Establecida en el siglo XVI por los frailes franciscanos para promover la evangelización de los indígenas en la Nueva España, la pastorela mexicana evolucionó a través de los siglos incorporando a su estructura tradicional cuestiones económicas y sociales de cada época, hasta llegar a nuestros días en modernas versiones que por el mes de diciembre se presentan en muchas ciudades y pueblos del país.
La pastorela de Temastián, una de las más antiguas de México, que aún se presentaba hace 20 años en esa población norteña de Jalisco, es una de las pocas que se conservan en su versión original. A juzgar por sus diálogos, que denuncian el despojo de la tierra a los indígenas por parte de los colonizadores, contiene elementos basados en hechos históricos del siglo XVIII, cuando se agudizó en esa región la invasión de tierras comunales.
Estructura básica de las pastorelas
Santuario del Señor de los Rayos en Temastián.
La pastorela recrea el viaje de unos pastores que intentan ir a Belén para adorar al recién nacido Niño Dios, pero un grupo de diablos, que representan a los siete pecados capitales, trata de impedirlo. Al final, Satanás es derrotado por San Miguel y los pastores entregan regalos para el Santo Niño, lo arrullan y le cantan villancicos.
En esencia, la pastorela es una representación teatral del nacimiento de Jesús, la llegada de los Reyes Magos y la constante lucha entre el bien y el mal que protagonizan ángeles y demonios.
Se llaman pastorelas porque los principales actores son los pastores que luchan contra las tentaciones que les presenta el demonio mientras buscan a Jesús, que ha nacido en un portal.
Algunos estudiosos aseguran que desde la época prehispánica había importantes representaciones teatrales derivadas de celebraciones rituales, lo que permitió a los misioneros españoles adaptar los autos religiosos europeos a la propagación del cristianismo entre los indios, mezclando sagazmente las técnicas española e indígena tanto en el teatro religioso como en las danzas y piezas musicales.
Sin embargo, una vez establecidas en el país las pastorelas, éstas se fueron alejando de su contenido puramente religioso para adquirir un carácter más popular al reflejar costumbres y formas de vida de diferentes regiones, lo que dio origen a las versiones locales. Éste es el caso de la Pastorela de Temastián, poblado de raíces indígenas donde desde el siglo XVI se venera a la imagen de Cristo Crucificado conocida como el Señor de los Rayos.
Dos personajes irreconciliables: el ermitaño y el diablo
La gente encontraba en la pastorela un grato pasatiempo escuchando, entre otras cosas, los interesantes diálogos entre dos personajes irreconciliables: el ermitaño y el diablo, que no cesa de hostigar al santo varón. Al inicio del coloquio Luzbel encuentra al ermitaño en su cueva y le pregunta:
–Buenas noches, pobre anciano, ¿qué hacéis en este país? Ya que os he encontrado aquí, decidme en qué os ocupáis.
–¡Señor, qué susto me ha dado!, le contesta el ermitaño, no hallo ni qué responder, ¿no es acaso que en su cargo poco le importa el saber?
Más adelante el diablo pregunta cantando:
–¿Cuándo se llegará el cuando que el hombre suba a la gloria y que cante su victoria en aquella patria, cuándo?
Y le responde el ermitaño en la misma tonada:
–¿Cuándo Lucifer maldito se saldrá con ese intento, cuándo demonio avariento, cuándo, cuándo, cuándo, cuándo?
El huichol se enfrenta al terrateniente Luzbel
Adrián, el huichol, entre los pastores.
Los personajes de esta pastorela son Parrado, Melesio, Turín, Merlín, Bato, Celio, Bartolo, Gila, Miguel, Gabriel, un ermitaño, Adrián (huichol), Luzbel y los diablos que representan los siete vicios: Soberbia, Avaricia, Lujuria, Ira, Gula, Envidia y Pereza.
El coloquio, celebrado por la tarde o noche en el atrio del Santuario del Señor de los Rayos en los días cercanos a Navidad, con la concurrencia de casi todo el pueblo, incluía entre sus miembros al huichol, representado siempre por un indígena de la localidad. Por los años 20 del siglo pasado el papel del huichol, llamado Adrián, lo desempeñaba Benito Cánar, quien junto con su hermano, que eran pacíficos, fue muerto durante la Guerra Cristera (1926-1929).
La lucha por la tierra, muy intensa en el Norte de Jalisco desde tiempos de la Conquista hasta el siglo XVIII y todavía en la actualidad en la Zona Huichola, se revela en el diálogo que sostiene el indígena con Luzbel, en este caso el terrateniente invasor. Dice Luzbel:
–Andamos colonizando estos sitios y terrenos. Hasta la fecha tenemos por nuestro este país, y para que aquí sigáis pastando vuestros ganados me han de pagar bien pagados sabana, pasto y piso, y si no ha de ser así, es preciso que mudéis vuestros ganados hasta fuera de los sitios que tengo colonizados.
Responde el huichol:
–Pues los sitios donde estamos y la tierra que tú pisas ni tú te la has de meter, porque no la colonizas; ésta la dejó el tío Malacadio, bisabuelo de don Nieves, y José Antón tuvo tres hijos y los tres se murieron, dejó los papeles fijos, los recogió tío Aniceto y ´ora los tiene guardados en un costalito prieto; alto, alto lo están colgados, y con su licencia de él metimos nuestros ganados.
–Calla huichol barbaján -contesta el soberbio Luzbel-, aquí no valen influjos, desiste de tus abusos, porque hoy mismo lo verás.
Y responde Adrián, sin la menor cobardía:
–Tú ya me lo estás sustando, parece que soy tu muchacho; si me lo haces enojar, te lo dejo ir un flechazo.
Al final de la pastorela canta el indio:
Por tu calle voy pasando,
No dejes de ver si paso,
Para ir a regalar
A quien yo le estoy sirviendo.
Zenzontle hemos de agarrar,
Lo pájaro cardenal,
Para ir a regalar
A quien yo le estoy sirviendo.
Rechazan la injusticia, pero aceptan la doctrina
Hermosa pastorela, llena de significado histórico-social, que revela la lucha desigual del indígena contra los poderosos terratenientes invasores de sus tierras, pero que a la vez ilustra su aceptación y apego a la doctrina católica.