La banda recrea un nuevo cancionero patagónico fusionando bases mapuches e incorporando instrumentos roqueros. "Se puede protestar desde el arte originario", sostiene desde el búnker de Balsa Las Perlas, donde recibieron a "Río Negro".
Hasta hace no mucho tiempo, reconocerse como descendiente de algún pueblo originario era valioso y digno de orgullo. Pero de un tiempo a esta parte, genera separaciones y disputas. Sin embargo, gracias a la cultura, y sobre todo a la música, se puede componer homenajeando a estos pueblos que habitaron nuestra tierra mucho antes de que la geopolítica trace sus fronteras. Allí es donde toma fuerza el grupo Patagón, que desde hace 17 años viene ahondando y empapándose de esta cultura y volviéndola canción.
El estilo es muy variado y en sus composiciones fusionan las bases de la música étnica mapuche, con un andar roquero y de fuerte volumen, adaptando arreglos del folclore pero alejándose de todo purismo. El llaf llaf purrum, que en la lengua mapuche significa el "sonido de las hojas que arrastra el kurruf (viento)", es amplificado por la batería, y desde allí se mezcla el violín con el acordeón, la guitarra acústica con el bajo. En algunas canciones inclusive se la puede escuchar a Aimé Paine reprendiendo a un oyente que se distraía mientras ella explicaba información sobre los apellidos mapuches. La magia está en la combinación, dicen algunos... y no se equivocan. Patagón es un cuarteto amplio, que no escatima imaginación al momento de buscar raíces y aplicarlas al sonido.
Su ideólogo es Martín Jara, un cipoleño criado entre el barrio Don Bosco y el paraje El Treinta, que por empuje de un vecino y de su padre, incursionó en la música y se sumergió en la cultura mapuche para volverla propia. Martín toca el acordeón, el violín y es la voz del grupo, acompañado por Mauricio Espinoza en guitarra; Lucio Jara (hijo de Martín), en batería; y Lucas Tajan, en bajo.
"Un vecino me regaló una armónica, y para mí fue un gran incentivo. Entre eso, y que en el colegio de curas tocábamos la guitarra, más una milonga que me enseñó mi papá, tomé esas herramientas y me quise volver músico", relató Martín.
Basado en un recorte de diario sobre Aimé, comenzó a interesarse cada vez más en los pueblos originarios. "Empecé a fabricar instrumentos con caña y con madera, y la conocí a Rosalia Ñancupe de Puel, y me empaparon de todo esto que ya es propio", afirma.
Tras los numerosos reclamos que algunas comunidades mapuches vienen llevando adelante en los últimos meses, la discusión se volvió un tanto hostil, llegando a relacionar a esta etnia con el terrorismo. "Con este nuevo discurso que se ha instalado, se favorece a grandes empresarios para que se queden con la mayor cantidad de hectáreas de la Patagonia. Queda mejor poner al mapuche como terrorista", se lamenta. "Nosotros lo único que queremos es abrirle los ojos a la gente y mostrar que también se puede reclamar cantando", explicó.
Patagón se nutrió de muchos músicos destacados en la región, como Aimé Paine, Saúl Huenchul, Abelardo Epuyen o Atilio Alarcón. Además, compartió el escenario con grandes del género como Rally Barrionuevo o Chango Spasiuk, e integró un cancionero patagónico que fue impulsado por Rubén Patagonia y Ricardo Iorio.
En diciembre presentarán su tercer disco, llamado "Mesetarios", que actualmente están terminando de grabar en el estudio Limay, en Balsa Las Perlas. En octubre recorrerán la cordillera en una gira que pasará por Bariloche, Junín de los Andes y Esquel, entre otras localidades.
En sus letras buscan reivindicar luchas como la de la agrupación HIJOS o Madres de Plaza de Mayo, pero también cuentan historias de animales autóctonos, como el choyke (avestruz), o el manke (cóndor), de lugares, como la Meseta de Somuncura, o de personas, como el caso de Aimé. "Ya sea del hombre dentro de su paisaje y con su problema, o del hombre y su cultura, eso es lo que nos interesa", resume Martín.
Vida pacífica a ambos lados de la cordillera
Según explicó Martín Jara, la información que proporcionan los abuelos mapuches y las abuelas tehuelches, "ellos la trasmiten de manera oral desde hace más de 200 años", y en estos relatos "se cuenta la perfecta relación que existía entre las personas de diferentes etnias, entre todos los pueblos originarios. Vivían en armonía los dos lados de la cordillera", precisó.
Si bien mantenían su identidad territorial marcada, basándose en sus culturas, en los diferentes entornos como la montaña o la meseta, o en su alimentación, la vida que recuerdan los originarios mostraba una época de paz.
"Hoy la gente no puede entender que hasta que se formaron los estados hubo una época de vida tranquila en esta zona", enfatizó. "Todas las versiones que circulan ahora se instalaron para favorecer a empresarios. Fue durante los noventa, y esa forma de pensar tuvo el objetivo de desmembrar a la gente, para que no se reconozca originario, así ayudaron a la confusión", explicó con enojo.