Cuando en mitad del campo nos sale un perro con inciertas intenciones, dicen los expertos - aunque siempre es más fácil decirlo que
hacerlo-, que la regla de oro es quedarse quieto, sin mirar ni hablar al perro,
como si fuéramos un árbol.
Esto en teoría debería bastar para que el perro no
avance más hacia nosotros ni se enoje. También, y quizás sea más sensato para muchos, podemos, sin decirle nada, darle la espalda e irnos alejando en dirección
opuesta al perro, lentamente, sin movimientos bruscos. Una vez fuera de la
vista del perro podemos retomar nuestro ritmo normal y buscar una ruta
alternativa para sortear al perro.
Nunca, nunca, nunca, jamás, correr ni chillar cuando nos sale un perro.
Muchos perros que nos salen por los caminos simplemente han encontrado una forma de
actuar consistente en dirigirse a toda velocidad y a todo volumen hacia lo que
se acerca, y dado que con eso provocan que el transeúnte se marche o se encoja,
se sienten reforzados en su conducta, aunque realmente no saben ni por qué
hacen eso.
No obstante, esto son ideas generales. Habría que ver cada
situación en particular y a cada perro en particular. Leer su lenguaje. De hecho, algunos sí son
guardianes verdaderos sin ninguna intención de confraternizar. Otros en
cambio sí tienen ganas de
interactuar porque en realidad están muy solos y ante una voz dulce y animosa o
comida desactivan su bravuconería.
Siempre, calma y tranquilidad. Son nuestras mejores aliadas. Evitarán que enviemos mensajes confusos o equivocados al perro. Si no lo tenemos muy claro, no interactuar y seguir los consejos del comienzo del artículo.
¿Y si nos tumban o nos tienen bien trincados….? Aconsejan
ponerse lo más en posición fetal que se pueda, protegiéndonos la parte trasera
del cuello y las orejas, con las manos.
Pero bueno, esto último lo pongo
casi por curiosidad. Espero que nadie se vea en semejante tesitura.