A los otras reclusas les gustan mis dibujos. Los hago sobre las paredes, desconchadas y feas, como las de todas las prisiones del mundo. Me pinto los labios con carmín, los embadurno abundantemente hasta que quedan espesos y tentadores. Después beso la pared y dejo impresa una marca roja y estriada que se convierte en boca, y alrededor de ella, con el lápiz de ojos, esbozo la forma de una cara, trazo el pelo, los brazos; todo el cuerpo va saliendo de la punta oscura, con esmero y paciencia. Finalmente, cuando está completo el dibujo de una mujer, escribo debajo su nombre y cuento su historia.
Anuncios &b; &b;