(Entrada patrocinada. Ahora, unos segundos de publicidad)
Queroseno para parlamentarios… 2.400 euros.
Alquiler (si es barato) de 8 helicópteros, pilotos incluidos… 8.000 euros.
Decenas de coches oficiales… eehhh… me pierdo en la tabla del siete.
CO2 generado, inimaginable.
La falta de vergüenza… no tiene precio.
Mastercar (adura)
Hoy sólo se habla los manifestantes que “rompieron las reglas del juego democrático”. Lo de que la democracia era un juego, ya lo sabíamos. Muy similar al Monopoly pero más difícil. Algunos acaparan todos los billetes y las tarjetas de librarse de la cárcel.
Hoy se habla poco de la gente cansada de los desmanes y de los recortes en sanidad, y nada de los ciudadanos pagando el pato (a la naranja, a la pequinesa, al Rolex y al WC). A los que mandan sobre los políticos, que somos los ciudadanos, de un tiempo a esta parte nos da por salir a la calle a protestar. Si alguien se pregunta por qué se hacen este tipo de demostraciones… es sencillo: los votantes son los únicos “empresarios” que tienen que manifestarse para conseguir que los empleados les hagan caso y no les lleven a la ruina. Las pancartas son gigantescas recetas de efecto placebo para paliar el “mono” de tener que esperar cuatro largos años y sufrir más de lo mismo.
Ayer, en medio de los gritos (y de las “solivianteces” de algunos soliviantados sospechosamente extra-soliviantados) aparecen los parlamentarios en helicópteros, como ejecutivos de Wall Street, y se saltan la austeridad, el compromiso y el sentido común con la torpeza y cobardía de un príncipe de dibujos animados. 8 helicópteros, costes aparte, tirando por lo bajo, generan el mismo CO2 que 300 automóviles circulando durante 50 kms. Y el medio ambiente, como la economía, señores, se lo pasan por el forro de los vuittones.
Volando, desde las alturas, todo se ve pequeño, sin importancia. Las personas son puntitos anónimos y silenciosos, apenas se vislumbran.
Tras el salto, cada día me gustan más los gatos