Desde Caracas, saltan en los ojos lágrimas de carbón viendo el pasillo que el pueblo le abre al pueblo. En mitad de la servidumbre de la obediencia que aún supura en España, del teatro cerrado de la democracia representativa y los medios de comunicación mercenarios, de la patraña del pan duro y el circo blando que hace confundir la patria con un estadio, salta una chispa que se convierte en un reto para todas y todos. En Túnez fue Mohamed Bouazizi quien le prendió fuego con su cuerpo a la dictadura. En España, son los mineros los que dinamitan la complacencia y nos ayudan a entender que en el pozo oscuro de la mina estamos todos y que solamente saldremos de esa noche alumbrándonos unos a otros.