Fue en Francia, cuando Mary tenía doce años, donde nació su interés por la prehistoria y marcando el rumbo definitivo de su vida. En 1925 su familia se trasladaba a vivir a la región francesa de Dordogne donde Abbé Lemozi trabajaba en una excavación en una localidad cercana. El poco tiempo que Mary pasó en Francia disfrutó encontrando piezas pequeñas muy antiguas que empezó a clasificar de manera meticulosa y empezó a sumergirse en los entresijos de las excavaciones arqueológicas.
De la libertad al convento
Lamentablemente, un año después su padre fallecía y su viuda decidía vender parte de su obra para poder instalarse en una casa en Kensington. Cecilia Marion obligó a su hija Mary a estudiar en un convento católico del que intentó escapar en repetidas ocasiones y en el que nunca consiguió adaptarse. Su madre, dispuesta a darle una educación formal al precio que fuera, la sacó del colegio religioso y contrató a tutores particulares que tampoco pudieron domar a la joven apasionada por pintar objetos descubiertos en el pasado.
A pesar de que Mary sabía que su vida tendría que enfocarse a la arqueología, por no haber hecho caso a su madre y haber seguido sus estudios, no pudo ingresar en la universidad para profundizar en sus escasos conocimientos arqueológicos. Aún así, Mary no se rindió y consiguió participar en distintas excavaciones gracias a su talento para la ilustración de objetos.
Una pareja compenetrada
Fue a través de la doctora Gertrude Caton-Thompson que conoció a Louis Leakey, quien también necesitaba una ilustradora para su obra Los ancestros de Adán. La relación profesional de Mary y Louis pronto traspasó los límites de lo establecido. Su romance no se detuvo a pesar de que Louis estaba casado y su relación extraconyugal llegara a poner en peligro su reputación.
Después de conseguir el divorcio en 1936, Louis se casó con Mary, con la que viviría, trabajaría y compartiría su pasión por la arqueología hasta el fin de sus días. La pareja tuvo tres hijos, de los cuales Richard se sentiría el más cercano a la profesión de sus padres.
Los descubrimientos de los Leakey
Mary y Louis Leakey hicieron importantísimos descubrimientos que hicieron modificar algunas teorías acerca de la evolución del hombre. Mary relevó a su marido en la dirección de las excavaciones de la garganta de Olduvai en 1961. En esa zona recóndita de Tanzania, la pareja descubrió un fósil de homínido con una antigüedad de unos dos millones de años y que sería bautizado como Australopitecus. Este no fue su único hallazgo pues durante los años que duraron los trabajos de excavación en Olduvai recopilaron un gran número de herramientas, fósiles y cráneos de distintos períodos de la prehistoria que fueron ordenados y clasificados con gran detalle.
Cuando Louis Leakey falleció en 1972, su viuda y su hijo Richard continuaron trabajando en el mundo de la paleontología y la arqueología. Incluso en su retiro de Nairobi, donde vivió los últimos veinte años de su vida, Mary Leakey no dejó su gran pasión a la que dedicó artículos que recordaban todos sus importantes hallazgos.
Mary Leakey fallecía el 9 de diciembre de 1996 a los ochenta y tres años de edad.