"-Si tú llevaras razón, si todo esto fuera sólo una novela, ¿sería tan terrible?, ¿estarías menos vivo que ahora?, ¿serías menos libre que ahora?"
Portada de Pasos en la escalera
"Pasos en la escalera" comienza con Claudia instalándose en el sexto piso de un edificio viejo, frío y sin ascensor. Ha venido a iniciar su nueva vida como universitaria. Está aterrada. Claudia es una chica tímida, callada, que teme el simple gesto de que alguien pose su mirada en ella y anhela a la vez que alguien se percate de su existencia. Le da miedo pensar que no hará ningún amigo en la facultad, que nadie le dirigirá la palabra. Asimismo, los seis tramos de escalera que separan su nueva casa del resto del mundo son un abismo para ella. El probable encuentro con algún vecino, el simple esfuerzo de pronunciar un hola, la mortifican y paralizan."A los lados de la carretera los arbustos corrían a casa en dirección opuesta a la del autobús. A bordo se oía un llanto desgarrado.-Vendrás a vernos y nosotros iremos a verte...Se lo prometían los arbustos. Y el resto de lo que decían se perdía bajo aquellos lamentos angustiados que no paraban..."Yo entro en el edificio con más seguridad que Claudia. Aun así lo hago con sigilo, que no se entere nadie que tengo el poder de leer los pensamientos. Yo sí anhelo tropezarme con vecinos en la escalera, y con otras muchas más cosas. Entre ellas, espero encontrarme con esas frases de palabras que encierran múltiples significados que suele regalarme Laura Rivas Arranz, la autora de esta novela. Mi primera sensación es echarlas de menos (las encontraré, aunque tal vez con menor frecuencia que en su anterior libro y que en la mayoría de sus relatos). Sin embargo mi añoranza se esfuma enseguida, Laura Rivas siempre me lleva a su terreno, a su bosque, y cuando me quiero dar cuenta ya estoy atrapada en el trajín de la escalera y en las vidas de sus habitantes. Me descubro curioseando por la mirilla a ver quién entra y sale, asomándome al patio para identificar al dueño de una voz que ha entrado por la ventana, o acechando en el portal esperando el regreso de algún inquilino ausente.
"Ella se hizo con el paquete, firmó el papel, le metió en los ojos su mirada triste y le musitó un "Gracias". Y antes de cerrar la puerta se puso pálida. Sí, estaba seguro. La casa entera empalideció con ella. Y la calle. Y toda la ciudad. Todo era pálido ahora... Y a él el corazón se le revolvió de miedo..."
365.32 - Television. Fotografía de Sarah Reid
Rivas Arranz nos seduce con los ruidos que pueblan cualquier comunidad de vecinos. Todos los conocemos, todos los oímos, pero qué pocas veces nos paramos a escucharlos, a dilucidar lo que se esconde tras ellos. Bajamos y subimos por los siete pisos del edificio, desde el sótano, lugar oscuro y germen de todos los males del viejo inmueble, hasta la azotea, cargada de promesas pero la gran olvidada a la que casi nadie visita, tal vez por el vértigo que implica mirar desde ella. Y entre peldaño y peldaño la autora nos abre las puertas de los pisos de par en par, entrelazando las vidas de los vecinos sin que acusemos el cambio. Al contrario, más bien lo deseamos, no vaya a ser que nos perdamos algo de lo que está pasando. Ya os he contado algo de lo que le pasa a Claudia pero esta no es sólo su historia, es la historia de todos los inquilinos, aunque ahora caigo en que todavía no os los he presentado.En el edificio vive una anciana terca y egoísta que empieza a olvidar la vida que tuvo y a inventar recuerdos de la que quiso tener; vive un matrimonio que calla cuando tiene que hablar y grita cuando tiene que callar; viven unos niños en cuya lógica aplastante no hay cabida para el absurdo mundo adulto y que aprenden a maquillar sus vidas para estar a la altura de lo que ese mundo exige de ellos; vive un hombre joven volcado en su trabajo y empeñado en llenar de obligaciones su tiempo libre para no pensar en quien debería olvidar; vive una chica que se siente menospreciada y combate su frustración alternando la envidia con la culpabilidad que esta le provoca; vive un joven que intenta vivir de un sueño mientras la realidad amenza con engullirle al sueño y a él; vive alguien cuya tristeza le empuja a volar libre al encuentro del duro asfalto; ... El edificio está habitado por solitarios, tanto los que viven solos como los que lo hacen acompañados. Se ven todos los días pero no se conocen. Y pienso esperanzada que algunos de ellos se caerían bien y se comprenderían, pero están demasiado ocupados para descubrirlo. Ocupados llenando de ruidos su silencios para así no tener que oírse a ellos mismos.
"Otra vez pensó que a su alrededor había demasiado silencio. Podía oírse comer. Y en aquel piso -había necesitado sólo un día para averiguarlo- comer sonaba mal. El golpeteo de los cubiertos sobre el plato, el chirrido del agua al caer al interior del vaso y el crujido del pan al clavarle el cuchillo la deprimían. Alcanzó el mando a distancia y puso en marcha la televisión."
Llaves. Fotografía de alfonsobenayas
Me sobran algunas cosas según va avanzando la novela, algunos detalles que para mí son innecesarios, pero que en modo alguno empañan mi convivencia con los vecinos. Al cerrar el libro se cierran las puertas del edificio pero yo continúo dentro, con mi oreja pegada a las paredes, escuchando lo que se dice cuando creemos que ya nadie nos oye. Tampoco deslucen esas cosillas el talento de la escritora salmantina.Su talento está en mirar donde nadie más lo hace, o donde nadie más se atreve a hacerlo. Está en la fuerza de sus personajes, por reales, por cotidianos. No siempre nos gusta reconocernos en los demás, pero Laura Rivas tiene el don de presentárnoslos sin artificios, con la guardia baja, y con ello nos redime, porque al vernos reflejados en ellos comprobamos que no estamos solos y hallamos la compresión que buscamos. Y nos concede también el lugar que merecemos, el de protagonistas de nuestra propia historia. Esa historia que pensamos que a nadie más interesa pero que ella rescata para mostrarnos que todos tenemos algo digno de contar. Laura es maga. Toca lo invisible con su pluma mágica y lo hace aparecer. Ese es su poder.
"Mientras las voces sin significado le retumbaban en los oídos, repasó las que había escuchado por el patio: "observando mi vida". Y pensó que en su vida no había nada que mirar, que su vida no era observable y que sus padres, de vez en cuando, la miraban..."Desde la azotea del edificio por la noche se ve la luna. Si sabes mirar puedes distinguir sus accidentes geográficos. Algunos de ellos se llaman mares y tienen nombres tan significativos como el Mar de las Crisis, los mares de la Tranquilidad y Serenidad, el Mar de las Lluvias o el de las Nubes. Me lo ha contado el hermano del vecino loco, el que quería llevarlo al psiquiatra. ¿Será verdad que la Luna influye en nuestro estado de ánimo? Me dan ganas de salir de casa al descansillo, no al de la novela sino al del edificio en el que vivo; eludir el ascensor y bajar por la escalera saltando de escalón en escalón (yo, que soy un poco Claudia y no me gusta que se oigan mis pasos); aporrear las puertas y torturar los timbres; y gritar a mis vecinos que salgan a contemplar la luna. Pero no lo hago. Pensarían que estoy loca. ¿Y qué más da que lo piensen? Total, ellos no saben quién soy yo. Yo tampoco sé quiénes son ellos.
"Ya no había gritos; el patio estaba en silencio... Su hermano había salido. Estaba solo... En realidad siempre se está solo..."
Noches turbias. Fotografía de Adriano Agulló
Ficha del libro:Título: Pasos en la escaleraAutor: Laura Rivas ArranzEditorial: LiterandaAño de publicación: 2015Nº de páginas: 196 Comienza a leer aquíAdquirir novela en digital (1,65€) aquí
Más sobre Laura Rivas Arranz
La anterior novela de Laura Rivas, "Rompecabezas", también está disponible en la web de Literanda y además es gratuita.Leer reseña de "Rompecabezas" aquíDescargar gratis "Rompecabezas" aquíOs invito también a descubrir sus cuentos y relatos en su blog Desde el bosque.