Revista Comunicación
Hace poco me comentaba la decana del colegio de periodistas de Cataluña, cuya entidad tiene en propiedad unos cuantos quioscos de prensa en el Paseo de Gracia barcelonés, que éstos subsisten gracias a la venta de pashminas y souvenirs para los turistas. El margen de las pashminas que, evidentemente ni deben ser persas ni de lana de cachemire, es tremendo, me decía,comparado con los exiguos ingresos que deja la cada vez más menguante prensa diaria. En España han cerrado en los últimos ocho años alrededor del 40% de los quioscos de prensa, unos diez mil puntos de venta aproximadamente, y los que quedan y tienen la suerte de tener una buena ubicación en las zonas más comerciales y de tránsito turístico de las ciudades, se han reconvertido en bazares recargados para vender lo que solo hace unos años se llamaban “atípicos”: loterías, recargas de móvil, tabaco, camisetas y bufandas de clubes de fútbol, chales de falso cachemire, golosinas y un largo etcétera de quincallaspara turistas. Ahora lo “atípico” es vender periódicos, que el año pasado volvieron a caer un 10% en su difusión y que ya llevan acumulado un descenso de ventas del 60% desde el año 2007. Los quiosqueros, además, han sufrido el cambio de orientación estratégica de los editores respecto a las promociones con las que acompañaban antaño sus diarios: ahora son los Carrefoures de turno los que entregan “los drones”, “las impresoras wi-fi”, “el jamón de jabugo” o las “sartenes de cocina” que el comprador del periódico puede obtener mediante los cupones diarios que recorta de su ejemplar y pega en una cartilla. Antes, los coleccionables por fascículos y las láminas de cartón se insertaban en el interior del periódico (encartaban) y el quiosquero recibía una comisión adicional al 20% del precio de la cabecera, que es la pactada habitualmente. El derrumbe de ventas de los diarios y de los quioscos de prensa ha supuesto también la concentración en la distribución y el transporte de ejemplares. Hace unos años cada periódico de los grandes y medianos de nuestro país tenia su propia empresa de distribución, hoy en día con el fin de abaratar los costes, los editores se han aliado y el transporte está en un par de manos que imponen sus condiciones. Vivimos en el fenómeno del pez que se muerde la cola para acabar muriendo asfixiado fuera del agua. Con menos kioscos donde vender la prensa y con menos tirada por parte de los diarios por agotamiento de los lectores— en un país donde la costumbre por la suscripción a la prensa diaria no es ni por asomo la de otros países europeos, no digamos los nórdicos—, el declive de las ventas por efecto puramente comercial seguirá siendo muy importante. El fenómeno del cierre de las ediciones impresas para sobrevivir con la marca en el digital, como el recientemente anunciado por el periódico británico The Independent, va a llegar a nuestro país muy pronto. Si realmente, como se especula, se avecina una nueva crisis económica mundial, ésta volverá a afectar a los ingresos publicitariosde los débiles periódicos en papel y será la puntilla para muchos de ellos. Auguro que en unos años veremos pocos periódicos en los kioscos de la vía pública y muchas más pashminas.