Revista Educación

Parar

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Parar

No sé si será la edad -siempre es fácil echarle la culpa a esta circunstancia-, pero hay días, últimamente bastantes, en los que reincido pensando en aquellas tardes eternas de mi infancia y hasta de mi adolescencia en las que iba con la queja a mi madre: ¡¡¡Me abuuuuuuurrrrrro!!! Cierto es que el tiempo es relativo y que a medida que cumplimos años nos da la sensación de que esos días pasan más deprisa, cuando realmente van al mismo ritmo que los de antaño. Las responsabilidades van en aumento con esos años que vamos sumando al calendario y llegan instantes en los que tengo la sensación de estar programada como una autómata, con todas las franjas de mi rutina marcadas, incluso a veces aquellas de ocio y esparcimiento. Y ahora, cómo no, echo de menos aburrirme.

Ayer regresé de uno de esos encuentros de ocio que tanto necesitamos para oxigenarnos la cabeza y, antes de llegar a casa, propuse romper con lo que teníamos previsto, que no era otra cosa que bañar a las niñas, darles la cena, ducharme yo, revisar algunas cosas para el lunes, escribir este post... Y en vez de ir directos a casa, viendo también el fantástico día que hacía, pensé en que me apetecía un baño en el mar. Un baño rápido, apenas el tiempo suficiente para refrescarnos un poco y volver de nuevo a lo previsto.

Durante aquel baño, mientras me secaba al sol, me quedé mirando al frente; de esas veces que miras al frente pero realmente no estás poniendo atención a nada de lo que ves... Cuando volví en mí me di cuenta de que hacía mucho tiempo que no paraba un instante, que no detenía esta máquina voraz del día a día que te engulle sin apenas resistencia por tu parte.

Parar. Simplemente parar. Sin necesidad de nada más. Ni siquiera para pensar, no es necesario. Parar por la simple satisfacción de no tener nada que hacer, ninguna obligación al menos durante unas horas.

Y no me quejo de las obligaciones caseras y familiares, no. Es este mundo absurdo en el que estamos inmersos, este mundo de la competitividad laboral, este mundo en el que si no te ofrecen un puesto de trabajo mejor remunerado, aunque realmente no vayas a aceptarlo porque en el tuyo estás bien, no eres un profesional cualificado. Trabajar no nos ennoblece como personas, como defendí desgañitada ante un compañero hace décadas; ni siquiera tiene por qué hacer que nos sintamos realizados, aunque trabajar en lo que te gusta es siempre mucho mejor.

Creo que debemos parar. Simplemente parar. El tiempo que puedas. Mirar por la ventana, al frente, al mar, al monte, tal vez, y ver a alguien pasar, o no ver a nadie, pero no pensar en nada. No es necesario.


Volver a la Portada de Logo Paperblog