Viernes 26 de marzo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: Concierto Extraordinario de Semana Santa: OSPA, Coro de la Fundación Príncipe de Asturias (maestro de coro: José Esteban García Miranda); Christiane Libor (soprano), Heike Wessels (mezzo), Carsten Süß (tenor), Friedeman Röhlig (bajo). Andrea Albertin (órgano). Director: Maximiano Valdés.
Inicio de mis "santas vacaciones" aunque nunca para la música, que en esta ocasión tenía dos obras cuyos títulos bien venían a las fechas en las que nos encontramos, también interpretadas el día anterior en el Teatro Jovellanos de Gijón (crítica de Ramón G. Avello en El Comercio de este viernes), aunque como veremos, más pasión que Pasión con agnosticismo a raudales.
La primera parte la ocuparía la Sinfonía nº 49 en Fa m, "La Pasión" Hob. I/49 (1768) de Haydn, título que puede dar a a equívocos al no se referirse a "La Pasión de Jesucristo" sino esa pasión más humana de la que bebía Papá Haydn en los tiempos del "Sturm und Drang", y que en las notas al programa del pianista y crítico vasco Asier Vallejo Ugarte (habitual de la revista musical Scherzo) recuerda que fue estrenada un Viernes Santo en Esterháza así como seguir la estructura de la "Sonata da chiesa" e iniciarla con un Adagio "que asegura en las desoladoras líneas de la cuerda la sombría (y nada común en el XVIII) tonalidad de fa menor". La orquesta de cuerda con clave, dos oboes y dos trompas, tardó en encontrar esa "pasión", como si el inicio lento les hubiese cogido en frío a todos, "encendiéndose" un poco en el Allegro di molto, más templados y "animados" en el Menuet para llegar al "urgente Finale, con sus fieros y afilados constrastes, extrema como un rayo fulgurante el sentimiento de contrariedad y derrota, arruinando la esperanza de un giro optimista" del Presto realmente bien descrito por el crítico sin haber escuchado la interpretación "con prisa" de esta parte, una lástima porque esta sinfonía tiene momentos de total contemporaneidad en especial ese inicio, a pesar de las "apariencias" y el maestro chileno podía haber "achuchado más" a sus músicos. No es comparar pero nuestro querido Victor Pablo Pérez con la Orquesta Sinfónica de Galicia (personalmente "menos orquesta que mi OSPA") es un ejemplo de lo que me hubiese gustado escuchar y aquí dejo el último movimiento:
Para la segunda parte esperaba nada menos que la "Misa Glagolítica" (1926) de L. Janácek con nuestro gran coro asturiano y cuatro solistas alemanes con distinto protagonismo en la partitura, más un organista (que también toca el pianoforte e incluso es asistente de dirección del Maggio Fiorentino) quien utilizó un instrumento eléctrico amplificado por momentos en demasía, nuestra orquesta asturiana, todo bajo la batuta del "Maestro Luarca" en uno de sus caprichos de despedida, lo que se notó en su visión y buen trabajo desde el podio, mucho más atento al coro y solistas que de costumbre y buscando un buen espectáculo de todos en detrimento de los solistas que por momentos quedaron engullidos por la masa sonora desplegada en esta obra de madurez del checo, más exaltación nacional que misa pese a la estructura de la obra sinfónico-coral.
Del cuarteto vocal y de más a menos destacaron el bajo por su "poderío" y color, la soprano, con algo menos de volumen en los tutti y más brillante en los solos, de registro amplio, el tenor de bella voz para "repetorios alemanes" pero al que arrolló la catarata sonora del auditorio y la mezzo cuya breve intervención sólo atisbamos en el concertante, dejándonos con ganas de escucharla en otro momento.
Capítulo aparte quiero dedicarle al organista Andrea Albertin, excelente en todas y cada una de sus intervenciones al que no culpo del ya comentado exceso de volumen por momentos, así como una reverberación programada algo larga que no era necesaria en el auditorio. En obras así echamos de menos un órgano instalado en la sala (se me caía la baba viendo el de Tenerife, moderno y que se oculta cuando no lo utilizan), aunque el usado este viernes "daba el pego" a la vista de los resultados. El penúltimo número (VII. Órgano solo) nos dejó una interpretación realmente sublime en todos los aspectos, siendo muy aplaudido al final del concierto.
Al Coro de la Fundación le plantean retos de los que suele salir airoso aunque supongan altibajos al interpretar obras "de repertorio" o más trabajadas. En el de hoy se merecieron el sobresaliente porque cantar en glagolítico no es fácil: "Gospodi pomiluj" en vez de Kyrie, "Slavala" el Gloria, "Veruju" por Credo, "Svet" el Sanctus, y qué maravilla ese "Agnece Bozij" (Agnus Dei); esta misa tiene momentos complicados de afinación para oídos occidentales que superaron como si de un coro ruso se tratase. El empaste fue total no sólo de voces sino con la orquesta y creo que alcanzó niveles nunca escuchados hasta ahora entre ambas formaciones, incluso en los ff no hubo gritos sino una potencia bien administrada capaz de sobreponerse al resto de músicos (que se lo pregunten a los solistas). Las partes solas de mujeres rivalizaron con las de hombres sin necesitar vencerse, con total empatía tanto en los momentos a capella como las partes fugadas. Mi más sincera enhorabuena al trabajo de mi amigo Pepu y esas voces que deben estar satisfechas del fruto recogido tras meses de ensayos...
Para el final dejo a mi admirada orquesta parafraseando a Les Luthiers: capaces de "(satisfacer mis deseos,) lo(s) más sublime(s) y lo(s) más perverso(s)" (de El Rey Enamorado). No me canso de defender su profesionalidad y buen hacer (los números extremos de la misa sin participación vocal -I. Introducción y VIII. Intrada- confirman y me reafirman su poderío sonoro); tampoco cansaré de comentar su implacable ascenso y madurez así como de su versatilidad ante repertorios dispares y directores tan distintos. En esta tarde pasé del conato de cabreo por un Haydn sin pasión a la pasión de un Janácek sin compasión, reconociendo incluso el atropello sonoro a los solistas que achaco a una conducción irregular de una máquina casi perfecta. Fernando Alonso ya está en Ferrari y mejorarán los dos. A buen entendedor ¡cuchillo de palo! (por no perder el humor).
Si hace un año escuchaba "Sin mucha pasión" estos mismos protagonistas (con otro cuarteto vocal solista), tengo que reconocer que, al igual que Milan Kundera llegó a afirmar que la obra tenía más de orgía que de misa, pese al mal presagio inicial acabé como la fanfarria final de la misma que le da una última dimensión triunfal, febril y un tanto irónica: apasionado desde el agnosticismo glagolítico.