Revista Cultura y Ocio

Paris-Austerlitz. Rafael Chirbes

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Paris-Austerlitz. Rafael Chirbes
     "Bromeaba, le tomaba el pelo, me reía mientras caminábamos por le sendero de grava. Se prestaba al juego. Colaboraba buscando alguna anécdota divertida que hubiéramos compartido. Se le animaban los cortos pasos de viejo. Las tardes en que me acerqué a verlo al Hôspital Saint-Louis parecía que cicatrizaba la herida que habían dejado nuestros desencuentros (maintenant, on s'aime comme des bons, amis), y que incluso quedaba en suspenso la enfermedad."
     Pocos motivos me restan de dar tras lo dicho en este espacio sobre Chirbes, para justificar la lectura del libro de hoy. Hoy traigo a mi estantería virtual, Paris-Austerlitz.
     Un hombre, ya en Madrid, echa la vista atrás para recordar cómo hace años huyó de su familia a Paris, para pintar, y conoció a un hombre maduro del que se enamoró. Michel, se llamaba, de origen más humilde que él, sólido como un bloque de madera, obrero, que lo cobijó en sus brazos y su casa en la época en que más lo necesitó. Michel amparó a este joven apoyándolo de todas las formas posibles, mientras la relación avanzaba por los caminos del amor y de la pasión hacia las fisuras y las grietas entre paseos y bares. Y lo hace partiendo en su relato de una visita al hospital en que Michel se encuentra ingresado, víctima de lo que se diera por llamar "la plaga", el sida.
     Las novelas póstumas entran dentro de ese territorio tan complejo como emocionante para el lector. Por un lado tenemos la duda de si el autor quiso realmente que se publicara, si estaba finalizada la obra y acaso ya se estaba revisando, o pertenece a uno de esos manuscritos que aparecen el los cajones porque la mano que dio forma a ese texto, decidió que no tendría que llegar a las librerías. O tal vez ni siquiera llegó a concluirlo, por una de esas cosas que tiene la vida. Entonces, fallece su autor y, al cabo de unos meses, vemos un nuevo título y dudamos aún sabiendo que lo leeremos en el caso de estar firmado por uno de esos nombres que seguimos desde hace años. Nos dice Anagrama, que la novela comenzó a escribirse allá por los noventa, y que tras años de escribir y borrar, quedó finalizada apenas unos meses antes de que Chirbes falleciera. Y yo decido creérmelo, y me embarco en su lectura para descubrir un texto escueto, como ya lo hiciera el autor otras veces, directo, y muy pulido, certero, preciso.
     Esta vez el autor no hace una crónica social, o tal vez sí pero de hace unos años. Ese momento en que el sida era casi un tema tabú, y la gente lo veía como una sentencia segura mientras se buscaba en la piel algún signo de padecerlo. A través de un narrador honrado, nos deja un relato, una novelita, en la que se desgranan las fases de una relación que comienza con el ardor de la pasión enfebrecida y se enfría sin remedio camino de una caducidad ya vivida en el caso de Michel, en otras ocasiones. Y sin embargo es el narrador el que nos interesa, porque será él quien hable de sentimientos, de seguridad y progresivo alejamiento. Iremos con él por los bares, dándonos cuenta de que el relato que nos hace de quien fuera su pareja no termina de ser del todo justo, como si de algún modo estuviera quitándose una carga por lo sucedido, y lo hiciera palabra a palabra. Un relato que toma consistencia rápidamente a ritmo de frases cortas y directas, en el que se irán desnudando las verdades que en su momento no quiso reconocer, como la diferencia de clases, y las excusas que jamás expresó como tales en el momento de la enfermedad.
     Me ha recordado en sus formas a la ya lejana Mimoun, a la que siempre recordó Chirbes por ser su entrada al mundo literario. Esta vez tenemos una historia intimista, de pasiones y oscuridad, de soledad, de hombres marcados por sus vidas y diferencias. Una novela que a ratos desgarra, en la que la enfermedad parece transformar la concepción de los sentimientos, y es ahí donde su narrador se desnuda totalmente dejando ver esa parte que siempre se oculta; el miedo.
     Madrid-Chamartín, Paris-Austerlitz dicen en un momento determinado en el texto: como estación de partida y de llegada. Donde empieza y  quizás también donde comenzó a terminar. Como símbolo y como legado póstumo para los lectores amantes de las letras de Chirbes, que nos acercamos sabiendo que ofrece pocas concesiones y mucho sobre lo que reflexionar. Y descubrimos a un Chirbes que nos sorprende y a otro, al de siempre, que sigue ahí.
     Y vosotros, ¿qué opináis de los libros póstumos, cada vez más frecuentes?
     Gracias

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