Cogimos el metro con destino Musée du Louvre. La parada te deja debajo de él, con lo que ya estás dentro del museo.
Primera parada, la pirámide invertida para sacarme alguna foto. Después de tener que ponerle mala cara a dos niños asiáticos para que dejasen de jugar en ella, pude hacer varias fotos tranquilamente.
Nos saltamos una gran cola porque teníamos la París Museum Pass y entramos. Con el plano del museo en la mano, decidimos lo que más nos interesaba ver.
Las primeras fotos se las llevó la divina Victoria de Samotracia. Sí, para mí lo es.
Seguimos andando hasta llegar a La Gioconda, que no es gran cosa, y Las bodas de Caná.
De ahí nos fuimos al Egipto Faraónico. He de decir que ésta es la parte que más me gustó, ya que el mundo egipcio me apasiona.
Después de un paseo llegamos a Mesopotamia y allí estaba el Código de Hammurabi. Tenía mucha curiosidad por verlo de cerca. La gente lo mira de lejos, le hace una foto y se marcha. Yo me puse a mirarlo detenidamente y me acerqué bastante por curiosidad, cuando me dí cuenta había una chica a mi lado intentando descubrir qué era lo que yo estaba mirando atentamente.
Cambiamos de zona para llegar a las antigüedades griegas y poder ver a la Venus de Milo.
Cambiamos de planta y de zona para ver el Louvre medieval.
Cuando acabamos de verlo, ya habían pasado unas horas con lo que decidimos salir del museo. Y allí estaba ella, esperándome. La pirámide.
Cuando nos sacamos unas cuantas fotos, decidimos tomar rumbo todo recto hacia el Jardin des Tuileries, Place de la Concorde y Champs Elysées.
Paramos a comer y luego seguimos hasta el Arc de Triomphe. Subimos y sacamos algunas fotos.
Otra vez muchas escaleras para arriba, muchas escaleras para abajo. Uf, qué mal.Cogimos el metro y nos plantamos en La Defénse para ver el Grande Arche de La Defénse. Para mi gusto parece un cubo pero los edificios de la zona están bien, es diferente al resto de París. Ésta es la zona financiera.
Entramos a un centro comercial a tomar algo y a descansar y volvimos a coger el metro, esta vez hasta la Opera Palais Garnier.
Aprovechamos para desconsolarnos, sobre todo yo, con algunas de las cosas que nuestros bolsillos no nos permiten comprar.
Fuimos dando un paseo hasta la Galerie Viviente. Qué bonita, me pareció un lugar muy acogedor.
Mientras íbamos hacia otro lugar, en una de las calles, casi me tropiezo con dos chicas que estaban paradas en la acera y me dí cuenta de que eran las gemelas Olsen (“Padres forzosos”). Les pedí sacarme una foto con ellas, pero ni ellas ni los guardaespaldas me dejaron.
Luego pasamos por el Palais Royal y de vuelta al hotel. Las piernas ya no dan para más.