Revista Opinión

Pasión y vocación masónica (Parte II)

Publicado el 10 abril 2016 por Habitalia

Julio MarioVillarreal III

Hace algún tiempo conversaba con uno de los más prestigiosos masones de mi país, un anciano que no falta a las tenidas a menos que una condición muy superior se lo impida.

Este hermano me respondió que en toda su larga trayectoria, había conocido a muchos hombres, pero a muy pocos masones. Se ha discutido al respecto que del porcentaje real y efectivo de la membresía, el resultado es que lamentablemente solo un escaso 10% serán masones vocacionados.

Lo cierto es que, como dice el libro de las Sagradas Escrituras, son muchos son los llamados pero pocos serán los escogidos, sin embargo este 10% constituyen la columna vertebral de nuestra noble institución pues el G:.A:.D:.U:. no elige a los más capacitados sino que por el contrario, capacita a los elegidos, convirtiéndose éstos en masones vocacionados y los llamados a seguir construyendo el templo espiritual conjunto al que llamamos Francmasonería.

Como dijera Steve Jobs hacer algún tiempo, el secreto del éxito en lo que nos propongamos se fundamenta en pensar diferente a los demás, algo tan sencillo como lo es el grado de Pasión y Vocación en lo que uno hace, pues la única forma de estar realmente satisfecho es hacer lo que consideremos un trabajo extraordinario y el único camino para lograrlo es amando lo que hacemos siguiendo con coraje nuestras intuiciones. Como masones vocacionados debemos estudiar y buscar día a día, y poner en práctica constante, todo lo que aprendemos en el Arte Real, sacándole el máximo provecho para beneficio nuestro, de nuestras familias, vecinos, amigos, en fin, de todos nuestros semejantes. Parece una Ley universal que nada que merezca la pena en esta vida resulta fácil. Todo lo realmente valioso en la vida cuesta trabajo.

Lo fácil no merece la pena, pero el entusiasmo no debe ser fingido hay que sentirlo, pues uno no elige sus buenas pasiones; la buena pasión es la que nos eligen a cada uno de nosotros y debemos dominarlas pero con cierto grado de soltura en las riendas para sacarle el mayor beneficio posible.

Si nos dedicamos a aquello que nos gusta y sanamente nos apasiona, no es necesario contar con ningún plan maestro sobre cómo van a suceder los acontecimientos, tenemos que enamorarnos de lo que hacemos porque nos enfrentaremos a muchos obstáculos y adversidades. Cualquier persona puede opinar sobre estos temas pues las ideas son fáciles de plasmar pero ponerlas en práctica es lo verdaderamente difícil, pero, como dijera Henry Ford, "Cuando todo parezca ir en contra, recordemos que un avión despega a contra viento, no a su favor"

¡La Actitud lo es todo, no hay liderazgo ni logros sin ella! Con las tendencias actuales, los masones vocacionados no nos evadimos de un entorno en el cual descubrimos que muchos de los que ingresan al Arte Real lo hacen impulsados por la esperanza de obtener algún beneficio, compensación o apoyo en sus intereses particulares, y que al no obtenerlo acuden a la deserción. Por otra parte, otros tienden a salir al no obtener la guía que esperan de sus hermanos mayores.

Recordemos que no todos nacen para ser líderes y necesitan del apoyo continuo para ir alcanzando algo que se logra con la práctica y el ejercicio de las virtudes y no como un don que tienen algunos pocos mortales desde el principio de sus vidas. La mayor recompensa que un masón apasionado y vocacionado encontrará será la de conocerse a sí mismo, a desarrollar en gran medida ese porcentaje de la inteligencia que apenas llega a un 10% entre nuestros semejantes más inteligentes.

Ese conocimiento, esa verdad y lucidez se logra en el ejercicio de la Visita Interiorem Terrae, Rectificando, Invenies Occultum Lapidem. Estas reveladoras palabras nos advierten de la imperiosa necesidad de purificarnos de todas las ilusiones, egos y desenfrenos que satisfacen nuestra desafortunada personalidad y que hemos ido adquiriendo en nuestro diario contacto con las tinieblas exteriores del mundo profano. Sin ese previo despojamiento de los metales, que crean una dura y gruesa costra alrededor de nuestro verdadero ser, impidiendo que se exteriorice - nunca recibiremos la autoridad espiritual por medio del rito y los símbolos de la Iniciación, imposibilitando así la posibilidad de renovación, de volver a nacer en un mundo nuevo bajo una luz mucho más clara y sutil: el mundo de las ideas y arquetipos venidos del Gran Arquitecto del Universo.

Nadie podrá hacer ese trabajo por nosotros. Lo lograremos solos, recogidos en el aislamiento y el mutismo, confinados en nuestra individual cámara de reflexión para allí sucumbir a la condición profana, sin agonía alguna ante esa muerte al pasado, ni mirando hacia atrás como la mujer de Lot. Uno de los salmos de Salomón señala que "si el G:.A:.D:.U:. no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican", y parece increíble que muchos hermanos entran a la Francmasonería y nunca se dan cuenta del significado y el alcance de cada uno de los grados de las logias azules, teniéndose para el grado de aprendiz, el encuentro con uno mismo; en el grado del compañero, la etapa ilustrada; para luego llegar al grado del maestro o el estadio teológico, es decir, el acercamiento con aquello que cada una de nosotros considera el Sumo Hacedor de Todas la Cosas, sin embargo, el hombre natural que no ha tenido una buena formación, no acepta ni comprende las cosas del G:.A:.D:.U:. porque para él son simplezas; y no las puede entender pues el conocimiento superior y "las cosas espirituales solo se disciernen espiritualmente".

Un templo no se construye con una sola roca, por muy pulida y hermosa que sea, de hecho los bordes de cada una de esas rocas debe estar bien escuadrada para permitir que la argamasa del amor fraternal que las una conlleven a la creación del mejor templo jamás visto. La Masonería requiere de cada hombre, de acuerdo a sus medios; pues no existe hombre que no consiga aportar algo.

Tal vez cuando partamos al Oriente Eterno, no nos demos cuenta del grato recuerdo que dejamos, y ni nos demos cuenta del valor fundamental de las acciones y ejemplos que hoy hacemos. La Masonería, leal a sus Antiguos Linderos y a su Código Moral y espera de sus miembros que sean fieles a sus compromisos y promesas, teniendo siempre presente la práctica de las virtudes, en especial la de la Caridad. Si honramos nuestras obligaciones de forma regular y continua, podremos ver los resultados en nuestros talleres al ser invadidos por el Egregor que nos debe distinguir, de otra forma nuestras palabras sin acción serán estériles y solo habremos perdido el tiempo.

Descubrir la pasión y vocación masónica, es un proceso voluntario y con un gran compromiso que se da en un momento indeterminado de la preparación y el aprendizaje, para todos no es igual, cuando el francmasón descubre que se siente comprometido consigo mismo, con su familia, con sus hermanos.

Ese despertar en nuestro interior es algo que nos habla a diario, una especie de maestro íntimo, secreto al que llamaremos nuestra conciencia nos instará a trabajar de una forma espiritual y nos dará una inteligencia espiritual y emocional de las cosas como no la habíamos visto nunca antes, aplicando todo el conocimiento simbólico y esotérico, el cual iremos comprendiendo cada vez más, en beneficio no solo a nuestro entorno inmediato sino también a una comunión, entendimiento y empatía con todo el mundo. El masón con vocación masónica y pasión se distingue por ser un individuo de acción, una persona que parece incansable en el pulimiento de su piedra y apoyando e interesándose en el trabajo de sus hermanos. El Masón vocacionado se distingue por la alegría con que recibe a sus hermanos y amigos, siempre con una sonrisa franca y un abraso efusivo, contagiando a sus semejantes de optimismo y dando palabras a aliento en las situaciones difíciles, para él, la alegría y la tristeza de sus hermanos las hace propias.

Dada la aparente decadencia de la Francmasonería por la disminución de su membresía requiere del masón vocacionado el rescatar y resaltar los conceptos de acción, de empezar a ser menos especulativos y volver a ser más operativos en el sentido de practicar lo que se predica y lo que se estudia en la vida cotidiana, siendo el ejemplo a seguir para profanos y masones. Algunos se preguntarán cual es el combustible de un masón dinámico y la respuesta es muy simple, el propio ejercicio y la práctica efectiva del Arte Real es su recompensa y el salario para seguir avanzando. El masón vocacionado no requiere de títulos como Venerable o Respetable pues eso se deja para el ritual, pues fuera de la logia, es uno más entre los suyos y no necesita medallas ni reconocimientos de ningún tipo. .

El mayor placer el ver crecer a sus hermanos y tratar de caminar todos juntos en la superación personal para beneficio de todos. Lo cierto es que al final cada cabeza es un mundo, cada uno de nosotros tenemos nuestra propia y única visión del Arte Real, algunos en el camino de la Masonería se entretendrán en algunos aspectos interesantes y de ahí no tendrán más interés en avanzar. Otros se perderán en las diferentes ramificaciones del estudio de las ciencias y las artes liberales e incluso más aún en la búsqueda de sus verdades mediante el camino del esoterismo, tratando tal vez de desentrañar los misterios espirituales pero sin un discernimiento ni una preparación espiritual. Cada quien avanzará a su ritmo, pero cuan grato sería para todos mantener la vocación y la pasión, navegando todos juntos en una misma arca, la cual es el emblema de una bien fundada esperanza y una bien empleada vida. Viajando todos juntos en aquella arca divina que seguramente nos conduce sobre este tempestuoso mar de tribulaciones, para luego usar aquella ancla que con seguridad nos sujetará, en aquella pacífica bahía donde los malvados cesan de mortificarnos y el cansado encuentra reposo.

Cómo escribí al principio, todo es "al correr de la pluma", planteo lo que siento y no miro atrás lo escrito, podre tener errores pero es parte del ejercicio y del constante crecimiento.

Fuente: Dialogo entre masones Octubre 2015

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