– Unas pocas de patatas
– Media cebolla
– dos dientes de ajo
– un poquito de perejil
– un vasito de vino blanco
– caldo de carne
Pues para hacer esta receta creo que es imprescindible tener recuerdos de alguien que la haya hecho antes en tu casa, por ejemplo, una abuela. Y al recordar esa pota burbujeante llena de patatas a las que se les quitaba la capa de rebozado si no tenias cuidado, que sabían a gloria bendita, entonces ya puedes empezar a cocinar.
Primero cortas las patatas en làminas un poco gruesas y las pasas por harina y luego por huevo y las fríes. Despacio. Como hacía tu abuela. Luego las separas y en una sartén o en una cazuela sofríes la cebolla y el perejil y el ajo y la añades un poco de pimienta molida, y cuando esté todo dorado le eches el vino blanco. Esperas a que se evapore el alcohol y después le añades el caldo y luego ya, las patatas. Quédate cerca media hora. Aprovecha para recordar las tardes de frío en la cocina del pueblo, el delantal negro de tu abuela y de tu bisabuela, que cocinaban mano a mano. Cuélate por un momento de nuevo en la despensa y juega a levantar las tapas de las potas buscando arroz con leche, roscas o empanadillas. Nunca eras capaz de acertar con la sorpresa. Y luego vuelve.
Las patatas a la importancia ya están listas.