Editorial Alfabia
242 páginas. 1ª edición de 2000; ésta de 2014.
Traducción de Ben Clark
Ya comenté a principios de año el
libro Diez de diciembre de George
Saunders (Amarillo, Texas, 1958); libro publicado en 2013 en Estados Unidos
y que casi de forma simultánea lo publicó Alfabia en España. El libro recibió
muy buenas críticas y Saunders se ha convertido en un autor destacado entre los
amantes del relato (o simplemente de la literatura) estadounidense. Pero este
no era el primer libro de Saunders que se publicaba en nuestro país; de hecho Pastoralia
fue publicado por Mondadori en 2001. Alfabia, como nos indica en las solapas de
sus libros, se ha propuesto volver a reeditar y a traducir toda la obra de
George Saunders. Lo que sin duda es una buena noticia, porque no es frecuente
que los libros de relatos adquieran mucha popularidad, y Saunders es un
escritor que bien merece una porción de reconocimiento en nuestro país.
Pastoralia está formado por una novela corta (de unas 80 páginas en
el cuerpo generoso de letra que usa Alfabia: si este volumen tiene 242 páginas,
cuando lo tradujo Mondadori tenía 168) y seis relatos, que van desde las diez
páginas hasta las cuarenta).
La novela corta se llama
precisamente Pastoralia y el narrador
comienza su historia con la siguiente frase: “Debo admitir que no estoy pasando
por mi mejor momento”. Una frase muy significativa dentro de la poética de la
derrota que practica Saunders en sus cuentos; sus personajes siempre pertenecen
a la otra América, trabajadores que sufren explotación laboral, niños u hombres
de mediana edad que tienen una imagen no demasiado positiva de sí mismos.
La acción de Pastoralia transcurre en un parque temático. El narrador y su compañera
de trabajo, Janet, reconstruyen la vida en una cueva prehistórica. Ambos han de
comportarse como trogloditas para un número cada vez menos numeroso de
visitantes. En Diez de diciembre un
cuento también estaba ubicado en un parque temático; y este espacio artificial
crea una imagen alucinada para hablar de la convivencia humana. Los recortes
laborales han llegado al parque temático y el jefe de Pastoralia intenta presionar al narrador para que acuse a su
compañera de negligencia en el trabajo y así poder despedirla. En realidad,
Janet –y esto el narrador lo sabe- no es una buena troglodita. El conflicto
moral queda planteado de un modo grotesco, no exento del humor negro que surge
de la desesperación.
Los personajes de esta novela
corta, como del resto de composiciones del libro, tienen un nivel cultural bajo
y Saunders juega a inventar un lenguaje en sintonía con sus pensamientos y sus
construcciones lingüísticas. Este aspecto de la narrativa de Saunders ya lo
comenté al hablar de la dificultad de traducción que supone una literatura como
ésta. Ben Clark, el traductor, ha
optado por intentar recrear un lenguaje equivalente en español, introduciendo
errores gramaticales en las notas que escriben los protagonista (el discurso de
los narradores de los relatos suele ser un poco más elevado que el del resto de
personajes), y expresiones y frases hechas que a veces me descolocan un poco
(“en plan”, “me raya”…) que yo, que trabajo en un colegio, las asocio más con
el habla adolescente que con el habla de adultos de bajo nivel
económico-cultural. En cualquier caso la tarea de traducción de George Saunders
no me parece fácil, y el trabajo de Ben Clark vuelve a ser destacable.
Más elementos me llaman la
atención de Pastoralia: en este mundo
distorsionado del parque temático casi nos acercamos a una verdadera distopía,
que no ocurre en un futuro cercano, sino que está ya –y esto la hace más
aterradora- entre nosotros: precariedad laboral, alienación, explotación,
competitividad entre trabajadores pobres… Sí que podríamos hablar, en realidad,
de un verdadero elemento de ciencia ficción: la presencia de robots que dan
vida a diversos animales. En este sentido la narración de Saunders es muy rica
en la presencia de elementos sorprendentes.
En Pastoralia encontramos más rasgos propios del estilo de Saunders,
que ya identifiqué al hablar de Diez de
diciembre: el enfrentamiento de los puntos de vista de los personajes. La
narración en tercera persona cede en muchos casos la voz narrativa a los
personajes, y estos dejan fluir libremente su conciencia. Casi tan importante
como lo que les ocurre en la realidad será lo que sueñan que podría ocurrirles,
y la constatación de la mirada que tienen ellos sobre los demás o lo que creen
percibir de la mirada de los otros sobre ellos forma, en muchos casos, la
esencia de lo contado en estos cuentos.
Winky en vez de situarse en un parque temático, lo hace en otro
escenario, puramente norteamericano y por tanto puramente capitalista: una
sesión de autosuperación impartida por un gurú. Tenemos obligaciones morales
hacia nuestros familiares, parece decirnos Saunders aquí, y lo que en realidad
va a hacer el gurú de la autosuperación con su cantinela barata sobre lo que tú
te mereces es intentar evitarnos el sentimiento de culpabilidad de nuestros
actos egoístas. No te desprendes de tu hermana enferma sino que sigues los
pasos de un inteligente gurú sobre la búsqueda de la felicidad personal. Igual
que en Pastoralia nos encontramos en
esta segunda narración con una sutil crítica a la alienación del ciudadano de
clase media-baja norteamericano.
Roblemar nos habla de
otra familia disfuncional, de miembros de clase media empobrecida: el narrador
trabaja como stripper, y mantiene a su hermana y su prima, ambas
semianalfabetas y con un hijo al que cuidar como madres solteras. En este
relato sorprende la irrupción de lo fantástico dentro de la crítica social que
plantea.
El fin de FIRPO en el mundo es la narración más corta del conjunto
y también una de las más intensas. Un niño recorre en bicicleta su barrio, en
su mirada hacia las casas que ve descubriremos los miedos con los que vive, la
visión de los otros sobre él le está convirtiendo en un marginado.
La infelicidad del peluquero
es, de nuevo, casi una nouvelle. En
este caso el narrador se siente inferior a los demás por un defecto físico que
trata de ocultar siempre que puede (nació sin los dedos de los pies), pero que
le ocasionará una profunda frustración sexual y miedo a la pareja. El trabajo
que hace Saunders para mostrarnos las diferencias existentes entre su vida y
sus fantasías me ha parecido de lo mejor de este libro.
En La cascada se platea una situación propia de los relatos de
Saunders: dos personajes se cruzan y el autor nos acercará a la visión que cada
uno tiene del otro; una visión distorsionada de la realidad que nos hace pensar
en lo poco que se llegan a conocer en realidad las personas, en lo aisladas que
viven. Este relato, en cuanto a intencionalidad y composición, me ha recordado
al último de Diez de diciembre, al
titulado precisamente como el título del libro.
Igual que me pareció que Diez de diciembre era un gran libro, Pastoralia me lo vuelve a parecer.
Aunque, quizás añadiría una consideración más, en Diez de diciembre encontré algún cuento (de diez) de un nivel
inferior a los que resultaron ser mis favoritos, pero en Pastoralia las seis historias me han resultado de un nivel de
calidad y exigencia artística muy parejo. George Saunders es un escritor muy
original y potente dentro del panorama actual norteamericano, y es de destacar
que su fuerte sea el relato, un género que normalmente funciona peor en España
que la novela. Un escritor muy recomendable, esperaremos con ganas el rescate
de su obra por Alfabia.