Revista Diario
8 de la mañana. Te detienes en el Pont Neuf. Tu mirada acaricia las aguas del Sena. Tus pulmones hacen un esfuerzo denodado por captar hasta el último átomo de oxígeno. Tus sentidos no pueden creer estar ahí. ¡Cuántas veces viste en papel el paisaje que tus ojos ahora palpan! Tu príncipe se encuentra a tu lado. Tu cámara cuelga de tu hombro. Sacas cuarenta fotos en tres minutos; estás decidida a meter toda la hermosura de la ciudad dentro de tu cámara para llevártela a tu casa.
11 de la mañana. Te encuentras con esa dama cuadrúpeda que mide 324 metros. Tus pupilas se llenan de lágrimas. Sacas fotos desde todos los ángulos. Tu príncipe te dice: «¡vamos!, ¡subamos!». Mientras abres el diafragma para desenfocar el fondo le pides que te dé unos minutos. Él se pone en la cola para comprar el ticket. Tú buscas algún remache de la torre que no haya sido fotografiado. No lo encuentras. Con cada foto que sacas la cara de tu príncipe se vuelve más adusta.
2 de la tarde. Caminas por Montmartre pensando que la belleza del lugar te compensa por tener que fotografiar bajo la tediosa luz del mediodía. A tu cámara y a ti todo os llama la atención: los artistas callejeros, las estrechas calles, las vidrieras/los escaparates de las pâtisseries, la basílica del Sacré-Coeur. Con tu cámara os perdéis en la arquitectura romana y bizantina de la basílica, tanto en la exterior como en la interior. Perdidas seguís cuando escucháis una voz lejana. Te das cuenta de que el sonido proviene de las cuerdas vocales de tu príncipe: está ahíto de frenar cada dos pasos para esperarte. Le sonríes. Le das un beso. Sabes que tu hobby a veces se apodera de ti. Te disculpas.
5 de la tarde. Cuando cruzas el Pont Alexandre III, tu cámara y tú os volvéis locas, locas de esas que están perdidas y encontradas. Tu príncipe te pregunta: «Letzy: ¿tienes que sacar tantas fotos?». Tú le aseguras que no «tienes», sino que «necesitas» sacarlas. Él apura el paso porque quiere llegar al Grand Palais des Beaux-Arts, tú te detienes para bajar la velocidad de obturación pues quieres jugar con la estela de un Bateau Mouche que está ahí, en el río, solo para ti.
8 de la noche. Conmover es el verbo que estás buscando, y como lo has encontrado, puedes expresar lo que sientes: «esta ciudad me conmueve». Querrías meter ese sentimiento dentro de tu cámara, para así, llevártelo también a tu casa. Estás en la Place de la Concorde. Posas tus ojos en la punta dorada del obelisco de Luxor, acto seguido, lo miras objetivo de tu cámara mediante. La foto te sale movida, no hay suficiente luz y dejaste el trípode en el hotel. Tu príncipe te mira con ojos harto malhumorados. ¡Y sí! ¡Tiene razón! Difícilmente podrás captar el alma de París en alguna de tus fotos...