El nombre de Mary Leakey está estrechamente vinculado al mundo de la antropología, la arqueología y la paleontología. Su labor en distintos puntos del planeta, en muchas ocasiones al lado de su inseparable marido, el también arqueólogo Louis Leakey, proporcionó grandes hallazgos para el mundo de la investigación de los orígenes del hombre. Mary fue una muchacha rebelde que se interesó por la arqueología de casualidad y fue gracias a su talento como dibujante y su pasión por descubrir el pasado lo que la llevó a convertirse en una de las investigadoras más importantes de este campo.
Una infancia itinerante
Mary Douglas Nicol nació el 6 de febrero de 1913 en Londres. Su madre, Cecilia Marion, era una mujer estricta que intentó siempre frenar el espíritu aventurero que su hija había heredado de su propio padre, Erskine Edward Nicol, un pintor especializado en paisajes realizados con acuarelas. Debido a la profesión artística de su padre, la familia Nicol debía trasladarse muy a menudo a los lugares que Erskine debía plasmar en sus lienzos. Mary tuvo una infancia apasionante, viajando desde los Estados Unidos a Egipto pasando por Italia. En la tierra de los faraones, tanto ella como su padre, empezaron a acercarse al apasionante mundo de la arqueología.
Fue en Francia, cuando Mary tenía doce años, donde nació su interés por la prehistoria y marcando el rumbo definitivo de su vida. En 1925 su familia se trasladaba a vivir a la región francesa de Dordogne donde Abbé Lemozi trabajaba en una excavación en una localidad cercana. El poco tiempo que Mary pasó en Francia disfrutó encontrando piezas pequeñas muy antiguas que empezó a clasificar de manera meticulosa y empezó a sumergirse en los entresijos de las excavaciones arqueológicas.
De la libertad al convento


