En la España postfranquista había una alta alineación entre: estructuras sociales e identidades políticas
n los últimos tiempos – en palabras del politólogo – se han producido cambios significativos en los factores explicativos del comportamiento electoral. En días como hoy, los cleavages (fracturas o líneas divisorias) sociales, han ido perdiendo fuelle como variable independiente de los resultados electorales. En la España postfranquista – decía el viejo camarada – había una alta alineación entre: estructuras sociales e identidades políticas. Dicho de otro modo, los sociólogos podíamos prever con gran grado de acierto los resultados de una campaña electoral, con tan solo disponer de la información acerca de las fracturas sociales, de tipo: territorial, religioso, cultural e industrial. El efecto mínimo de los medios; el analfabetismo político de la época y, un sistema con altas dosis de militancia partidista, eran las variables que explicaban la fidelidad de un electorado entregado las siglas de su partido. En la Hispania presente, si miramos a nuestro alrededor, nos daremos cuenta que: "el cómo vota la gente", ha experimentado cambios importantes como consecuencia de los desafíos de los últimos veinte años. Desafíos en forma de: cambios sociales; aumento de los recursos cognitivos de los votantes y nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC).
Los cambios sociales se han caracterizado por: la secularización, la incorporación masiva de la mujer al mercado de trabajo, la inmigración internacional, el envejecimiento global y los nuevos modelos de estructura familiar. El segundo desafío, citado en el párrafo de arriba, hace alusión a los recursos cognitivos de los votantes. En días como hoy, se ha producido un aumento de votantes racionales en detrimento del votante sentimental. Hoy, el cliente (el votante) del mercado electoral ejerce su voto racional o, dicho en la jerga politológica, su “voto económico". "Voto económico" como sinónimo del "voto retrospectivo" o "voto por resultados". Explicado en palabras llanas, el votante de a pie vota, cada vez más, analizando el balance entre lo prometido y lo cumplido por los líderes elegidos. En función de cómo salga el saldo del análisis, el votante actual votará al mismo signo de antes; se abstendrá – o sea se quedará en el sofá de su casa – o castigará con un voto en contrario a los que votó y se equivocó. Finalmente, el auge de las TIC ha cambiado la forma comunicativa de entender la política. Las redes sociales han acortado las distancias y el misticismo que separaban las orillas entre electores y elegidos.
Llegados a este punto vemos claramente como la identidad – las estructuras sociales – ha perdido peso en el comportamiento electoral y lo ha ganado la elección – la oferta política – . Hemos pasado de una explicación sociológica de la política a otra politológica de la misma. Dicho cambio en las ponderaciones de las decisiones electorales, tienen como consecuencia una mayor frecuencia de desalineamientos y realineamientos políticos en las citas sucesivas con las urnas. los votantes racionales – en términos de la calle, los indecisos – son los que, valga la paradoja, deciden los resultados electorales. Por ello, por la afluencia de este nuevo votante – resultado de un aumento de los niveles educativos y sofisticación política – los partidos se han convertido, en palabras de Kirchheimer, en "partidos atrapa-todo", organizaciones políticas con mensajes centristas y ambiguos para evitar el cleavage de clase y, como consecuencia, el distanciamiento del "votante económico". A esta desideologización intencionada, por parte de los partidos, se suma la cartelización de la política, o dicho en términos coloquiales, la utilización maquiavélica de la política para mantenerse en el sillón el máximo tiempo posible. Esta visión interesada de la política desemboca en altas de dosis de malestar social y desafección de los "indecisos" con la "partidocracia" que les gobierna.
Así las cosas, en la España presente existe, como en todas las democracias, un híbrido entre identidad y opción, que determina el comportamiento electoral de los españoles. Tanto en el PSOE como en el PP, partidos mayoritarios, existen bases sociales, es decir, "incondicionales" de partido que por sentimiento y cleavages sociales siempre votarán a su partido. Tales votantes, los fieles, son los que menos preocupan a Rajoy o Rubalcaba. Los que preocupan tanto al líder de la izquierda como al de la derecha son el conjunto de votantes racionales, los del "voto económico", que votan en función de la satisfacción o credenciales futuras del producto electoral. Tales ciudadanos, son los que votan, se abstienen o castigan y, por tanto, provocan los desalineamientos y realineamientos comentados en los párrafos de arriba. En días como hoy, la gestión nefasta de Rajoy hará que el "voto retrospectivo" y el "voto por resultados" jueguen su papel en las próximas generales. Probablemente tales "indecisos" no volverán a votar a Mariano y, por tanto, se abstendrán o le castigarán. Si se abstienen será perjudicial para la izquierda porque solamente con las bases no será suficiente para arrancar a Mariano el cetro de la Moncloa. Si votan en contrario, probablemente no votarán al PSOE porque las heridas de ZP no han sido curadas por Alfredo. Por tanto, se refugiarán en "partidos atrapa-todo".
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