Domingo 14 julio 2019
El Parque Natural del Sudoeste Alentejano y Costa Vicentina se extiende a lo largo de cien kilómetros de costa, desde Burgau hasta São Torpes, y es una de los litorales mejor conservados de Europa.
Una larguísima evolución geológica ha dado origen a curiosas formaciones y diseñado los escarpados acantilados que constituyen una de las señas de identidad de la Costa Vicentina. Se trata de un lugar de visita obligada por su rica biodiversidad, sus hábitats exclusivos y una flora con el mayor número de especies autóctonas de Portugal, además de la existencia de especies únicas (como la nutria marina) y los nidos de cigüeñas blancas sobre las rocas de la costa.
Las aves son aquí las protagonistas. Además de las especies que nidifican en los acantilados, toda esta franja costera, y sobre todo la zona de Sagres, constituye un punto importante dentro de las rutas migratorias. La época de mayor concentración de aves se extiende de septiembre a octubre y atrae a este lugar a numerosos observadores procedentes de todo el mundo.
Los fondos marinos costeros también presentan una gran diversidad biológica.
Las playas, salvajes y de extensos arenales o al abrigo de rocas y acantilados, son otro de los grandes atractivos de la Costa Vicentina, sobre todo entre los aficionados al surf.
El camping Orbitur Sagres, a poca distancia de la población del mismo nombre, será nuestro campo base para los primeros días en la zona. Es bastante cutre y anticuado, pero como no hay competencia en la zona supongo que lo de modernizarlo es algo que no entra en los planes de la gerencia. En fin, poca oferta de campings y no demasiado buena.
Sagres tiene el privilegio de tener en sus alrededores uno de los paisajes más espectaculares del Algarve. Desde su fuerte, situado en la punta, hay unas impresionantes vistas a los vertiginosos acantilados que siguen por toda la costa hasta el cabo de San Vicente. El recinto de la fortaleza es bastante grande y un paseo de, aproximadamente, una hora sigue el perímetro de todo el promontorio que muestra paneles informativos sobre la flora y la fauna de la zona.
Una breve visita por el pueblo es suficiente para darnos cuenta del tipo de turismo que alberga Sagres. Por un lado surferos con furgonetas y autocaravanas destartaladas que vienen atraídos por las olas, mochileros que vienen a aprender el arte de deslizarse por ellas, turistas de sol y playa que visitan Sagres un día en una excursión desde algún resort de las poblaciones del Algarve y, por último, ciudadanos ingleses que no salen, o lo hacen poco, de las urbanizaciones cercanas donde han creado una especie de guetos y donde cuentan con todos los servicios habidos y por haber.
Atravesando una de esas urbanizaciones, desde el parking de la Praia do Martinhal, se llega a la Praia do Rebolihos, una preciosa cala de cantos rodados donde es probable que no nos encontremos a nadie.
Esta noche la idea era cenar en algún restaurante de la zona, pero parece que se toman muy en serio que el domingo se descansa porque la mayoría de ellos permanecen cerrados. Mañana lunes probaremos suerte.
Lunes 15 julio 2019
A cinco kilómetros de Sagres sobresale hacia el mar el Cabo de San Vicente, un vasto promontorio y el último trozo de tierra que veían los marineros cuando se adentraban en el mar. Dijo de él el historiador griego Estrabón que era el “punto más occidental de Europa y del mundo habitado”, aunque ninguna de las dos cosas son ciertas. Los vientos que azotan el lugar y las fuertes olas erosionan las rocas creando un lugar, hasta cierto punto, peligroso.
Antes de llegar a él, vale la pena descender el centenar de escalones que llevan hasta la Praia do Beliche, cercada por enormes acantilados y mas aislada que otras mas cercanas a Sagres.
De camino a Carrapateira se puede parar en algunas playas, nosotros lo hicimos tanto de ida como de vuelta. No hay carreteras cercanas a la costa, solo un sendero de pescadores que recorre todo el parque de punta a punta, así que si se hace en coche hay que circular por la carretera principal (N268) e ir cogiendo carreteras secundarias para acercarse a cada una de las playas.
Carrapateira es una bonita y tranquila aldea de casas encaladas en lo alto de una colina. Cuenta en sus cercanías con dos excelentes playas sin urbanizar y un fuerte oleaje que atrae a surfistas y a algún que otro veraneante. No hay mucha oferta gastronómica pero si la hora de la comida os pilla aquí el Micro Bar, en la plaza del pueblo, es una opción fantástica para saciar el apetito. Hamburguesas, ensaladas y platos vegetarianos abundantes y originales.
A dos kilómetros del extremo norte de Carrapateira está la enorme Praia da Bodeira y, cuando digo enorme, quiero decir enorme. Andar por sus dunas puede llegar a hacerse eterno, aunque siempre hay quien se entretiene tirándose por ellas. Luego siempre se puede descansar un rato en la orilla tomando el poco sol que deja ver la bruma oceánica. Desde esta playa se puede tomar un camino sin asfaltar hasta Praia do Amado, en el extremo sur de la aldea, con miradores sobre las playas y las calas y los acantilados que las separan.
Playas hay decenas, todas ellas resguardadas por enormes acantilados y con unas olas que son la delicia de surferos, pero hay una en la que vale la pena parar sin lugar a dudas, es la Praia do Castalejo considerada por el Financial Times como la playa perfecta. Y perfecta o no, es maravillosa, con la Pedra da Laje en su lado norte que constituye una buena zona pesquera y de observación de la vida marina con el cambio de mareas.
Está atardeciendo y cuando el sol cae lo hacen también las temperaturas. El viento, que no para de soplar, hace que resulte incómodo hacer vida al aire libre. Resguardados en nuestra caravana cenaremos mejor esas patatas salteadas con un poco de cebolla y unos pinchitos que ha cocinado Ariadna.
Martes 16 julio 2019
Cambiamos de camping y de región. Dejamos Algarve y nos adentramos en El Alentejo, la región más grande de Portugal con una costa imponente y un interior de secas llanuras doradas, suaves colinas y tradiciones casi intactas. Sin las aglomeraciones de su vecino Algarve, hay que conocerlo antes de que Instagram y sus influencers se hagan eco de este destino a penas explotado.
Pero antes de pasar el límite regional hacemos dos paradas. La primera en Aljezur, un pintoresco pueblo que ocupa ambas orillas de un río. La zona oeste es de estilo morisco y sus estrechos y empedrados callejones con casas encaladas están vigilados por un antiguo castillo en ruinas construido por los árabes en el siglo X. A pocos kilómetros de la población hay algunas playas fantásticas ideales para la práctica de surf, como la de Arrifana con su espectacular bahía rodeada de acantilados de color negro.
La última población del Algarve es Odeceixe, un pequeño y adorable pueblo en la Ribeira de Seixe. Su mayor atractivo es la Praia de Ocedeixe que se haya, a pocos kilómetros, en la desembocadura del río Seixe flanqueada por acantilados y que permite dos posibilidades, darse un baño en el apacible río o en la brava playa de fuertes olas, solo para los más valientes. La verdad es que el lugar es encantador, pero las nubes y la bruma hacen que el baño sea algo que dejaremos para otro día.
El camping donde nos alojaremos los siguientes días se encuentra en la población alentejana de Zambrujeira do Mar. El mejor de los cuatro campings en los que hemos estado, cuenta con piscina tapada que puede ser utilizada hasta las diez de la noche y aunque las temperaturas no sean demasiado altas, jacuzzi, baños limpios y reformados y un servicio atento. Posiblemente nos quedemos algún día más de lo previsto dadas las condiciones de otros campings y de los pocos que hay repartidos por el país.
Miércoles 17 de julio 2019
Según las previsiones meteorológicas, hoy el día estará mayormente tapado hasta mediodía. Decidimos darle tiempo al clima para que despeje y para ello nos adentramos en lo más profundo del Alentejo, el Baixo Alentejo. Suaves colinas de alcornoques, llanuras y especies protegidas de flora y fauna dan vida al Parque Natural do Vale do Guadiana y en medio algunas poblaciones, casi adormiladas, protegen el valle.
A pocos kilómetros con la frontera de Extremadura, São Domingos cuenta con una mina fantasma que tiene mas de 150 años de antigüedad, aunque el yacimiento se explota desde la época romana. Es un lugar desierto y sobrecogedor, con oficinas en ruinas, la central eléctrica, los túneles y el pozo principal lleno de un agua contaminada color azul oscuro y que desprende un fuerte olor a azufre. Cuando la mina cerró, en los años sesenta, muchos mineros emigraron otros se quedaron en el pueblo cercano pero ninguno siente un cariño especial por la empresa que explotó las minas, que mantenía a sus trabajadores a raya con una fuerza policial privada.
Mértola, con una ubicación privilegiada en unas colinas rocosas sobre el río Guadiana, es un lugar ideal para deambular por sus calles medievales empedradas. En lo alto se eleva un pequeño pero imponente castillo desde el que se obtienen unas vistas maravillosas del pueblo y del parque.
Durante siglos fue un importante enclave islámico y así lo revelan sus vestigios históricos. Las ruinas de un prospero barrio islámico de visita gratuita, con unas 20 viviendas y el portico de un palacio episcopal dan fe de ello.
Si la calor aprieta, y lo hace mucho más que en la costa donde las temperaturas son más suaves, es aconsejable hacer un alto en el camino, en alguna de las terrazas del pueblo para tomar una bebida fresca y catar los quesos de la zona. Una auténtica delicia.
De vuelta al camping y, tras perdernos por algunas carreteras agrícolas que no salen ni en los gps, hacemos una breve visita a Entradas, una pequeña aldea de casas perfectamente encaladas con ventanas y puertas pintadas de color azul o amarillo. A estas horas y con las altas temperaturas nadie osa salir a la calle, todo el pueblo permanece resguardado del calor tras las anchas paredes de sus casas.
Llegamos a Zambujeira do Mar y los 22° aún nos van a permitir disfrutar de las ultimas horas de sol en la maravillosa playa. El fuerte oleaje no parece ser ningún impedimento para jugar en la orilla con pequeñas tablas de surf o simplemente saltar por encima de ellas. Yo, mientras, los miro desde mi silla sin, ni siquiera, mancharme de arena el bikini.
Jueves 18 julio 2019
Último día en la costa alentejana y lo vamos a disfrutar con sol, playa y una buena gastronomía.
Porto Covo es una pequeña localidad costera que en estos días del mes de julio se llena de autocaravanas y furgonetas en un ambiente de lo más hippie en motivo del FMM Sines, un festival de música del mundo en el que Porto Corvo es sede durante tres días de diez que dura el festival.
Para darse en baño recomiendo la pequeña cala de Praia do Banho desde la que se puede acceder mediante pequeños túneles de roca a otras calas de espectacular belleza y donde apenas hay gente. Cuidado con las subidas de marea, es posible que a la salida tengamos ligeros problemas para salir secos.
La Cervejaria Marqués es uno de los restaurantes favoritos del pueblo. Con mesas en la terraza con vistas a la plaza principal, ofrece excelentes platos de arroz con marisco (la especialidad es el arroz con carabineros) y, entre otros manjares, el pulpo salteado con patatas. Una auténtica delicia gastronómica.
A unos kilómetros al sur, de vuelta al camping, paramos en Vila Nova do Milfontes, un bonito pueblo costero de casas encaladas. Su situación privilegiada en la rivera de un estuario hace que haya playas para todos los gustos y condiciones, tranquilas y apacibles (las del estuario) y bravas y de fuerte oleaje (las que dan al océano). Es de los pocos lugares de la costa alentejana donde es posible hacer paddle surf, ya que los fuertes oleajes no lo permiten, pero lo salida del río es un sitio idóneo para poder practicarlo.