Una parte del Consejo argumentaba que sólo un pequeño número de tropas sería necesario, a condición de que el rey fuese a los Países Bajos en persona para supervisar la respuesta. Nadie más, insistían, podría ganarse el respeto lo suficiente como para hacer las concesiones directamente desde una posición de fuerza natural. Se planteó, sin embargo, una objeción irrebatible a esta propuesta: Era peligroso para el rey llegar a Flandes. Las provincias marítimas de los Países Bajos controlaban el acceso por mar, lo que hacía la ruta marítima a Holanda totalmente impracticable. Por otra parte, cualquier intento por parte de Felipe de pasar por Francia, como su padre, Carlos V, había hecho durante una emergencia similar en 1540, significaba que corría el riesgo de asesinato a manos de los hugonotes, aliados franceses de los rebeldes protestantes holandeses.
La opción de enviar a los veteranos de Italia a los Países Bajos, al mando de un general de confianza que debería suprimir todo acto de desobediencia, cobraba fuerza. Una vez pacificado el país, el rey podría llegar a Flandes con seguridad por vía marítima. También se hizo hincapié en que la fuerza utilizada debía ser lo suficientemente enérgica como para asegurar que aquellos que habían desafiado la autoridad del rey nunca se vieran tentados a repetirlo. Uno de los que apoyaron, si bien ni lideró ni expuso esta estrategia, fue Don Fernando Álvarez de Toledo, El Duque de Alba, el militar más experimentado.
Tras largos debates, los miembros del Consejo redujeron las opciones propuestas a tres: enviar los 70.000 soldados (10.000 de los tercios más 60.000 levantados localmente) previstos inicialmente, enviar 10.000 veteranos de los tercios a modo de acción disuasoria pero con capacidad real de respuesta militar contundente. O, como tercera opción, enviar un pequeño número de tropas acompañados del Rey, con el riesgo que eso entrañaba para su persona.
A Felipe II, prudente y poco amigo de las prisas, el tiempo, sin embargo, le apremiaba. Cada día que transcurría sin una decisión podía empeorar las cosas. Finalmente la decisión llegó: Empezarían por enviar por tierra a 10.000 soldados de los tercios viejos, experimentados y curtidos, para dar una respuesta proporcionada e inequívoca. Posteriormente, cuando la situación estuviera estabilizada, Felipe II se personaría en Flandes para impartir castigo o magnanimidad regia. La decisión planteaba serios inconvenientes logísticos y diplomáticos, pero la maquinaria imperial se había puesto en marcha y ya no se detendría.
viene de :
- Parte I: Los dos motivos
- Parte II: La Furia Iconoclasta
- Parte III: Ceder no sirve de nada