron a cambiar con lo que finalmente pudimos subir a La Montaña Mágica, en Organyà. A esta zona de los Pirineos acuden muchos aficionados y profesionales del parapente porque además de las espectaculares vistas se dan las circunstancias perfectas para subir y bajar durante horas sin necesidad de aterrizar.

David, Ferrán, Xary Andújar y Horacio Llorens serían los monitores que nos acompañarían en nuestro vuelos biplaza, y yo me presté voluntaria para ser la primera en probarlo. Me puse bastante nerviosa porque estábamos a un desnivel de unos 250 metros. David y yo necesitamos 5 intentos para finalmente salir y, extrañamente, a cada intento yo me iba relajando cada vez más.

Parapente en Organya

Muy relajada, volando sobre Orgaña

Ya en el aire, los primeros minutos me sorprendieron mucho pues no hay sensación de peligro ni vértigo. Tras despegar te sientas en la mochila/silla, que es tan cómoda que da la sensación de estar sentado en un sofá que corre a la velocidad de una moto. Con el aire en la cara y los árboles a mis pies me sentía como uno de los halcones que andaban por allí curioseando.

Parapente en Organya

Tandem para primerizos: así es como se vuela en un biplaza

En un momento dado David bajó la parte izquierda del parapente, como un avión que quisiera girar su rumbo, pero de repente comenzamos a girar, centrifugando, y ahí sí que empecé a gritar de la emoción. No paraba de dar vueltas, veía la montaña, pero rusa. Eso sí, el aterrizaje fue perfecto: vi el suelo acercarse lentamente y, otra vez como si estuviera en un avión, aterrizamos en tan sólo dos pasos. Una vez ya en tierra casi me da otro vuelco al corazón cuando vi a Horacio y escuché los gritos de mi compañera bajar totalmente en horizontal a una velocidad mucho mayor que la mía. “Una técnica muy facilita y sin riesgo alguno” según él, que es cuatro veces campeón mundial de parapente acrobático.

A Horacio Llorens, que además de tener un record guiness haciendo 568 loopings consecutivos, le gusta entretenerse subiendo a la cima de una montaña para luego tirarse con un traje con alas y planear durante un rato antes de abrir el paracaídas. Es fascinante escucharle hablar sobre sus saltos y aventuras. A las personas como él, ¿qué les hace buscar continuamente esa sensación de riesgo, de estar al límite? Según un estudio de la Universidad de Vanderbilt, al parecer está relacionado con factores biológicos. Al contrario de lo que se cree, no es la descarga de adrenalina sino la dopamina lo que nos impulsa a ello. La primera está diseñada para ayudarnos a huir del peligro y, tras sortearlo, genera una sensación de euforia -que puede llegar a ser adictiva-. La segunda ayuda a provocar una sensación de satisfacción cuando conseguimos algo, cuanto más arriesgada es la tarea, mayor la descarga de dopamina. No todo el mundo tenemos la misma cantidad de esta hormona, las personas con menos autorreceptores (mayor circulación de dopamina) tienen mayor tendencia a buscar nuevas experiencias. Claramente, a Horacio le corre a mil por hora.


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