Revista Cine
El miedo a la altura
Por el desierto de Texas camina un hombre trajeado, lleno de polvo, con una gorra roja y un bidón de agua. Desde los ojos de un ave, el director de Paris, Texas -Wim Wenders- describe el paisaje con planos largos y profundos. Entonces, el pájaro se posa sobre una roca e intercambia una mirada con Travis Henderson, el personaje interpretado por Harry Dean Stanton: no hay nadie más en el desierto.
El protagonista camina sin rumbo, se guía por la necesidad de sentirse solo. Ante los obstáculos que se le presentan, siempre se recupera y sigue, paso a paso con sus zapatos roídos, sin la intención de buscar nada o, de encontrar algo. Entonces aparece su hermano, Walt -interpretado por Dean Stockwell- y construye la historia de Travis: primero le da nombre, pues hasta ese momento el protagonista había permanecido mudo; y pasado, un hueco de cuatro años donde no recuerda dónde estuvo o qué hizo. Y, también, futuro: es padre de un niño de siete años llamado Hunter que ha vivido con Walt y su mujer duranto el espacio que Travis ha estado desaparecido.
Harry Dean Stanton encarna en Paris, Texas a un hombre que hulle de sí mismo, aunque poco a poco se da cuenta de un objetivo que él había construido, pero que había olvidado: París, en el Estado de Tejas, una ciudad cercana a Dallas en donde el protagonista tiene una finca. Allí se conocieron sus padres, y en ese sitio quería él levantar su casa, para vivir con su mujer -Jane- y su hijo -Hunter-. Paris, Texas engancha el Travis del pasado con el del futuro para intentar llenar ese vacío de cuatro años en los que el protagonista ha caminado por el desierto.
Pero falta Jane -Nastassja Kinski, hija de Klaus Kinski (en el blog: "Cuando la locura se hizo arte")-, y demostrar a Hunter que su padre puede ocuparse de él. Aún así, entre los silencios de Travis, el guionista cinematográfico crea en el hijo (casualidad: el actor es en la realidad hijo del guionista) un personaje maduro, a pesar de tener ocho años, que no necesita muchas explicaciones y que pone voz y acción a esos silencios de duda de su padre. Esta diferencia de actitud no es gratuita, y Wim Wenders la argumenta con una metáfora: Travis está obsesionado con mantener sus pies en la tierra, por eso viaja a Texas desde Los Ángeles en coche, necesita ese contacto porque tiene miedo de la altura (simbólica, que se refiere a construir realidades futuras e idílicas, como hace su hermano al levantar carteles publicitarios). En cambio, Hunter, no. Él quiere volar en una nave espacial, le apasiona el planeta Tierra, pero visto desde el espacio, como cuando habla del origen del universo (un niño de ocho años explicando la Teoría del Bing Ban): no tiene miedo a arriesgarse y subir a una altura simbólica.
Y sigue faltando Jane para cerrar este triángulo, con una historia todavía vacía. Nastassja Kinski personifica la contradicción de intentar huir de su pasado, pero a la vez mandar dinero a su hijo para su futuro. Además, tiene su trabajo también tiene una carga simbólica para Wim Wenders: se vende en un cabina en la que habla con los clientes, con un cristal mediante, que actúa como espejo para ella, pero que permite que los demás la vean. Es una mujer que sabe y quiere escuchar, las penas ajenas, pero que no quiere afrontar las propias. Y en ese espacio, Travis y Jane, sin mirarse el rostro, se cuentan en una escena memorable sus problemas, su pasado; y se van descubriendo hasta que pueden mirarse a la cara y no avergonzarse de ellos mismos.
Wim Wenders acierta de manera genial con esta narración, porque hasta ese momento la historia era construida por terceras personas, con otros testimonios como son las películas de super 8 que grabó Walt. Travis, en su silencio, se cuenta a sí mismo quién es, para después poder compartirlo con Jane. Y Hunter también ayuda, con lo poco que puede recordar de su infancio: datos e historias que su padre ha olvidado.
Paris, Texas del director germano Wim Wenders es una obra maestra
Foto 2: Tara Bethune-Leamen (Flickr)