Revista Opinión
La cascada de opiniones que ha producido la calidad de la entrevista que Ana Pastor le hizo el domingo al líder de Podemos Pablo Iglesias en El Objetivo de La Sexta me han terminado de convencer para desempolvar el blog y exponer mi percepción al respecto.
Adelanto Ana Pastor no me gusta. Sus modos de suficiencia y esa mirada a su interlocutor que, por momentos, se torna desafiante siempre me han provocado una cierta aversión. Demasiados tics, demasiadas ironías triviales. Me impone su artificialidad, como si su fama hubiera sido cincelada a golpe de marketing y estrategia. Sobre Pablo Iglesias no tengo opinión, un día me gusta y al otro me genera dudas, pero él juega a político y yo estoy en la otra acera.
Dicho esto iré sin rodeos a la cuestión: La entrevista no me gustó. Estuvo repleta de tópicos, de los materiales que algunos utilizan para alimentar el fuego de la hoguera donde asar a Iglesias. Fue más un tercer grado en el que estaba prohibido profundizar ante "la cantidad de preguntas" que Pastor quería realizar a Iglesias, muchas de ellas preparadas con un planteamiento boxístico que no aportó nada nuevo bajo el sol. Gran parte del tiempo lo pasaron apelando a subjetivos pecados capitales cometidos en el pasado por del líder de Podemos. "Usted dijo esto sobre Chávez, ¿se ratifica?... Usted aseguró esto otro sobre los presos de ETA, ¿mantiene su opinión?". Algunos consideran que hubo una falta de concreción en las respuestas por parte de Iglesias. "No se mojó", indican, porque " "mojarse" significaría perder votos. ¿Perder votos? O sea, que la audacia de las respuestas, es decir, dar soluciones diferentes a las que estamos acostumbrados a escuchar por parte de quienes han demostrado que han emponzoñado el sistema sobre temas-tóxicos (lo digo por su recurrencia periódica) pueden ser grietas por donde "perder votos". Aquí se vuelve a la corrupción moral que nos han insuflado o a la aceptación inconsciente de que hay un pensamiento único dominante y quien se sale de él es expulsado del mundo de forma irreversible. Yo no lo creo así.
Y regresando al tema original añado que estoy casi convencido de que muchas de las preguntas que le formuló Ana Pastor las conoce de memoria porque son las que un día tras otro se hacen en tertulias y mentideros de este deficiente país que habitamos. Respecto a Iglesias, sigo sin escuchar -porque leer parece imposible- una entrevista en profundidad y diferente.
Tras una hora de algo parecido a un debate, mismas preguntas de siempre, sólo que a más velocidad para que parezca un pulso decisivo, e idénticas respuestas "no vaya a ser que salga por la tangente, Vicente", Triste es que valoremos más el estilo y la fiereza de la entrevistadora que el contenido real de lo que está proponiendo el entrevistado.