Portada del nº 223 de Arquitectura Viva.
Me acaba de llegar el número 223, correspondiente al pasado abril, de la revista Arquitectura Viva, en él se publica mi artículo «Parásitos en el paraíso», sobre la arquitectura en la película Parásitos. Es interesante que para ilustrarlo se hayan elegido dos imágenes de la película que unidas dan otro sentido a lo que significan en la narración cinematográfica, en la revista parece que los dos jóvenes de la foto de la izquierda, que están en un modesto cuarto de baño, están fotografiando con sus teléfonos móviles la lujosa casa de la imagen de la derecha, como si fuera -y así es en la película-, su objeto de deseo, sin embargo, en Parásitos están mirando las pantallas buscando una red que les de cobertura para poder tener Internet y aún no conocen la mansión en la que se desarrollará la mayoría del argumento. Este artículo lo acabé unos pocos días antes de esta situación de confinamiento que estamos viviendo, como si hubieran pasado muchos años, recuerdo que en ese momento todavía era insospechable lo que podría ocurrir y hoy posiblemente hubiera sido inevitable hacer una alusión a la vida en el interior de las casas. Como ya he hecho en otras ocasiones, copio los dos primeros párrafos de mi artículo: En 1925 el arquitecto y escenógrafo cinematográfico, Robert Mallet Stevens, escribió que en el cine, “la arquitectura actúa”, es otro actor. Desde entonces, han aparecido en las pantallas muchos edificios cuyo papel en el argumento es tan importante como el de cualquiera de los actores, los más recientes, las viviendas de los protagonistas de Parásitos, dirigida por Bong Joon-ho el año pasado, pero no deben olvidarse otros, como las dos notables residencias creadas para Mi tío, dirigida por Jacques Tati en 1957. A pesar de las diferencias de todo tipo, sobre todo por el dramatismo de la película coreana y la comicidad de la francesa, están relacionadas: en las dos hay familias ricas, los Arpel y los Park, compuestas por personajes insustanciales y artificiosos, que poseen modernas mansiones, unifamiliares aisladas, y que alardean de ellas ante sus amigos, mientras celebran fiestas en sus jardines; además en ambas casas se introducen personas de otra clase social, el señor Hulot y la familia Kim, que alteran las funciones del espacio arquitectónico. Lo siento, pero si quieren seguir leyendo este artículo, tendrán que comprar la revista, porque la cultura, aún más que otras actividades, hay que pagarla.