Revista Cultura y Ocio
Siempre ha habido una serie de cosas que no he logrado entender. Ya de pequeña, no entendía por qué Aladino no le pedía al genio que se cumplieran todos sus deseos terminando con el eterno dilema que existe por sólo poder pedir tres. A medida que crecí, ví que los genios no eran del todo sinceros a la hora de conceder deseos, así que me preguntaba.. ¿por qué no piden en primer lugar que sean sinceros? Pero nada, parece ser que mi mente tomaba derroteros diferentes a los habituales. Tampoco entiendo por qué en las películas de miedo la gente huye hacia los áticos en lugar de hacia el garaje que tiene una puerta mucho más grande. Ni por qué los adivinos no son señores millonarios a los que toca la lotería todos los años. Son cosas que, francamente, no terminan de entrarme en la cabeza.
Y os preguntaréis, ¿esto a qué viene?, ¿se ha golpeado Mientrasleo la cabeza?
Pues no. viene a pie de los libros de autoayuda. No los entiendo. Es un género relativamente joven que viene a explicarnos la receta mágica de un Caldo de pollo para el alma que lo tonifique cuando está resfriado. No me entendáis mal, si eso existiera, estaría tan codiciado como nos contaban en El secreto o en El secreto de la felicidad, o el de la dicha extrema, el de vivir bien sin preocuparse... y al final, cuando me paseo entre esos estantes que están a rebosar de libros que afirman poseer ese bendito secreto que hará que no recuerde que me duele una muela, que tengo que ir a hacer papeleo al banco o que hay alguien enfermo en mi entorno (para mí la felicidad sería la ausencia de preocupaciones), no puedo hacer otra cosa que sentirme un tanto idiota. ¡Parece que haya cientos, cuando no miles, de personas que conocen un secreto que yo ni siquiera acierto a imaginar! Y no sólo eso, que ya de por sí sería preocupante, sino que además y a juzgar por sus portadas, existen más personas aún que, al leerlos, han comprendido cual es ese secreto mientras que yo sólo he visto un montón de tópicos sobre conocerse a uno mismo, sentirse bien y un montón más de palabrería habitual.
Al final, empiezo a mirar los títulos de los libros bastante preocupada, noto un sudor frío que me baja por la espalda mientras se me erizan el vello de la nuca sintiéndome una extraña entre libros, temor casi de pesadilla para alguien como yo. Ellos están ahí posados y me miran señalándome mientras se murmuran unos a otros con el suave rumor de las páginas que pasan deprisa sin apenas abrirse; Mirala, esta es la que no nos entiende, no conoce nuestro secreto, no conoce nuestro secreto, noconocenuestrosecreto....
Y, como vosotros comprenderéis, pese a ser una gran aficionada a las novelas de terror, no me apetece vivirlo en mis propias carnes. Así que los miro desafiante, y, como esto no es una película de serie Z, decido que el rincón poco iluminado del fondo no es el mejor lugar para huir. Mejor me giro y me dirijo tranquilamente hacia otra zona de la librería. Allí veo que me esperan los libros de Stephen King, Poe y Ajvide Lindqvist... parece un lugar mucho más tranquilo. Y muchísimo más seguro. No sea que me quede más rato por aquí y me tropiece con esos que ayudan a superar nuestros miedos.
Y a vosotros, ¿os gustan los libros de autoayuda?
Gracias