El patchwork que más me gusta es el que trabaja telas imposibles. Colores que aparentemente no combinan bien ni por afinidad ni por contraste. Retales que parece, sólo parece, están puestos arbitrariamente. Cuando en realidad son trocitos de telas primorosamente escogidos y combinados que guardan recuerdos del día que descubriste esa tienda, que preparaste aquel regalo o cosiste aquel encargo. Telas que acumulas y seleccionas un día para perpetuarlas junto a aquella que tanta rabia te dio agotarla casi por completo, o con otra que tan buenos recuerdos te trae.
Si sigues mi blog me entiendes, y aunque no estés de acuerdo en mi predilección por el patchwork imposible, sabes que hay telas que tienen alma.
Y con algunas de estas telas me he hecho esta fundita para la mini plancha que tanto uso.
Comencé a recortar telas hace casi dos años con intención de hacerme una funda para un cuaderno. Pero dándome cuenta de que la técnica que escogí no era la más adecuada para mis ganas de tenerla ¡ya!, dicha funda me la terminó regalando María José por mi cumpleaños. Pero claro, los cuadraditos de 5x5 cm que preparé en un arranque de "yo tengo paciencia infinita para la costura", seguían esperando su turno. De los 48 proyectados estaban terminados 20. Busqué en mis apuntes y.... para un mini bolso eran necesario 18. ¡Hasta me sobraban 2!
Haciendo cálculos comprobé que tenía el tamaño perfecto para guardar la mini plancha. Así que distribuí los cuadraditos del modo en que más me gustaban: equilibrando colores, resaltando por contraste los intensos, armonizando los similares, intuyendo la teoría del color, que sólo intuyendo.
Tantas telas guarda esta funda, que cada frente es diferente.
El culete no es más feo que el resto.
Y el interior no se queda atrás.
Todo hecho a mano. Todo hecho con paciencia, paciencia de esa que se me agotó para un proyecto mayor.
Botones de madera como adorno, cierre snap... y un nuevo juguetito para mi cuarto de costura. Ahora forma un conjunto encantador junto a la funda de mi otra plancha de costura.
Este neceser fue lo primero que hice con esta técnica (por cierto, ¿cómo se llama?, que no estoy segura) y te lo conté aquí. Después de distintos usos que no llegaban a cuajar, este verano decidí que era una funda perfecta para mi plancha de viaje (aunque nada viaja, pues de mi cuarto de costura no sale).
Todo termina encontrando su sitio: las telas, las fundas, las planchas y hasta la paciencia.
Lo dicho, telas con alma para hacer patchwork (aparentemente) imposible.