Revista Opinión

Parece que Trump tiene un problema: escena que no puede ignorar

Publicado el 18 octubre 2025 por Norelys @norelysmorales

Norelys Morales Aguilera.- Este 18 de octubre de 2025, Estados Unidos amanece con una escena que no puede ser ignorada: millones de personas ocupan las calles en los 50 estados bajo una consigna tan contundente como simbólica: “No Kings”. No es una protesta más. Es un mensaje directo al presidente Donald Trump: la ciudadanía no está dispuesta a tolerar lo que percibe como una deriva autoritaria del poder ejecutivo.

Quienes se movilizan hablan de la necesidad de defender la Constitución. El color elegido para representar la resistencia pacífica es el amarillo, y lo hacen no solo en las grandes ciudades como Washington, Nueva York o Chicago, sino también en pequeños pueblos donde rara vez ocurren manifestaciones políticas de alcance nacional. A ello se suman concentraciones en ciudades de Europa y América Latina, en un fenómeno de solidaridad transnacional que no se veía desde las marchas mundiales contra la guerra de Irak en 2003.

Parece que Trump tiene un problema: escena que no puede ignorar

Lo que está en juego no es solo la figura del presidente, sino la idea misma de democracia en Estados Unidos. Las pancartas hablan de derechos civiles amenazados, de deportaciones masivas, de uso desmedido de fuerzas federales contra manifestantes, del debilitamiento institucional. Los organizadores de esta jornada lo dicen sin rodeos: “Estados Unidos no es una monarquía. No tenemos reyes”.

Y sin embargo, el mensaje de fondo va más allá de las formas. Es un cuestionamiento directo a la concentración de poder, a la imposición del miedo como estrategia política, a la transformación del adversario en enemigo interno. Trump, que ha basado su identidad política en dividir para gobernar, se enfrenta ahora a un espejo gigantesco: cientos de miles de ciudadanos alzando la voz al mismo tiempo, en múltiples husos horarios, declarando que la autoridad presidencial tiene límites.

Estas manifestaciones no son violentas. Son masivas. Se parecen más a una vigilia cívica que a un estallido espontáneo. Y ese es quizá el verdadero problema para Trump: lo que ocurre hoy no es un impulso pasajero, sino una articulación nacional de oposición. Un ensayo general de resistencia sostenida.

Todo indica que el presidente ya no se enfrenta a la crítica de élites políticas o medios tradicionales; se enfrenta a algo más profundo: la percepción de que está rompiendo el pacto social fundacional de Estados Unidos. Ese pacto que dice que nadie —ni siquiera el presidente— está por encima de la ley.

Los imperios no caen cuando los desafían desde afuera, sino cuando los cuestionan desde adentro. Hoy, millones de estadounidenses repiten una frase tan vieja como la república misma: no somos súbditos. Ese es el problema de Trump. Y apenas comienza a hacerse visible.

Participación estimada (*)

- Más de 2.600 eventos registrados en los 50 estados.

- Participación estimada: entre 4 y 5 millones de personas a nivel nacional.

- Ciudades con mayor concentración: Washington D.C., Nueva York, Chicago, Los Ángeles y Atlanta.

- Presencia internacional: manifestaciones solidarias en Londres, Madrid, Ciudad de México y Buenos Aires.

Reacciones desde el gobierno de Trump

- Funcionarios de la Casa Blanca calificaron las protestas como “acciones organizadas por radicales antiestadounidenses”.

- El presidente Trump afirmó en redes sociales que “Estados Unidos es fuerte porque tiene un líder fuerte”, minimizando las manifestaciones y sugiriendo que representan a “minorías ideológicas”.

Voces de la oposición

- Líderes demócratas compararon la jornada con “una defensa colectiva de la Constitución”.

- Elizabeth Warren declaró: “El pueblo ha hablado con claridad: no aceptaremos un poder sin límites”.

- Líderes independientes y organizaciones de derechos civiles denunciaron el uso de recursos federales para vigilar protestas pacíficas.

Estas cifras y declaraciones confirman que la movilización no es marginal, sino un termómetro del clima nacional. Lo que comenzó como protesta se está configurando como un movimiento político sostenido, con capacidad de presionar el debate legislativo y condicionar el futuro inmediato de la administración Trump.

Lo sucedido este 18 de octubre revela algo más profundo que una protesta masiva: expone una fractura en la legitimidad política del presidente Trump y abre un nuevo capítulo de confrontación entre ciudadanía y poder. Las cifras no solo hablan de cantidad, sino de convicción colectiva. Las reacciones oficiales confirman que el gobierno percibe esta movilización como un desafío directo a su autoridad. Mientras millones proclaman que Estados Unidos no tendrá reyes, el verdadero interrogante que emerge es si la presidencia de Trump podrá sostenerse sin responder a esta ola de resistencia cívica que ya no puede ser ignorada.

* Los datos fueron suministrados por IA



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