El otro día estuve viendo “Noé” la última película de Russell Crowe. Dejando a un lado lo malísima que es, que si vas pensando verle como en Gladiator, vas lista y que, además, dura 2 horas y 10 minutos de martirio continuado, hay que reconocerle que el manejo que hace del martillo y del serrucho es de auténtico profesional. Pedazo de barca que construye con sus manitas y su tricotosa.
¿Os acordáis de la que se montaba en casa cuándo había que cambiar una lámpara, colgar un cuadro, etc? Joder, parecía la obra del escorial. El proceso era más o menos así:
1.- Después de 6 meses rogando cada fin de semana que colgara el cuadro (por ejemplo), por fin, llega el día. Te avisa un lunes para que vayas a comprar tacos del 6 y clavos del mismo tamaño.
2.- Limpias las herramientas y compruebas que “el manitas” tenga todo lo necesario, no vaya a ser, que por falta de suministros, lo vuelva a retrasar otros seis meses.
3.- Llega el día X, se levanta, hace estiramientos y algo de yoga para mentalizarse.
4.- Te pide que le lleves la caja de herramientas, la escalera, el taladro, el nivel, el lápiz, el metro y el cuaderno, ¿falta algo?
5.- Se pone a taladrar, mete el taco, el clavo y listo.
6.- Se va a tumbar porque está agotado.
7.- Tú recoges todo, pasas la aspiradora, pasas la fregona y limpias el polvo por todas partes porque la habitación ha quedado como una zona de guerra.
8.- Le llevas una merecida cervecita.
No sé, que vi Noé y me acordé del bricolaje casero. Actualmente, procuro hacer yo solita todas esas cosas, buscando tutoriales en Google, ¿quién necesita a un manitas?. Lo mismo te enseñan a descamar pescado, hacer una trampa para cucarachas que a decapar un mueble. Viva San Google!!!
Mi razonamiento es: si hasta el hombre más inútil es capaz de hacer este tipo de cosas, no debe de ser tan difícil, no?