Las imágenes pertenecían a un paciente al que se le habían practicado dos injertos de tejido cerebral fetal. Aunque en ese momento el tejido no contaba con más de 16 años, sus células no parecían "adolescentes". Algunas presentaban puntos oscuros. "Le enseñamos imágenes de uno de nuestros pacientes con injertos. Jeff convino en que se trataba de cuerpos de Lewy", relata Brundin, ahora en el Instituto de Investigación Van Andel de Grand Rapids. "Se quedó estupefacto." Los cuerpos de Lewy son acumulaciones proteínicas características del párkinson. Lo sorprendente del asunto era que estos grumos se localizaban en células que, en teoría, no tenían la edad suficiente para producir la enfermedad.
Kordower, actualmente en la Universidad Rush, ya había examinado el cerebro de una persona fallecida cuatro años después de una intervención similar. Sin embargo, no había encontrado cuerpos de Lewy. Pero el cerebro de otro paciente que había vivido 14 años tras la intervención quirúrgica le esperaba de nuevo en el laboratorio. Cuando volvió y lo examinó, halló las acumulaciones proteínicas en algunas células injertadas.
La publicación de los hallazgos de estos investigadores en Nature Medicine en 2008 conmocionó al sector. Se apuntaba que, con el tiempo suficiente, las alteraciones anatomopatológicas por cuerpos de Lewy podrían propagarse del huésped al injerto.
Las enfermedades neurodegenerativas como el párkinson y el alzhéimer progresan con lentitud. Este rasgo solía considerarse una faceta del deterioro funcional asociado al envejecimiento.
Pero cada vez resulta más patente que, en estos trastornos, algo se propaga por el cerebro. Esta idea revolucionaria, y todavía polémica, agrupa a muchas enfermedades neurodegenerativas bajo un mecanismo compartido [...]
Fuente: Investigación y Ciencia