Como tenemos unos cuantos días de asueto, vamos a dar un paseíto por Alcalá. Pero no vamos a realizar el típico rulo Plaza de los Santos Niños-Calle Mayor-Plaza Cervantes, no. Visitar el centro es lo común y casi de obligado cumplimiento a cualquier visitante que se precie, y aunque hay cosas interesantes que merecen la pena contar (me comprometo a ello), hoy vamos a mostrar el paseo que discurre junto al río Henares.
Como otras muchas, nuestra ciudad vivió durante años dando las espaldas a su río. A partir del siglo XIX y sobre todo a mediados del XX, la ciudad pasó de ser un núcleo principalmente agrícola que necesitaba los recursos naturales del Henares (los frutos que daba la fértil Vega y sus aguas)a transformarse en una zona industrial que convirtió el río en una especie de cloaca o sumidero donde verter sin miramientos todo tipo de venenos, deshechos químicos y demás mierdas que os podáis imaginar procedentes de las numerosas fábricas que proliferaban en su orilla a lo largo del Corredor del Henares...
Pero bueno, el tiempo pasa y se tiende a corregir errores. Es cierto que últimamente ha surgido una polémica vecinal debido a la construcción de un muro de hormigón bastante antiestético, antinatural y agresivo en la ribera del Henares que pasa por el barrio de Nueva Alcalá y la Tabla Pintora, pero en líneas generales podemos decir que se ha progresado bastante (aunque no lo suficiente todo sea dicho) en el cuidado de la fauna, flora y del mismo río en su curso por la ciudad.
En su día (me refiero a desde que tengo memoria y conocimiento de esto en torno a los 90)la margen del río y la ribera que está a la altura de El Val era un foco bastante chungo y marginal en el que los drogadictos campaban a sus anchas, las empresaas de construcción utilizaban este espacio como escombrera y los señores utilizaban al agua del río para limpiar el motor o la batería de sus coches. Creo que con estas situaciones os podéis hacer una idea, pero bueno, esa imagen a cambiado.
Hoy es una zona que se ha rehabilitado, más agradable, transitable y aprovechable por la que tanto abueletes como gente haciendo footing se pasean constantemente para escaparse de los humos y del solazo que nos está cayendo este verano.
El inicio de este paseo fluvial se inicia detrás de la Casa de la Juventud y del Polideportivo. Allí podremos ver a mano derecha los restos del antiguo Molino del Colegio, que se encuentra en estado ruinoso y del que no voy a hablar mucho porque al final justo de este mismo paseo, en la otra punta de la ciudad, nos encontramos con otro molino del que ya traté en su momento:
Y mira papeleras cada pocos pasosque hay carteles en los que se pide que no se manche el suelo, pero es evidente que a los guarros les cuesta entran en razón sobre estas cosas porque sigue siendo habitual encontrar litronas, latas y bolsas llenas de restos de comida de la gente que va allí a merendar. Con lo fácil que es meter los restos de la merendola en la bolsa, cerrarla y llevarla a su papelera y contenedor... Pues nada, tal vez sea mucho pedir.
En la orilla contraria se ve la Casa del Barquero y la presilla del Cayo, que ya aparecieron mencionadas en la entrada de hace un mes o por ahí sobre el Parque de los Cerros.
La vegetación de ribera es bastante clásica y a lo largo del recorrido hay varios paneles de información que explican de forma clara y amena la situación y las variedades de especies que allí se encuentran: fresnos, alisos, chopos, sauces, olmos... Según mi parecer, toda esta vegetación se encuentra en una situación delicada y compleja ya que hay desde ejemplares muy viejos y jóvenes a otros con buena salud, enfermos o prácticamente muertos... No soy un experto, pero creo que la conservación no está muy puesta al día o controlada del todo.
Ya al otro lado del río, en la zona de los cerros tradicionalmente desnudos y secos, se ve muy claramente que lo que predomina ahora es el pino de repoblación moderna.
También hay paneles que nos hablan de la importancia de este sitio en cuanto a la fauna acuática, ya que la presencia del galápago leproso que por aquí se asoma está en un estado de conservación muy delicado, casi en peligro de extinción y dentro de las listas de especies protegidas de la Unión Europea debido a la presión a la que se ven sometidas por la tortuga de Florida (una especie exótica introducida en la Península, que hemos tenido casi todos y que está desplazando y eliminando a la autóctona leprosa) y cómo no, a la degradación de su hábitat.
En cuanto a aves de ribera también vamos bien servidos. No es raro ver de vez en cuando a algún ornitólogo con sus prismáticos apuntar al cielo, a los árboles o entre los juncos en busca de su pajarillo. Uno de mis favoritos por su color es el pequeño verderón, que aquí aparece maravillosamente desenfocado:
Y ahora llegamos a la que es para mi, la zona más melancólica de este paseo: el antiguo merendero. ¡No he pasado tardes y noches con mis padres, mi hermano, tíos y primos corretenado de chico por aquí! ¡Madre mía! ¡Qué recuerdos!
Con esto de la crisis, el merendero con su respectivo chiringuito se cerró. Nadie lo volvió a abrir y lógicamente acabó abandonado hasta que hace un par de años se incendió, convirtiéndose en un carbonizado nido de ratas de río. Así es como ha acabado una pequeña parte de mis recuerdos de infancia ¡Qué se le va a hacer! Podría ser peor... ¿Verdad?
Ayer mismo pasé por ahí y al parecer se han llevado todos los restos del chiringuito y han limpiado el solar. Esperemos que a alguien del ayuntamiento se le ocurra impulsar y construirlo de nuevo. Muchos niños se lo agradecerán, seguro.
Este merendero tenía todo lo que un niño de antes necesitaba para pasárselo bien: tierra para jugar a las canicas y un par de columpios. Nada más. Ni Gameboys ni leches.
Hasta hace poco quedaban a la vista los restos de unas cercas en las que los propietarios del merendero tenían pavos y gallinas. Sobra decir que los chicos íbamos a la tienda del chiringo y nos dejábamos los duros en bolsas de palomitas que luego iban a parar al gaznate de los bichejos, con lo que todo quedaba en casa. También quedaban los postes de los columpios, ahora rotos y oxidados, que daban una pena tremenda. Entre medias cuelo una foto también retocada de la próxima Ermita de la Virgen del Val, que me gusta mucho como ha quedado su resultado y no desentona con el ambiente desangelado de esta parte del camino.
Es difícil creer que hubo un tiempo en el que las fotos de abajo fueron algo agradable:
Este paseo fluvial del Henares recoge las muestras del pasado y del presente de la ciudad, de lo mejor y lo peor... Por eso me gusta. Además, caminar durante el sofocante verano por veredas como esta no está del todo mal: