Cuando se construyeron o habilitaron los parlamentos autonómicos, por los años 1980, lo primero que estudiaron los arquitectos no fue el lugar ni la forma del salón de plenos, sino los espacios para bares y comedores.
En España toda organización política, social o laboral que se precie instala primero el bar, el verdadero hemiciclo en el que se desarrolla la vida.
En todos los parlamentos, Congreso y autonómicos, cuando hay acuerdo los diputados gubernamentales se dan abrazos con los opositores, y cuando no, se dicen a veces unos a otros que tienen mal beber.
Por eso, la baratura parlamentaria del alcohol explica algunas conductas tan de garrafón o de botellón: uno tiene para sí que las conductas violentas y desaforadas de algunos diputados proceden del alcohol, quizás mezclado con psicofármacos.
Hasta ahora nunca se habló de la relación entre alcohol y política, y por eso es extraño que haya estallado el actual escándalo por los bajos precios de las bebidas y las comidas en el Congreso, que existen desde siempre.
Algún periodista debió enfadarse con el servicio, o porque algo le sentó mal.
Diputados y periodistas tienen almuerzos y cenas en el Congreso desde hace más de un siglo con ricos menús del día y buenas copas baratas.
Ahora están los almuerzos a menos de diez euros, y la bebida de moda, el gin-tónic, a 3,45 euros, precios como los de cualquier tasca de barrio.
A pocos metros del Parlamento están los hoteles Palace y Ritz. En ellos también cabildean los diputados alrededor de whiskies de 25 años, con especial delectación los autoproclamados defensores del humilde proletariado.
La política española, y quizás la vida nacional, se caracterizan por la idea de que el bar debe ser el centro de toda actividad, y que sin ello esto no sería España.
Con el Congreso y los parlamentos autonómicos tan dipsómanos, así le va al país: sería más eficaz cerrar la mayoría de esos parlamentos y dejar abiertos solamente sus bares.
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JAMES SKINNER
En el número de junio de Hackwriters James Skinner le da un repaso total a España, y aunque se centra en lo que fue la educación gestionada por los socialistas, y lo que puede resultar la de los populares, empieza recordando con cierto humor muy británico el ingreso de Gibraltar en la UEFA, y concluye con la reaparición de Aznar. En medio, uno ve a Rajoy algo despistado.
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SALAS