Este es precisamente el punto de partida que postula el profesor de astronomía en Penn State, Jason Wright, en un documento que ha subido a arXiv. La idea de Wright es una vuelta de tuerca o un giro de 180 grados al enfoque de los estudios y esfuerzos actuales. Wright comienza con una pregunta:
¿Hemos buscado lo suficiente una posible extinción de vida extraterrestre?
Tengo que decir que no tengo ni la más remota idea, pero da que pensar, y eso es precisamente lo que busca el astrónomo. Básicamente, la idea gira en torno a una posibilidad que tiene los mismos porcentajes de ser posibles que imposibles, de hecho tiene los mismos porcentajes que la posibilidad de encontrar algún tipo de vida extraterrestre en los próximos años. Al menos hasta que alguna de las posibilidades se acabe confirmando y niegue las restantes.
En su artículo se pregunta si se está haciendo el esfuerzo suficiente por buscar posibles evidencias de formas de vida extintas en el espacio. Con un matiz: estas formas de vida podrían haber dejado evidencias de su existencia en nuestro propio sistema solar. Dicho de otra forma, estaríamos ante algo "cerca", o al menos más cerca que el siguiente sistema estelar más cercano.
Es más, para dejar clara su postura Wright explica que no está sugiriendo que él crea que tales formas de vida alguna vez existieron o que hay alguna evidencia de ellas "tal y como afirman algunos medios", añade. En su lugar, simplemente sugiere que, como parte de una búsqueda exhaustiva de formas de vida extraterrestres, debemos incluir a las que alguna vez hubieran estado cerca, aunque luego y por la razón que fuera, se fueron o se extinguieron.
Cómo encontrar evidencias de "vida" en nuestro sistema solar
El astrónomo señala que la mayoría de las investigaciones actuales involucradas en la búsqueda de la vida más allá de la Tierra se centran en encontrar evidencias de vida extraterrestre que todavía pueda estarlo, incluyendo en la ecuación los microbios simples.
En cambio, la evidencia de vida extraterrestre extinguida es extremadamente difícil si no imposible de encontrar en la Tierra, sobre todo debido a la tectónica de las placas o el clima si se consideran cronologías de millones de años.
Ahora bien, como apunta Wright, otros cuerpos del sistema solar son capaces de retener el material durante períodos de tiempo muy largos debido a características que ofrecen protección contra ataques de meteoritos y la radiación solar. ¿Ejemplos? Asteroides o lunas, ya que en el supuesto de que esa vida hubiera visitado nuestro sistema solar, estos habrían proporcionado tanto refugio como privacidad.
¿Y cómo podríamos encontrar esas evidencias? El astrónomo dice que las señales podrían llegar en una variedad de formas, desde las evidencias a través de la minería hasta los materiales que no podrían haberse formado naturalmente. Según Wright:
Las estructuras enterradas bajo la superficie pueden sobrevivir y ser halladas mientras no hayan sufrido una colisión tan grave que deje destruida su naturaleza artificial, y nuestro planeta es el origen más obvio para una especie antigua del tipo que sea.
Wright finaliza su teoría con una sugerencia. Si bien pide que el hombre continúe con el estudio de los planetas, sus lunas y otros objetos del sistema solar capaces de albergar vida, también sugiere un esfuerzo por encontrar señales en nuestro propio planeta. Quien sabe, en alguna de esas rocas que han permanecido miles de millones de años podría encontrarse la evidencia que buscamos a miles de millones de kilómetros de la Tierra.