Y la maquinaria estaba bien engrasada. Se nombraron embajadores para solicitar a los Duques de Saboya y Lorena que las tropas del rey pudieran pasar por sus territorios en el camino hacia Flandes. También se ordenó al gobernador de Milán el envío de inspectores y un dibujante para hiciera un buen mapa de la zona, con el fin de trazar y construir un itinerario adecuado a través de los Alpes teniendo en cuenta el tamaño del contingente que debía atravesarlo. Unos días más tarde, un ingeniero con experiencia militar partió de Madrid para planificar la adecuación los caminos y construir los puentes imprescindibles para sortear los caudalosos ríos con el fin de hacer la ruta en el menor tiempo posible.
Por entonces todavía no había acuerdo sobre quién debía mandar ese ejército. El duque de Alba, el candidato más experimentado, se descartó debido a su avanzada edad (tenía sesenta años en 1566) y su estado de salud (la gota le había mantenido inmovilizado durante gran parte del otoño). El rey ofreció entonces el mando supremo primero al Duque de Parma (esposo de Margarita de Parma) y luego a su primo, el Duque de Saboya, ambos aliados, que habían llevado grandes ejércitos de España en la década de 1550. Ambos fueron lo suficientemente hábiles como para dar motivos para no aceptar.
Al mismo tiempo, la gota de Alba había disminuido. En consecuencia, el 29 de noviembre, el Duque aceptó el mando del ejército aunque, para entonces, la nieve había cerrado los pasos alpinos. Los tercios viejos de Sicilia, Nápoles, Cerdeña ya estaban siendo movilizados llegando a Milán a mediados de diciembre y como no se podía cruzar el MontCenis con seguridad tuvieron que pasar el invierno en Milán.
Los preparativos para la expedición continuaba sin descanso. En España, el Tesoro destinó casi un millón de ducados para la marcha del Duque y para que los agentes de reclutamiento alistaran nuevos soldados con los que reemplazar a los veteranos. En Italia, el, recientemente nombrado, comisario general del ejército de Alba, Francisco de Ibarra, envió un ingeniero y 300 zapadores para ensanchar los caminos en el difícil valle que sube desde Novalesa a través de Ferreira hacia el paso de MontCenis. Ibarra también comenzó a reunir provisiones y equipamiento para que las tropas (8000 soldados a pie, 2000 a caballo) pudieran moverse con agilidad. Por último, el 17 de abril, el rey reunió con Alba en su Palacio de Aranjuez para ultimar los preparativos, y prometió que navegaría desde España a Flandes para hacerse cargo de la situación tan pronto como fuera seguro hacerlo. Diez días más tarde, el duque zarpó desde Cartagena hacia Génova, acompañados por cerca de 8.000 nuevos soldados para reemplazar a los veteranos que él comandaría hacia los Países Bajos Españoles. Europa entera contenía ya la respiración.
viene de :
- Parte I: Los dos motivos
- Parte II: La Furia Iconoclasta
- Parte III: Ceder no sirve de nada
- Parte IV: Una repuesta proporcionada