Anna me ha pedido que explique la experiencia de mis partos en casa, a mí siempre me gusta remontarme al origen para explicar las cosas y en este caso el origen es mi propio nacimiento, nací en una casa hecha de barro y paja por mis padres.En una tarde de otoño con una tormenta impresionante, mi madre con contracciones, rompió la bolsa cuando fregaba el suelo de rodillas, para que cuando vinieran las vecinas a verme lo encontraran limpio, el suelo era de tierra prensada. Ahora diríamos que era una casa ecológica, las mujeres fregaban así el suelo, allí era lo habitual. Como también lo era parir y nacer en casa. Nadie se planteaba otra cosa, como los animales paren en su hábitat, hace 50 años, las mujeres en España también lo hacían en sus casas. A mi madre en el parto le a acompañó la vecina, era una mujer que tenía una vaquería y acompañaba a las vecinas que parían, yo he hablado con ella para ver que hacían, tenían un cordón de algodón preparado para atar el cordón umbilical, cada mujer tenía el suyo preparado con antelación, tenían unas tijeras y ella en concreto aguantaba el candil para dar luz. No hacían nada, solo ayudaban a la madre a coger al bebé y ponérselo encima. Y con la salida de la placenta. Enseguida llegó mi padre de trabajar en el campo y mis hermanos y mi hermana que estaban jugando en casa o en la calle. Los niños y las niñas del pueblo esperaban en la puerta de la mujer que estaba pariendo, en cuanto nacía el bebé entraban a verlo y compartían la comida que preparaban para la mujer que había parido. Yo tengo recuerdos de estar en la puerta de las vecinas jugando y de las imágenes y sensaciones al entrar en la casa, ropa limpia, blanca planchada, con olor a romero y a flores incluso ver la placenta en una palangana, y sobre todo ver al bebé y a la mamá en la cama, los bebés preciosos, mojados aún, mamando en la teta y la madre con una cara de satisfacción y alegría inmensa. Todas las mujeres parían así sencillamente, yo era la cuarta y mis hermanos y hermana habían nacido en casa, así como toda la familia.
A los niños y niñas nos daban frutas, a veces pastas que habían preparado y chocolate, era una celebración, una fiesta.Era algo tan normal, tan cotidiano, como la propia vida. No había temor, ni sensación de peligro, solo de espera paciente y de júbilo y alegría al compartir. Todas mis tías han parido en casa, todos mis primos han nacido en casa, mi madre que actualmente tiene 86 años no recuerda que a ninguna mujer ni a ningún bebé les pasara nada en el parto. Tenían un concepto de normalidad en parir y nacer absolutas.Mi familia vino a trabajar a Barcelona, en los años 70, formábamos parte de la inmigración del sur.
Cuando acabé de estudiar bachillerato decidí estudiar enfermería, cuando hice las prácticas en una clínica privada de Barcelona me tocó estar en una planta de puérperas y asistían partos.Quería estar en un parto, me hacía mucha ilusión, y no me dejaban, decían que había mucho trabajo, así que un día, cuando acabé mi jornada laboral, me quedé voluntariamente para ver un parto. Fui a la habitación de la mujer que tenía que parir, estaba gritando desesperada, se quería arrancar el suero e irse para su casa, yo me quedé perpleja. Estaba de observadora. Llamarón al anestesista, la llevaron a paritorio, la colocaron en postura litotomía, le ataron las piernas a las perneras con unas correas de cuero, le pusieron un enema de limpieza y una cuña debajo del sacro, ella lloraba desesperada, le dijeron:
-Ahora si quieres la anestesia?Ella dijo:-Sí, hacer lo que queráis.
A la mujer la durmieron con pentotal, un profesional le hizo una maniobra de Kristeller, y el obstetra sacó al bebé con un instrumento, una ventosa. Antes hicieron una amplia episiotomía.La mujer siguió durmiendo durante horas y al bebé lo llevaron a la nursería.Yo me quedé estupefacta, no entendía por qué hacían una cosa tan horrorosa a la mujer, para mí era como una tortura muy cruel, y además sin sentido.Mi reacción fue pensar que tenía que existir otra forma de parir, de nacer, yo había vivido otra manera, aunque en aquel momento no era consciente.En ese mismo momento entre lágrimas y sollozos y no precisamente de emoción como yo hubiera esperado y deseado, sino de rabia, de impotencia, de desesperación, me prometí a mi misma que yo cuando pariera no me sometería a ese tipo de tortura y que a mi criatura tampoco la expondría.Esta experiencia la expliqué a mis amigas y amigos, tuve la suerte que una amiga fue a Francia y me trajo un libro que había escrito Frederic Leboyer, Nacimiento sin violencia. Me gustó mucho, alguien en el mundo también se planteaba que el nacimiento podía y tenía que ser de otra manera de cómo se realizaba en los hospitales en los años 70 y 80.Me empecé a interesar por el tema del parto desde muy joven, siempre había pensado tener hijos y quería que fuera de una forma familiar, en un lugar intimo, acogedor, alegre, como yo lo había vivido en mi propio ser.
La decisión de ser madre la tomé de muy joven, ya sentía la necesidad como un deseo imperioso de gestar, de parir, de criar a mis criaturas.Cuando decidimos con mi pareja tener un hijo surgió la duda, el parto donde? Como? con quién?
Mi pareja decía que en la mejor clínica privada de Barcelona, yo decía no allí precisamente no. No quería ni para mí ni para el bebé, lo que yo había visto. Para entonces yo trabajaba como enfermera en una clínica y casualmente mi compañera de noche era una matrona, vimos una revista en la que aparecía un parto en casa, y yo dije a la compañera comadrona:-Así quiero parir yo como esta mujer.Ella me dijo que estaba en un grupo llamado Parts a casa de Barcelona y que conocía a la mujer que salía en el reportaje.Me puso en contacto con ella, era un poco tarde, yo estaba ya de siete meses y no sabía si podría hacerlo en casa, habían intentado contactar con alguna matrona que me asistiera sin éxito.Al final sí que pudo ser, preparamos todo lo necesario, fuimos a las reuniones semanales del grupo y con la ayuda de Isabel Villena y su equipo tuvimos a nuestra hija en casa.
Me pasé de fecha, pero nadie le dio importancia, esperamos tranquilamente que me pusiera de parto. Durante la gestación, yo me preparé haciendo yoga y con las reuniones semanales que hacíamos.
Un día rompí la bolsa a las tres de la mañana, avisé a mi compañero que muy sabiamente me recomendó dormir hasta que tuviera contracciones. Por la mañana tenia contracciones muy suaves, la barriga se me ponía dura y perdía líquido. No me dolía nada. Yo esperaba sentir dolor y al no ser así automáticamente pensé que no estaba de parto.
A media mañana avisé que había roto la bolsa, por la tarde me hizo un tacto y ya estaba de seis centímetros. Seguía con mis contracciones pero no tenia dolor. Hablé por teléfono con una amiga que tenía en la Gomera y había venido al parto pero se fue sin poder estar. Estaba en dilatación completa cuando hablaba con ella.
Hice una ecuación, si yo había dilatado y no había tenido dolor, seria que el dolor se sentía durante la salida del bebé. Eso me bloqueó. Mi pareja me ayudó recordándome que la niña quería nacer. Me emocionó verlo al él emocionado y me lancé.
En realidad tampoco me dolió el expulsivo, sentía sensaciones extrañas, que no había sentido nunca pero estaba muy tranquila, mirando cómo salía el bebé en un espejo, fue maravilloso, la salida del bebé para mí fue el mayor éxtasis que nadie puede tener. Fue un parto sencillo, intimo, con mis amigas y amigos en casa, cuando nació mi hija nos emocionamos todas y todos pero sobre todo yo, durante una media hora no podía articular palabra solo gritaba de emoción, era un milagro, era un éxtasis. Era un inmenso placer compartir el nacimiento de mi hija con mis seres más queridos. Hicimos una fiesta, celebramos con pastas y cava. Todo fue júbilo, mi hija nos miraba a todas y a todos con tranquilidad, se cogió a la teta cuando quiso, no se separó de mí, cortamos el cordón cuando dejó de latir.
Cuando mi hija tenía un año y medio nos comunicaron que el Grup de Parts de Barcelona pasaba a formar parte de la Cooperativa Tascó con el normbre de Titània, dones per la salut.
Fuimos a la inauguración, mi compañero Rafa, mi hija Alba y yo. Era una tarde del mes de octubre de 1985 estaban en un piso en la Gran Via de les Corts Catalanes de Barcelona.Estaba el panadero que hacia el pan integral con horno de leña, la primera tienda de productos ecológicos de Barcelona, una casa de reposo a la Plana, había artesanos y también profesionales de la salud.Cuando tuve mi segundo embarazo, nos dirigimos a Titània, la primera entrevista la hicimos con la doctora Maria Fuentes, estaban asistiendo ella y el doctor Tony Brito.Hicimos las visitas, hicimos la preparación en grupo y parimos a nuestra segunda hija en casa. Al parto vino el doctor Tony Brito, y la comadrona Maite Gomez, el parto fue muy bien, rápido, era una niña muy grande y salió sin dificultad y yo sin un punto de sutura en mi periné. Fue una fiesta, con mis amigos y amigas, con mi hija mayor en el parto, haciéndome masajes, acariciando al bebé cuando nació, lo recuerdo con tanto jubilo, tanta alegría, risas de placer que creo que decidí ser comadrona porque mis partos fueron fáciles, alegres que firmemente pienso que el lugar ideal para parir es el que cada mujer elija, donde le respeten lo que ella decida, acompañada de sus seres queridos, libre de miedo, con confianza en ella misma y en el proceso.
Desde que tuve a mi primera hija en casa colaboré con las personas que trabajaban en el parto en casa, primero observando y aprendiendo, después ayudando en la medida de mis posibilidades. Estuve en colaboración con los profesionales de la Cooperativa Tasco, acompañando comadronas como Maite Gómez, hasta que se fue a vivir a Andalucía, después vino y conoci a la doctora Montse Catalán, yo la acompañé cuando ella empezaba a asistir partos en casa en Titània, ella había hecho la formación hospitalaria y yo conocía bien como iba la asistencia en casa, por mis años acompañando a las mujeres y profesionales de partos en casa.
Decidí hacerme comadrona para asistir partos como y donde las mujeres quieran, por ese motivo durante años he asistido en casa y en hospital. Cuando acabé mis estudios de comadrona estuve unos años asistiendo partos en casa y también en un Hospital de 3r nivel, estaba convencida y lo sigo estando, que las mujeres tienen derecho a parir donde ellas decidan y también de ser atendidas por profesionales que les respeten su proceso.Después de unos años decidí asistir partos solo en casa, porque creo que en casa tanto las mujeres como las comadronas tenemos más poder de decisión, más libertad para actuar y porque me siento más segura y me gusta más trabajar en los partos en casa. Creo que así puedo dar más oportunidades a las mujeres que optan por parir en su casa ya que hay pocas comadronas que se dediquen.En el hospital cada vez es más difícil respetar los deseos de la mujer, es agotador tener que dar explicaciones de cosas que para mí son tan obvias como la postura, el respetar el ritmo de las contracciones, en las instituciones hospitalarias existe un orden jerárquico que choca frontalmente con la libertad de la mujer y de la comadrona. Hay mucho trabajo a realizar en el Hospital, para que llegue a ser un lugar idóneo para el parto de las mujeres y el nacimiento de los bebés.Si bién es cierto que se ha avanzado en algunas cosas, el paritorio sigue en algunos casos siendo ese lugar de tortura para mujeres y bebés que no han hecho nada para merecer ese trato.En mi etapa de comadrona en Titània he tenido muchas compañeras pero con la que llevo más tiempo es con Tere Gonzalo, las dos estudiamos juntas, empezamos juntas y tanto es así que la gente se confunde y nos cambian el nombre. Me dedico a asistir partos en casa porque creo que igual que los demás mamíferos el lugar más idóneo para parir es el propio hábitat. Es donde nos sentimos seguros y seguras, es nuestro hogar, nuestro rincón, allí donde hemos compartido y vivido momentos muy singulares con nuestros seres queridos.Creo que el lugar donde nace un bebé tiene que ser también su entorno, allí tiene más probabilidades de encontrarse con los gérmenes y bacterias amigas, su madre ha hecho recolección de información y le ha pasado anticuerpos para que cuando nazca esté preparado para ese lugar, un nacimiento fisiológico es el mejor regalo que se puede hacer a un bebé. Un recibimiento amoroso por parte de su madre, el piel a piel, la teta, el calor, el amor de sus progenitores, familiares y amigos.Como profesional poder contribuir a un parto fisiológico y un nacimiento gozoso me llena de satisfacción, por eso asisto y acompaño a las mujeres, a las parejas y a los bebés que deciden parir y nacer en casa.Cuando me llaman tengo muchas ganas de llegar y ver cómo está todo. Una vez llego y compruebo que la madre y el bebé están bien siento mucha tranquilidad, es como si el tiempo se hubiera detenido, todo lo que existe fuera no tiene importancia, solo existe para mí el parto, la mujer, su pareja, los acompañantes la criatura que va a nacer. Siento una armonía con la mujer, a veces una identificación, puedo entender lo que necesita a veces antes de que lo pida, estoy tranquila y alerta. A veces me han dicho que como un capitán de un barco, mirando las contracciones como olas que van viniendo y queriendo llegar a buen puerto, que nada perturbe el viaje, que nada lo desvíe de su destino.Intentando transmitir serenidad, tranquilidad, que todo lo que acontece está dentro de la más absoluta normalidad.A veces la mujer necesita que le dejen hacer y otras necesita una mirada, unas caricias, unas palabras de ánimo. Necesita saber que creemos en su capacidad, que ella sabe y puede.Para mi es un privilegio poder conocer personas tan especiales cada una, relacionarme con ellas, adentrarme en sus vidas, en sus casas, en sus acontecimientos tan especiales, se crea un vinculo de por vida, me gusta relacionarme, ayudar a que consigan su propósito de acoger una vida en las condiciones que ellas y ellos elijan.Poder compartir esos sentimientos, esas dudas, esas alegrías o tristezas por su frustración, es un trabajo muy creativo, muy diferente cada día, nunca sabes donde estarás ni con quien acabaras el día, podría hacer un mapa de Catalunya de los partos asistidos, en cada pueblo, en cada casa, en cada familia. Tan diferentes como son las mujeres, los hombres y los bebés.
P.D.- Quiero agradecer a Pepi Dominguez, comadrona, por compartir conmigo el relato de sus partos en casa, así como sus experiencias como comadrona atendiendo partos en casa.