Paso generacional de la empresa familiar

por Ángel Danieli Ponce

Tradicionalmente, el fundador de una empresa familiar decide mediante un acto de última voluntad, conocido como sucesión testamentaria, transmitir la empresa familiar para que a su muerte, pase a la segunda generación, que por lo general está conformada por el grupo familiar cuyos miembros legítimamente son considerados como sus herederos.

En esta hipótesis, a la muerte del autor de la sucesión, los herederos tendrán que ponerse de acuerdo para conducir con éxito la empresa, entrando frecuentemente en conflicto, ya que cualquiera de ellos pretenderá -porque una vez se lo comentó en vida el testador- ocupar su lugar y dirección en la empresa. Otro quizás, desee hacer el marketing; otro, las relaciones públicas y disfrutar de auto nuevo cada año y viajes al extranjero. El hijo que estudió ingeniería fuera de su ciudad y se quedó a radicar ahí hasta la muerte del testador querrá a su regreso,  desplazar al hijo emprendedor que vino trabajando desde temprana edad al lado de su padre y que al fallecimiento de éste, era quién conducía los destinos de la empresa o parte de la misma. Esta rivalidad afectiva entre herederos es necesario resolverla, para que las ambiciones personales se puedan acotar y sea posible llegar a un acuerdo inteligente y razonable para la preservación de la empresa familiar en manos de la segunda generación.

Según datos revelados por Nacional Financiera, en nuestro país el 90 por ciento de las empresas son de carácter familiar. Con una vida de 25 años, el 30 por ciento de ellas pasa a la segunda generación y sólo el 15%  a la tercera generación, en virtud de que no existe una adecuada planeación en la  sucesión de la empresa. Así, los conflictos familiares, la falta de liderazgo o interés en el negocio y la mala planeación financiera afectan directamente a la permanencia de la empresa. Decían los antiguos, “la fortuna se hereda, pero no la creatividad y el liderazgo”.

Es caso excepcional el empresario previsor que, así como lleva su negocio al  éxito, pone su mirada más lejos y en vida crea una sociedad, que a su muerte, permitirá la transmisión de las acciones o partes sociales  referentes a quienes considere los sucesores con mejor aptitud para conducir la empresa. Las acciones pueden otorgar diferentes facultades en la administración del negocio pero todas dan derecho a recibir dividendos, por lo que estas medidas no ocasionan perjuicios a los herederos que queden fuera de la empresa o en lugares secundarios de la misma. Este camino puede garantizar una continuidad generacional en la transmisión de la empresa familiar.

No obstante, para los empresarios no previsores, existen formas de solución de conflictos  económico-afectivos entre los herederos. Una de ellas es la figura del Mediador Familiar, quien conoce los problemas emocionales y laborales de las partes en conflicto y  permite por su conducto llegar a un acuerdo satisfactorio que no ponga en riesgo la existencia de la empresa familiar.

En países como España e Italia, en donde la empresa familiar es el motor que mueve sus economías, existe el Consultor Familiar, contratado por los herederos para tratar de desentrañar los nudos afectivos y laborales que tienen con otros o con su propia madre, a efecto de  llegar a un sano entendimiento para tomar las decisiones adecuadas y que los activos de la empresa puedan llegar a manos de generaciones futuras.

Autor Ángel Danieli Ponce
Licenciado en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México
adanieli@up.edu.mx

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