seguidora generosa de Twitter, que
me ha hecho el regalo que cuento aquí.
No me atrevo a decirlo, pero creo que ya soy un influencer, o al menos un poquito influencer, una especie de influencer but not too. (En español decimos ma non troppo). Un influens minor, obviamente, pero que se está decantando hacia la especie influens gorronis, o algo así.
En definitiva: Soy un mierdecilla, poco más que un cero a la izquierda, pero me regalan cosas. A mí me vale. Me planto ahí. Yo ya lo firmo.
Me encanta. Yo, que fui educado en la austeridad y que siempre he vivido de una manera comedida y ordenada, ahora me estoy convirtiendo en un caprichoso. Y todo es por las redes: Mis seguidores me miman y yo ya he perdido el pudor: Pido cosas. Y lo malo es que me las dan. Y a menudo aunque no las pida. ¿Qué locura es esta?
Me han mandado, así que yo recuerde a bote pronto, ejemplares de la revista Nueva Forma, tortas, aceite de oliva, bizcochos, una réplica de una placa de la casa Ennis, libros... yo qué sé. Un montón de regalos que no merezco y que no entiendo, pero que me hacen muy feliz(1).
Y todo porque soy un bocazas impúdico. La última ha sido porque alguien ha juntado dos tuits que he lanzado: uno al salir de mi exitosa revisión de oncología, en la que no solo me han dicho que lo tengo todo en su sitio y en correcto estado de revista, sino que además me han aflojado la cuerda citándome para dentro de cuatro meses y no de tres, y el otro sentado en el sofá de mi casa, comiendo frutas de Aragón, que me encantan a pesar del odio que suscita la fruta confitada en mucha gente.
Pues eso: que por un lado digo que qué suerte tengo de pasar mi revisión con éxito y por otro cuánto me gusta el dulce, y recibo un mensaje de una seguidora anunciándome el envío de una caja de la prestigiosa pastelería Fantoba, de Zaragoza, experta en estos cacharritos de fruta y chocolate, para que lo celebre a gusto.
"¿Pero yo qué he hecho?" "No me lo merezco", decimos cuando nos cae una bofetada inesperada e injusta. Sin embargo, lo que es una maravilla es recibir de una manera igualmente inesperada e injusta no una bofetada, sino un beso, un piropo, un regalo. Qué enorme placer es recibir algo bueno que se merece, pero qué placer muchísimo mayor es recibirlo cuando no se merece. Qué feroz alegría disfrutar de una injusticia que te beneficia. Vivan esas arbitrariedades. Vengan dulces, que aquí estoy yo agradecido y emocionado.
mientras gobiernan mis díasmantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente.
Y ríase la gente.
Con esa emoción he ido a ver la web de tan prestigiosa pastelería y lo que he leído en ella me ha terminado de enamorar:
En 1660 «LA MOLINA» preparaba el chocolate para la Infanta María Teresa de España y Luis XIV, rey de Francia.
Antonin Carême (1784-1833) fue el más grande de los cocinautores, rey de cocineros y cocinero de reyes, arquitecto, pastelero y un extraordinario grafómano. Inventor del vol-au-vent, cocinero de Talleyrand, del Zar Alejandro, del barón de Rothschild…
La pastelería Fantoba ilustra a la perfección esta frase de Antonin Carême: «Las bellas artes son cinco, a saber: la pintura, la escultura, la poesía, la música y la arquitectura, la cual tiene como rama principalísima la pastelería». Lástima que el ilustre cocinero muriera 33 años antes de 1856, año de su fundación, porque, de no ser así, con seguridad Carême mismo hubiera hablado de Fantoba.
¿Pero qué maravilla es esta? ¿Pero quién fue este cocinero-arquitecto francés llamado Antonin Carême que vivió a finales del siglo XVIII y a principios del XIX y que dijo que la arquitectura tiene como rama principalísima la pastelería?
A mí, desde luego, ya me ha ganado para siempre, y desde ahora mismo le añado a mi altarcito particular de grandes personajes de la humanidad.
Por ahora no sé nada más de él que lo que dice el breve artículo de la wikipedia que he enlazado a su nombre, pero tengo que averiguar más cosas.
Ahí se dice que Carême nació en una familia pobre y que eran unos veinticinco hermanos (media docena arriba o abajo), y que su padre lo abandonó a los diez años diciéndole que las cosas estaban muy mal y "animándole a salir adelante". Hombre; así sí. Así da gusto: Ver que tu padre tiene tal confianza en ti que te anima a buscarte la vida con diez años.
Y vaya si se buscó la vida el muchacho: Aprendió a leer por su cuenta y se puso a estudiar cocina y arquitectura. Tenía un gran talento para dibujar y trasladó sus dibujos de arquitectura a la pastelería.
Ahora entiendo por qué ante cierto estilo arquitectónico decimos que tal edificio es un pastel, o una tarta.
Arquitectura pasteleraCuriosamente, la pastelería le sale a Carême de la arquitectura como construcción formal. Importa más su composición plástica que su sabor. No obstante -y no podía ser de otra manera- el sabor tuvo que ser fundamental, delicioso. Los grandes de Europa se pegaban por tenerlo a su servicio. Qué de cosas ricas haría.
Se nos cuenta que inventó el fantástico volován (del francés vol-au-vent, que sería más o menos "vuelo al viento"), que se construye haciendo una base circular de hojaldre, superponiéndole anillos de lo mismo y metiéndolo en el horno, donde se hincha y se pone crujiente y delicioso.
Esa plaza de toros se puede rellenar de dulce o de salado, de frío o de caliente, y siempre queda bien. Estupendo invento gastronómico y arquitectónico; inapelable momento estelar de la humanidad.Louis I. Kahn. Proyecto para el centro urbano de FiladelfiaVolovanes rellenos de lo que seaAparte de eso diseñó fantásticos pasteles de azúcar, tan deliciosos como plásticos, montados en complejos equilibrios estáticos, y llevó el fino arte de la pastelería a metas nunca antes conseguidas. Y todo ello gracias a su oficio como arquitecto.
Realizó también muchos proyectos de arquitectura: Una arquitectura ornamental y un tanto "pastelera" en la que no alcanzó las excelsas cotas a las que había llegado como pastelero.
¿Qué conclusiones podemos sacar de todo esto? Ah, ¿pero es que había que sacar conclusiones? Pues yo qué sé. No se me ocurre.-Pero así no puedes terminar la entrada.-Pues... A ver... ¿Tienen que ser varias conclusiones o vale con una?
-Hombre, con una buena nos podría valer.
-Pues "pedid y se os dará". "Pedid frutas de Aragón por la cara y se os aparecerá Antonin Carême".
-No, hombre, no.
-Bueno, pues vale. Venga. A ver esto:
* Que de cualquier cosa puede salir cualquier cosa (de la arquitectura pastelería, y de mi impudicia en las redes unos riquísimos dulces por la generosidad de una seguidora), y que hay que estar abierto a relacionar, a aceptar, a celebrar y a agradecer.
* Que hay que tomárselo todo en serio y todo en broma.
* Que en mi casa esta Nochebuena va a ser mucho más alegre y divertida que la del año pasado. (Esto es por la oncología, pero hasta la oncología se puede relacionar con la pastelería gracias al regalo de unas oportunísimas frutas de Aragón), y que os deseo la misma felicidad y la misma alegría, o aún mayores.
* Que Carême, personaje desconocido para mí hasta ayer mismo, es un símbolo de coraje, superación, trabajo, honradez y talento de quien ya podríamos tomar buena nota y a quien deberíamos admirar sin reservas.
-Anda, déjalo. No eres nada bueno haciendo conclusiones.-Pues que feliz Navidad y que disfrutéis. Y que tengáis volovanes con cosas muy ricas en vuestras celebraciones de estos días que vienen.
-Ya. Ya. Déjalo así. Ya.