Revista Sociedad

Pasatiempos políticos

Publicado el 16 junio 2017 por Abel Ros

Como saben, el otro día escribí "efectos de una moción de fracasada", un artículo donde analicé el debate parlamentario y critiqué, entre otras cosas, a Pablo Iglesias. Ayer, sin ir más lejos, recibí varios correos de lectores enfadados conmigo. Lectores, como les digo, que no entendían por qué había exigido la dimisión del líder de Podemos, y por qué me había puesto de lado de la derecha. Este blog tiene como fin la construcción de una crítica libre, plural e independiente. Una crítica desideologizada que juzga la actualidad, sin el sesgo de la publicidad y los intereses partidistas que caracterizan al modelo mediático mediterráneo. Tras la moción de censura, el líder del morado anunció, a bombo y platillo, que antes de Navidad tendremos una nueva moción. Una hipotética moción construida con los votos a favor y las abstenciones de ésta. Para ello, Pablo Iglesias necesitaría para su investidura como candidato alternativo, los apoyos de Ciudadanos y PSOE; un escenario difícil ante las dificultades de entendimiento entre el naranja y el morado.

Hoy, queridísimos lectores, volvemos a la misma España ingobernable que presenciamos durante las dos últimas elecciones generales. Una España, como les digo, con serias dificultades para construir un pacto de gorbierno de tintes valencianos. Dificultades por la atracción fatal entre Podemos y Ciudadanos. Y, dificultades por las líneas rojas trazadas en torno al modelo de Estado. No olvidemos que el escollo del referéndum catalán, apoyado por Iglesias, encasquilló las negociaciones desde el minuto número uno de la contienda postelectoral. Así las cosas, la nueva moción de censura recuerda al estribillo rancio que acompañó durante un año al cadáver de la izquierda. Una izquierda hegemónica pero rota por la irrupción de fuerzas incipientes de corte populista, y por la escisión del partido socialista. En días como hoy continúo atornillado al pesimismo. Continúo viendo el vaso medio vacío porque estamos ante un corral con más "gallos" que "gallinas". No es normal que terceras fuerzas políticas abanderen censuras al gobierno, lideren la parrilla mediática y al mismo tiempo pidan su apoyo a sus principales enemigos.

El modelo de Estado - separatista para podemos y unionista para los socialistas - hace imposible la construcción de la utopía. No olvidemos que los nacionalistas han sido las muletas de gobiernos antagónicos a lo largo de la democracia. En días como hoy, con el hemiciclo vertebrado por el pluralismo moderado, las fuerzas nacionalistas han perdido su poder en la construcción de gobiernos. Por ello, dicen las malas lenguas, que tanto el PNV como el PDeCAT se han abstenido en la moción de censura. Lo han hecho, según Peter - el dueño de El Capri -, porque no se fían de las intenciones de Podemos. No se fían, estimados lectores, porque la organización morada, aunque aparente cohesión y unidad en su discurso, en el fondo está dividida entre quienes defienden un referéndum pactado y quienes lo proclaman unilateral. Aún así, la abstención de tales fuerzas también debe entenderse en clave local.

Por mucho que se empeñara Pablo Iglesias en tejer una nueva moción, Ciudadanos votaría, otra vez, muy probablemente en contra de Podemos. Votaría en contra porque su credo ideológico está en las antípodas del morado. La formación naranja no comulga, como saben, con el discurso podemita. Cabe recordar, para bien o para mal, que en las aguas de Rivera hay miles de votantes provenientes de UPyD, desengañados de Rajoy y ex votantes socialistas. Así las cosas, la nueva moción anunciada por Iglesias tendría todas las papeletas de quedarse en la cuneta. Las tendría, como les digo, porque sin el consentimiento de Ciudadanos es prácticamente imposible que Mariano desalojara La Moncloa. Por ello, lo más sensato sería esperar a las elecciones generales. Lo sería para evitar la frivolidad política de utilizar, otra vez, la moción de censura con fines partidistas. Un uso legítimo, faltaría más, para conseguir popularidad de cara a los próximos comicios; lo mismo que hizo Felipe González cuando perdió su moción contra Suárez.


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