Revista Cultura y Ocio

Pasajero

Por Jcbarona

Qué dura debe ser la sensación del polizón, obligado a esconderse y camuflarse como sea para que no le descubran, y sin embargo con la alegría que se le supone de estar viajando hacia un destino mejor. Mayor será la ilusión de éste que la del mismísimo capitán del barco sino le gusta su empleo, la nave, la tripulación, el puerto al que se dirige, el de partida, o ninguno de los dos… El viajero clandestino posee la energía de la necesidad, la ilusión del que abandona la miseria para encontrar un paradero mejor.No soy capaz de recordar las veces que he sido polizón. No recuerdo haberlo sido en sentido estricto, pero en uno más amplio quién no. ¿No te has sentido alguna vez fuera de sitio?, ¿o te has colado por alguna puerta?, qué emoción. Y luego no era para tanto, que donde caben tres… siempre hay o ha de haber sitio para alguien más. Máxime si llega a demostrarse que efectivamente era alguien.Pasajero
Polizón en la propia vida. Polizón de la existencia. ¿Qué pinto aquí, al lado de estos, dedicándome a algo que no me gusta, ni se me da bien; que no parece lo mío? ¿Quién soy, de dónde vengo y a dónde voy? A menudo recuerdo, u olvido, depende de la época, que soy una especie de extraterrestre camuflado. ¿Y si todos lo somos y por eso morimos, que es raro, de pura inadaptación a este planeta ajeno?De paso. Pasando, pero en la acepción descubierta por mí literalmente ayer por la tarde, de ocurrir. Estar ocurriendo. Inmerso en acontecimientos que tienen lugar dentro y fuera de mí, conmigo como protagonista, como invitado o como espectador. E ir de ocurrencia en ocurrencia también, entreteniendo a los pasajeros de esta nave que va, vaya usted a saber dónde.La sensación opuesta a la del polizón la tiene uno en su casa, con suerte. En su familia, en su trabajo. Fuera de ahí se vuelve todo más confuso, sobre todo para los débiles. Una vez me dieron para un acontecimiento deportivo un tipo de entrada que me daba acceso a cualquier sitio, me impresionó tanto que nunca lo olvidaré. ¿Te imaginas tener ese tipo de pasaje pero en la vida?El otro día en aquel hotel de Fuerteventura olvidé la pulsera del «todo incluido» en la habitación, pero entré con confianza en el comedor porque la pulsera estaba en mi cabeza; yo sabía que en caso de ser necesario demostraría con facilidad mi condición de huésped de pleno derecho. Igual que en la vida, queridos. Tengo y tienes todo el derecho, la pulsera está en algún sitio, ya nos haremos con ella, mientras tanto será suficiente si está en tu cabeza
Piénsalo, levántala, y entra.

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