Vas por primera vez París como si fueras a un sitio al que ya conoces bien. Suele pasar. Al otro lado del charco, y en otros rincones del mundo, estamos inundados de tantas imágenes de la Torre, el Sagrado Corazón o Nuestra Señora que ya parece que conocemos hasta sus mínimos detalles de tanto que las hemos visto. Pero en fin, hay que vivir la experiencia. París es París y si hay la oportunidad de pisar sus calles, ¿por qué no tratar de disfrutarlo? Total, siempre hay algo nuevo por descubrir incluso en la más turística de las ciudades.
Arco del Triunfo. París - Francia
Es una lástima pero mi primer recuerdo de la capital gala tiene que ver más con apuros fisiológicos: la incomodidad de no encontrar un baño público (brillan… por su ausencia) donde aliviarse los aprietos a los que nos somete la vejiga. Y como una cosa lleva a la otra la ausencia de baños redundaba en una profusión de olores nada santos: había lugares que apestaban tanto a orines -sobre todo algunos paseos por la orilla del Sena- que hacían que el ambiente fuera irrespirable. No se tome esto como una verdad irrefutable, puede ser que haya estado distraído y embelesado mirando la arquitectura parisina y no me haya percatado que había baños públicos en mis narices. Aunque, lo dudo….
Torre Eiffel. París - Francia.
El segundo recuerdo no tiene nada que ver con lo fisiológico aunque podría haber llevado a ello, pues viene con susto: ¿no conté nada sobre la salvaje que casi nos atropella? Bueno, íbamos al cementerio de animales de Asnières (del que pienso escribir una entrada) y al cruzar por una intersección de avenidas, cuando la luz verde nos lo permitió, apareció salida de no sé qué rincón invisible un coche oscuro que arremetió y frenó a escasos centímetros de nuestras piernas. La conductora nos miró indiferente y luego continuó tan campante. Debo enriquecer mi vocabulario francés por mi cuenta, en la escuela de idiomas no me enseñan lo más procaces insultos que pudieran ser de buen uso en casos como este. Ni en mi ciudad de nacimiento, Lima, donde los coches son conducidos por verdaderos serial killers y el desprecio por la vida del peatón es moneda corriente, tuve una experiencia semejante. El tráfico en París es espantoso y apurado; y los peatones tienen muy poco respeto por las señales de tránsito. Y, por si fuera poco, también hay riesgo de ser arrollado cuando se trata de compartir aceras y avenidas con otra gente pues una gran parte de ellos no se dignan en darte permiso o te golpean sin más. Lo he visto en las galerías y sobre todo en el metro, bastante desangelado, dicho sea de paso. Otra cosa que me llamó la atención es la cantidad de mendigos que hay en las elegantes calles del centro; sin ánimo de exagerar creo que París debe ser la ciudad europea con más indigentes que yo conozca. No sé cómo andará la política de ayuda a este tipo de gente pero me temo que no debe ser gran cosa sabiendo que la derecha, aquí y acullá, se ha puesto cada vez más radical en cuanto a recortar caridad.
Vista del Sena. París - Francia.
La jardinería francesa es, junto a la italiana y a la inglesa, de las más famosas y de las que más ha influido en todo el mundo. Teniendo en cuenta esa idea pensé que iba a encontrar explosiones de colores y hermosos jardines en todo los rincones de París pero grande fue la decepción cuando vi que los parques, aunque extensos, cosa que se agradece porque así uno se evade por un largo tiempo del apuro con que allí se vive, no eran tan primorosos y apenas si tenían flores… y eso que ya había empezado la primavera. Con excepción del alguna que otra, el Jardin du Luxemburg, por ejemplo, no había ese esmerado cuidado que tienen los jardines londinenses, si se me permite la comparación. Muchos de estos espacios verdes estaban vallados y no se permitía a los paseantes sentarse sobre el césped cosa que me sorprendió pues en Londres uno podía comer y tomar el sol hasta en el mismo parque que se ubica frente al Big – Ben. El único lugar en que vimos a gente tirada sobre el césped disfrutando del día era en el parque que antecede al Louvre, viniendo desde las Tullerías.
Jardín de las Tullerías. París - Francia.
Y, para empeorar las cosas, la gran mayoría de plazas tenían siempre una construcción en obras o sus fuentes estaban rodeadas de esas cintas plastificadas que te avisan que allí se está remodelando, cosa que te afeaba las fotos; esto último no está mal, obviamente hay que mejorar los monumentos y embellecerlos… pero, ¿por qué todos al mismo tiempo?
Museo del Louvre. París - Francia.
Nada halagüeño la introducción que hago sobre París, ¿no? Bueno, tampoco es que todo haya sido tan malo. Tanto mundo, tantas cosas, tantas maravillas hay allí que sería mezquino no reconocer que la ciudad es fascinante y te crea una especie de adicción: cuando más la conoces, más quieres ver, más entrar en ella. Como a todas las ciudades que vamos tratamos de meternos en todos sus rincones a pie; es decir, caminando todo lo que se pueda, principalmente por callejuelas y barrios poco conocidos o adonde el azar nos lleva y nos muestra lugares donde uno no se topa con la hormigueante muchedumbre de nativos y foráneos. Pues bien, en París no íbamos a dejar de lado nuestro modus operandi viajero: craso error, las avenidas parisinas son interminables, larguísimas y muy anchas. Es cierto eso de que París no se acaba nunca. Yo acabé con un pequeño agujero en la suela de la zapatilla. Al menos el tiempo acompañó, disfrutamos de un sol tan radiante que hasta nos dio color pues parecía casi verano. Los parisinos eran los más felices, se entiende, con lo que llueve allí. En todas las terrazas de los cafés la gente dispone sus mesas hacia el sol. Parece que nadie tiene la intención de hablar sino más bien de hacerse compañía mientras que el sol les da de lleno. Es curioso ver cómo en esas pequeñas terrazas entran más mesitas de las que uno podría imaginar. Están todas tan pegadas, tan juntas, que seguro que sería fácil escuchar muchas conversaciones ajenas. Me quedé con las ganas de ver ese París de clima tórrido y algo melancólico que se ven en las fotos de Cartier-Bresson; pero bueno, el sol no estuvo nada mal.
Centro Cultural Pompidou. París - Francia.
Las cosas caras, como era de esperarse. Sobre todo si paseas por lugares muy, muy, muy famosos como Saint-German-des-Pres donde una lata de gaseosa cuesta el triple y donde del ambiente bohemio que alguna vez hubo ya no quedan más que recuerdos. Solo los cafés, con precios prohibitivos, claro. Cosa curiosa, los pocos parisinos con los que pude hablar fueron educadísimos y serviciales; muy lejos de esa fama que les han hecho de que detestan a los turistas y pasan de ti si no pronuncias bien su lengua. Aunque seguro que de estos últimos los hay y en abundancia. Afortunadamente no me crucé con ninguno.
Los bouquinistes junto al Sena. París - Francia.
La terquedad pudo más y, finalmente, caminamos casi todo lo que habíamos planeado pero dejamos en el tintero muchas cosas por visitar o hacer. Y es que 3 días y medio no son suficientes para una ciudad como esta. Y eso que no entramos a ningún museo ni subimos a la Torre porque entre la espera en la cola y la visita se nos iba seguro un día entero. Así que hemos decidido, pese a todo, volver y continuar con la visita por los museos y sitios que no pudimos ver por falta de tiempo. Ya veremos cuándo.
Otra vista del Sena. París - Francia.
Abunda la información sobre París y sus rincones más emblemáticos así que sería ocioso poner aquí algo que se puede encontrar fácilmente en otras páginas por lo que me limitaré a poner fotos y alguna muy breve explicación sobre los sitios visitados. Todo ello no será más que una introducción para cosas de las que en verdad me va a gustar escribir aquí extensamente: dos rutas literarias en las que seguimos las huellas de dos de los más grandes literatos peruanos: César Vallejo y Mario Vargas Llosa; visitas a los célebres cementerios de Montparnasse, Montmartre y el de animales de Asnières (que fue toda una sorpresa); y, finalmente, dos lugares de las que no se habla lo suficiente: el jardín del museo Rodin y el laberíntico barrio de Montmartre.
Plaza e iglesia de St. Sulpice. París - Francia.
Así que allí vamos. Esperamos que esta incursión parisina sea de tu agrado y las imágenes te motiven a tomar la mochila y visitar la vieja París, después de todo, es un sitio al que hay que ir.
Pablo.
DATOS UTILES- Alojamiento: Nos hospedamos en uno de los hoteles de la cadena FORMULA 1. Tiene varios en París, nosotros escogimos el del norte de la ciudad, exactamente el Paris Porte de Montmartre (29, Rue du Docteur Babinski, 75018). La ubicación no era de las mejores pues el hotel estaba en un barrio bastante complicado, nosotros le bautizamos como el “bronx parisino”. Nunca pasó nada aunque vimos cosas muy extrañas. En todo caso, hay otro “Formula 1” en el sur de la ciudad, cerca del cementerio de Montparnasse que una persona que conocemos nos ha recomendado pues está en un barrio más tranquilo. El hecho de que el hotel tenga un mejor precio lo convierte en el favorito de jóvenes que vienen desde otros lugares todos los fines de semana a vivir la noche parisina por lo que puedes tener la mala suerte de que hagan mucha bulla, sobre todo los sábados. El precio de la habitación es de 50 euros la noche y pueden hospedarse 3 personas (no incluye desayuno). En el centro de la ciudad había algunos “hostels” con el mismo precio pero tenían que compartir habitación con muchas personas más, cosa que algunas veces hemos hecho pero como el ahorro no era nada significativo, preferimos pagar lo mismo y tener una habitación solo para nosotros.
- Transporte: Como siempre tomamos un vuelo de Ryanair que aterrizó, como todos los vuelos que van hacia París, en el aeropuerto de Beauvais, a una hora y media del centro de la ciudad. Cosa increíble esta de que te demores más tiempo en llegar desde Beauvais hasta el centro de la Ciudad Luz, que desde Santander hasta la misma París. Desde el aeropuerto salen buses, cada 15 o 20 minutos, hasta la ciudad, exactamente hasta Porte Maillot. El precio del pasaje es de 14 euros, niño o adulto.
- Comida: Bueno, no somos unos gourmets y en cada ciudad a la que vamos, normalmente nos ahorramos el gasto del restaurante yendo a los supermercados a comprar cosas para hacernos unos buenos bocadillos y también algo de dulce y fruta. Por lo tanto, no somos una buena referencia para buscar sitios donde comer. En París la cadena “France Prix” nos pareció bastante buena y tenía alguna que otra oferta. Hay una cerca del hotel F1 en que nos alojamos.