Imagen tomada de: http://i.imgur.com/CITus.jpg
Hace tiempo que temo que poco a poco iré olvidando todo y un día cualquiera me despertaré y no recordaré nada, así que cuando algo viene a mi memoria corro a dejarlo por escrito para que no se pierda en el agujero negro de mi mente.
El otro día leyendo este post en casa de Carmen recordé una de nuestras anécdotas surrealistas.
Hacía muy poco tiempo que vivíamos en España y el Consorte hacía sus estudios de Doctorado. Nuestros recursos económicos eran limitados, así que nuestras alternativas de ocio los fines de semana eran dar largos paseos por el barrio de Arguelles donde vivíamos y visitar un gran parque que hay cerca ó dar cortos paseos por el barrio de Arguelles y no visitar el parque, pero había veces, siempre a principios de mes, que nos permitíamos algún derroche desaforado.
Todo empezó con un inocente:
-¿Oye, porqué no comemos prontito (en casa, por supuesto) nos vamos a la Casa de Campo y llevamos a la Niña a montar en las barcas? No ha montado nunca y seguro que le gusta.
La contestación del Consorte no se hizo esperar.
-¡Oye sí, que buena idea!
Así que dicho y hecho. Nos dirigimos a nuestro lujo asiático mensual. ¡Un paseo en barca!
Llegamos y el barquero, un señor de mediana edad, nos cobró el tiempo de alquiler (creo recordar que era una hora, pero no estoy segura) y nos indicó de manera expresa nuestra obligación de devolver la barca en el tiempo convenido.
-De todas formas, no se apuren que yo les aviso – dijo seguro de sí mismo.
El Consorte, la Niña (el Niño no estaba ni proyectado) y yo nos montamos en la barca y el encargado dio un empujón al “navío” lo suficientemente grande, como para que iniciáramos nuestra travesía.
Nos acomodamos y yo fui remando hasta situarnos en el centro del lago.
La Niña había llevado una muñeca y estuvo muy entretenida jugando con ella y mojándose las manos en el agua; mientras, el Consorte estaba leyendo sus cosas (Él siempre lleva a todas partes algo para leer) y a ratos alternaba en el entretenimiento de la Niña que realmente estaba disfrutando de la experiencia.
Nosotros estábamos a lo nuestro, cuando empezamos a escuchar una especie de silbato a lo lejos y vimos que varias barcas cercanas nos miraban. Giré la cabeza y vi al barquero haciendo señales de que el tiempo estaba llegando a su fin y que debíamos acercarnos al muelle.
-Venga Consorte, te toca a ti remar ahora.
Empecé a recoger las cosas y a prepararme para dar por terminado el paseo en barca, cuando al levantar la cabeza, me lo encuentro visiblemente sofocado y con la frente llena de sudor.
-¿Pero qué haces?
-¿Cómo que qué hago, no lo ves? ¡Remar, que voy a hacer!
Lo que él llamaba remar era intentar a base de remos llevar la barca hacia adelante, pero remando hacia el frente, no sé si me explico…
-¡Pero es que estás remando al revés! No me digas que no sabes remar-dije incrédula.
-No, no sé remar.
-¿Venimos a un paseo en barca y no sabes remar?
-¡Ehhh, para el carro! Que la que has dicho lo de venir al lago has sido tú, además no debe de ser tan difícil, no lo veo como una actividad muy compleja ¡no me jodas!
Se me pasó por la mente nuestro primer viaje en coche, cuando apenas habíamos empezado a salir. Vino a acompañarme por si el coche se estropeaba…pero esa es otra historia.
-En serio, lo tuyo es muy fuerte.
-¡Mamá pis!- decía la Niña mientras daba saltitos.
El barquero estaba empezando a ponerse nervioso, sus gestos habían adquirido una velocidad cercana a la histeria y sus pitidos ahora ya eran constantes.
El lago de la casa de campo no es que sea el lago Ontario, pero tampoco es una alberca de pueblo así que llegar hasta el embarcadero desde donde estábamos, sin saber remar, iba a costar lo suyo.
-Anda trae acá los remos que ya lo hago yo.
-¡Que no, joder! Tú dime que tengo que hacer y listo. A ver Dolega, esto es una actividad simple ¿ok? En las galeras iban esclavos ¿De acuerdo?
Dolega con cara de madre.
-A ti en las galeras te habrían matado a latigazos ó te habrían tirado por la borda al verte remar así, macho.
-Te equivocas, al primer latigazo habría aprendido a remar de puta madre. Venga, a ver qué hay que hacer.
-Básicamente lo contrario de lo que haces. Tienes que remar hacia atrás. Dame los remos que te pongo en posición hacia el embarcadero.
Giré la barca y mi instinto me decía que siguiera remando y me dejara de clases, pero nunca le hago caso y así me va…
-Toma, ahora rema hacia atrás que yo te aviso…
El aprendiz de remero empezó con mucho ímpetu pero la diferencia de intensidad en uno de los remos hizo que empezáramos a dar vueltas en redondo, mientras yo insistía en que tenía que equilibrar ambos remos en profundidad de palada.
Para ese entonces ya éramos la atracción de todo el lago de la Casa de Campo y varios vecinos de embarcación se acercaban a dar consejos a gritos del tipo “así, tira de riñoooones, con los dos brazos” mientras exhibían sus habilidades frente a sus chicas. Yo miraba al embarcadero donde estaba el hombrecillo de las barcas al borde del ataque de nervios y no dejaba de pensar “No te queda a ti esperar ni nada, hermoso”.
La Niña ya saltaba sin parar diciendo que se hacía “mucho, mucho pis Mamiiiii” así que levanté mi culo del asiento de la barca dispuesta a rescatar los remos y terminar con aquella especie de remolino perpetuo en que se había convertido el viaje, cuando sentí que la barca se escoraba peligrosamente hacia un lado y me imaginé lanzada a aquel agua verde y a la Niña detrás, me imaginé yendo de vuelta a casa en el autobús, calada hasta los huesos y oliendo a agua estancada, me imaginé siendo Clint Eastwood, magnum en ristre y diciendo con infinito placer: “Venga, alégrame el día”.
Logré milagrosamente equilibrarme y caer sentada en la tabla que servía de asiento con la Niña pegada cual lapa a mis vaqueros.
Dolega en modo arma letal.
El Consorte decidió terminar las clases de remo y enfiló al embarcadero como alma que lleva el diablo con su peculiar estilo, mientras la gente nos gritaba “Así no, que vas al revés…” “Así no…”
A día de hoy pienso que debíamos ser como la anti-escena de Titanic.
Llegamos y el barquero despotricaba “¡Es que no hay derecho, llevan ustedes media hora desde que les avisé, bla, bla…”, la gente que esperaba nos miraba con cara de “ya os vale”.
-¡Usted tiene la culpa, sí usted! Si pidiera carnet de remero a los que vienen aquí a hacer el chorra, ya vería como no le pasaba a usted estas cosas- Solté casi fuera de mí.
-¡Menudo carácter tiene la señora!- dijo mirando al consorte como diciendo “menuda fiera te ha tocado en suerte”
Y va el Consorte y con cara de cordero degollado le dice:
-No lo sabe usted bien, buen hombre, no lo sabe usted bien…
Clint Eastwood y un Magnum 44 volvió a ocupar mi mente.
-Se lo he dicho para darle pena y que no nos cobre la media hora de más – me dice al oído.
-Ehhh señores, señores.
-No te gires, no te gires que nos va a cobrar el tiempo de más-decía el Consorte mientras caminábamos y la Niña decía que directamente se iba a hacer pis encima.
Yo me imaginé el final de nuestro día de aventura corriendo por la casa de campo siendo perseguidos por el barquero del lago al grito de “¡Ehhh, ehhh, detengan a esos que me deben dinero!” y me giré despacio, con una sonrisa.
-¡La muñeca, que se dejan la muñeca de la cría!- y el buen hombre se acercaba a dárnosla. El Consorte fue a buscarla corriendo.
-Que sepas que me ha mirado con pena.
-Y eso que no te ha visto la carita que se te va a quedar en las próximas tres semanas.